Secretos de estado

Crítica de Maria Marta Sosa - Leer Cine

CONFIANZA ORIGINARIA

La quinta película de Clooney supera los temas ahondados previamente por el director-actor. Lo que pudo ser un relato propagandístico se erige como una historia de hombres que deber ser y hacerse sujetos políticos, responsables, creíbles, ganadores.

Stephen (Ryan Goslin) cree que cree en alguien, en su jefe, en el Gobernador Mike Morris (George Clooney). Desde el inicio, ese comienzo en las sombras, que coincide con el principio de Secretos de estado (2011) donde Stephen ensaya, a oscuras, ubicado en un atril, el discurso que escribió para que el Gobernador salga airoso de un debate previo a las elecciones primarias, nos advierte, junto a otros signos que iremos relevando durante la película, que esa “fe” no es tal.
Stephen vive pendiente de las encuestas, de los archivos, de lo que dijeron los republicanos, de lo que se escribió en los blogs, en la prensa gráfica, de todos lo datos que puedan influir en la campaña para dar sus próximos pasos. A primera vista este modus operandi no representaría ninguna alarma ya que el trabajo en un bunker de campaña depende de todas esas variables que habría que controlar, atender. El problema no es ese, si no lo que Stephen cree o cree que cree. Stephen cree en una figura política, en un hombre que lleva adelante sus propias ideas y las que él genera en pos de su ideología y propaganda. Aquí deberíamos detenernos, Morris no se muestra totalmente dócil ante, por ejemplo, un discurso que le escribe Stephen; lo cuestiona, pide opiniones. Finalmente lo terminará aprobando pero exige “reescribirlo con sus palabras”.
Stephen se mueve tras los pasos de otro hombre, además: Paul (Philip Seymour Hoffman). Él es en realidad su jefe, el que aprueba o no sus decisiones, quien verdaderamente cree en el gobernador. Paul actúa, si bien también pendiente de los datos externos, intentando dominar aquel saber. Adentrándose en ese terreno desconocido de manera diferente a Stephen. Paul se entrega al futuro. A pesar de parecer nervioso, afectado por los inconvenientes, desesperado, su fe le posibilita superar todo cuanto le sale a su encuentro. Paul, aún despedido de la campaña, seguirá buscando otro horizonte verdadero y pese a las circunstancias que le tocan, aparecerá siempre operando desde su lugar finito. Esa finitud es la que le permitirá poner el límite frente a Stephen con una defensa de la lealtad que lo volverá un hombre fuerte, vital, pleno, en la búsqueda de lo que él cree más verdadero, más justo, aunque sus esfuerzos nunca puedan alcanzar aquello.
George Clooney, director de esa película, se encarga de marcar la oscuridad de Stephen enmarcando, por ejemplo, en un sostenido plano general, donde vemos su figura en la sombra completa y detrás, fulgurante, una gran bandera norteamericana. Ante la llamativa duración de ese plano, el espectador no puede resultar indiferente. Sucede que cuestiones relacionadas con su supuesta fe en Morris han empezado a amenazar a Stephen, su pensamiento empezará a llevarlo hacia un retador derrumbadero oscuro. Y es ahí donde uno espera que brote su verdadera fe. Un asentimiento que lo aleje de ese miedo desesperado que el rostro de Goslin expresa de manera sutil y más que acertada en los primeros planos, en donde jamás lo vemos con una iluminación plena, siempre estará saliendo de las sombras o entrando en la oscuridad. Es que Stephen se movió en falso hasta ese último primer plano, su confianza originaria fue lo que posibilitó su existencia, su desarrollo como profesional, fue el resorte que lo catapultó hasta Morris, pero él no hizo de esa confianza un acto de fe. Stephen vio como absoluto algo que era imposible de serlo desde que pertenece a la existencia terrena y no pudo ver que la primera forma concreta de fe es la fe que uno siente, tiene, experimenta, de manera plena hacia otro. Stephen cree que siente eso por Morris, pero nunca se deja encontrar de modo personal por él ni por Molly (Evan Rachel Wood) aunque se ella quien le evidencie que “cree que cree”. Que hay un límite concreto que no puede dejar de mirar. Este último encuentro es lo que lo confirma egoísta, irrealizado, funcional y quizá sea la esperanza de un nuevo comienzo, de un futuro con fe, obras libres y entrega genuina.