Secretos de estado

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

El actor George Clooney devenido en director de cine ha sabido ganarse un lugar a través de sus proyectos cinematográficos. En primer termino por su búsqueda, en tanto y en cuanto ha tomado al arte también como un lenguaje; en segundo lugar, tal cual se puede definir, desde hace ya muchos años al invento de los hermanos Lumiére, como una plataforma de discurso político.

Es en este orden que Clooney pisa fuerte, recordemos sus dos primeras películas “Confesiones de una mente peligrosa” (2002), escrita por Charlie Kaufman, era una más que interesante biopic sobre Chuk Barris, un afamado productor y conductor de televisión en los EEUU, devenido en agente de la CIA en una época conocida como la “guerra Fría”, para terminar siendo uno de los más eficaces asesinos de la agencia de inteligencia yankee. En esa producción era tan importante el “qué” se estaba contando, como tan movilizador y desestructurante, en igual nivel que el “cómo”, vale decir la estética elegida para tal fin.

Su segunda producción fue la que llamo la atención al gran público, sobre todo en Hollywood. Con “Buenas noches, buena suerte” (2005) vuelve a incursionar en las ligazones que existen entre la política y la televisión o, más específicamente en este caso, el periodismo.

Narra el enfrentamiento entre el senador McCarthy, creador, promotor y director de la mayor persecución ideológica en los EEUU, producida en la segunda mitad del siglo XX, y Edward Murrow, un periodista que lo enfrentó y denunció. Con este filme Clooney obtuvo seis nominaciones a los premios de la academia de Hollywood. Deja de lado un tanto la búsqueda de posibilidades narrativas desde lo estructural, para centrarse más en ideas de ética y moral, pero sin dejar de lado lo estético.

Su tercera incursión detrás de cámaras data del año 2008 “Leatherheads”, una comedia romántica protagonizada por el propio George Clooney y Reneé Zellweger, nunca estrenada en Argentina.

Con estos antecedentes, sobre todo los dos primeros, era de esperar que haya tanta expectativa por el estreno de su cuarto filme, más afianzado cuando viene prologado con más que elogiosos comentarios y como firme candidata, otra vez, a varias nominaciones para la próxima entrega de los premios “Oscar”.

En esta ocasión vuelve a adentrarse en el mundo de la política, pero deja de lado, en parte, a los medios de comunicación, para construir una ficción con muchos puntos de contacto con una cotidianeidad abrumadora.

La historia se centra en Sthephen Meyers (Ryan Gosling), un joven asesor de campaña del gobernador Mike Morris (George Clooney) en la disputa con otro candidato demócrata para dilucidar cual de los dos terminará siendo el postulante a presidencia de los EEUU por ese partido.

El joven Stephen admira al gobernador, le cree hasta las últimas palabras, lo cree integro, pero esta bajo las ordenes directas del jefe de campaña Paul Zara (Phillipe Seymour Hoffman), un hombre para quien la lealtad es uno de los principales atributos que debe tener un político. Mientras intentan convencerlo que todo en la política esta corrompido, él sigue adelante con su candidez e ingenuidad hasta que algunos hechos lo van despertando de su sueño.

El gran problema de esta realización es que a partir de pretender ser un vehiculo de imputación, termina haciendo concesiones, cayendo en obviedades que lo transforman en eso mismo que intenta denunciar.

Estructuralmente se pude decir que esta encuadrado dentro de lo que se denomina thriller político, donde las traiciones, las mentiras, los arreglos, la corrupción, los escándalos, la coerción y, por sobre todo, la sed de venganza, son moneda corriente.

Hubo muchos ejemplos en la historia del cine que se enmarcan en esa temática, desde “Caballero sin espada” (Frank Capra, 1939) hasta “Bulwort” (Warren Beaty, 1998), pasando por “Mentiras que matan” (Barry Levinson, 1997), sin embargo tiene más puntos de contacto, sin caer tan bajo, con “Colores primarios” (Mike Nichols, 1998), pero produce la misma decepción.

En el balance final defrauda un poco, pues parece encarar un tema en profundidad para quedarse a mitad de camino en una anécdota de las tantas que hubo en la realidad, diluyéndose en situaciones por demás conocidas, lo que parecía ser una investigación de la cocina se queda en un muy buen libro de recetas.

Sí tiene, a su favor, algunos elementos que no se deberían pasar por alto. En principio, y a mi entender muy importante, el titulo original que hace referencia directa al asesinato de Julio Cesar, ocurrida en los Idus de Marzo del año 44 antes de Cristo, pero también a William Shakespeare, quien en su obra de teatro “Julio Cesar”, al inicio, el personaje del ciego adivino le grita a Julio Cesar “Cuídate de los Idus de Marzo”.

Nada en el cine es casual, menos cuando el responsable ya dio cuenta de su postura frente a la vida y al arte, tal cual refiero al principio de esta nota.

Por otro lado el guión esta muy bien constituido, con diálogos inteligentes, creando escenas memorables, como en la que intervienen Ryan Gosling con Paul Giamatti, el asesor del contrincante, u otras muy bien resueltas a partir de los encuadres, tanto sean primeros planos, que permiten el lucimiento de los actores, como planos enteros que trabajados en travelling se transforman en planos generales instalando un decir sin mediar palabras.

Todo esto apoyándose principalmente en la fotografía de Phedon Papamichael, donde la estética, el trabajo con la luz, y el color en tonos fríos, está en función del texto, si bien no crea climas los exacerba. Por su parte la música de Alexandre Desplat se encuadra en el mismo tono que la fotografía, dándole un crecimiento progresivo a las escenas hasta llegar en forma conjunta al climax del acto.

En definitiva, una producción con la historia muy bien contada, muy buen ritmo, que no decae, donde parece haber una planicie se presenta un giro dramático, termina no siendo exactamente lo que propone, pero vale.

Calificación Buena. (Héctor Hochman).

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Información complementaria

Respecto a los idus de marzo

En el calendario romano los idus de marzo caían en el 15 del mes de Martius. Los idus eran días de buenos augurios que tenían lugar los días 15 de marzo, mayo, julio y octubre, y los días 13 del resto de los meses. La fecha es famosa porque Julio César fue asesinado en los idus de marzo del año 44. a. C.

Según el escritor griego Plutarco, César había sido advertido del peligro, pero había desestimado la advertencia:

“Lo que es más extraordinario aún es que un vidente le había advertido del grave peligro que le amenazaba en los idus de marzo, y ese día cuando iba al Senado, Julio César llamó al vidente y riendo le dijo: «Los idus de marzo ya han llegado»; a lo que el vidente contestó compasivamente: «Sí, pero aún no han acabado»”. (Plutarco)

Aunque el calendario romano fue sustituido por los días de la semana modernos alrededor del S.III, los idus se siguieron usando coloquialmente como referencia durante los siguientes siglos. Shakespeare en su obra “Julio César” los citaba al escribir la famosa frase: «¡Cuídate de los idus de marzo!».