Secretos de estado

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Desde el barro de la campaña

El actor y director George Clooney se mete en la piel de un gobernador candidato a presidente en un film que desentraña la miseria de la política y lo despiadado del poder.

Como realizador de hasta ahora tres buenos films, múltiples acciones solidarias y declaraciones sobre el estado de su país, George Clooney demostró que es una de las estrellas de Hollywood comprometidas con su tiempo y especialmente preocupado por el resquebrajamiento de las bases morales de la sociedad estadounidense.
En Confesiones de una mente peligrosa dio su visión sobre el mundo del espectáculo donde el todo vale es la norma, en la extraordinaria Buena noches... Y buena suerte –nominada en 2005 al Oscar como mejor película, mejor director y mejor guión– se internó en las consecuencias del macartismo en los medios y en el discurso predominante de los ’50 y su potente influencia en el oscurantismo de la política estadounidense actual, y hasta en la aparentemente inocua Jugando sucio –que en la Argentina fue directo a DVD–, el fútbol americano le sirvió para hablar del poder del negocio por sobre el deporte.
En Secretos de Estado el actor y realizador decide ir al hueso del asunto, es decir, la política pura y dura representada por él mismo en el papel del gobernador Mike Morris, un candidato presidencial progresista con serias posibilidades de ocupar la Casa Blanca, que pelea la interna del Partido Demócrata ayudado por un equipo de campaña donde se destaca Stephen Meyers (Ryan Gosling), un joven, idealista y ambicioso jefe de prensa que descubre los sucios manejos del juego del poder a través de dos personajes extraordinariamente delineados: el jefe de campaña, Paul Zara (Philip Seymour Hoffman), y Tom Duffy (Paul Giamatti), el estratega del comando republicano.
Tomando solamente el elemento de la rivalidad y los recursos para destruir al oponente, la película se sostiene con buen ritmo, pero Clooney, desde el guión basado en la obra teatral Farragut North, de Beau Willmon, y confirmando su visión desencantada de la política, hace hincapié en un devastador secreto del gobernador, que lo equipara con lo peor de sus rivales y destruye cualquier esperanza de estar ante un candidato diferente.
En la larga tradición de los thriller políticos como Todos los hombres del presidente, Network: Poder que mata, El candidato, e incluso Todos los hombres del rey, el cuarto opus de George Clooney es un relato sobre las miserias de la política y lo despiadado del poder, pero que en su carácter denunciante, y si se quiere obvio, se convierte apenas en un film correcto y por debajo del resto de la filmografía del director.