Secretos de estado

Crítica de Martín Chiavarino - Metacultura

Intentando impedir la guerra contra reloj

Secretos de Estado (Official Secrets, 2019), el último film del director sudafricano Gavin Hood, narra la exposición por parte de una traductora de un organismo de inteligencia británico de un memorándum conjunto de parte de las agencias de inteligencia de Estados Unidos y Gran Bretaña para intensificar su vigilancia sobre los cancilleres y otras figuras de importancia de los países que integraban en 2003 el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para conseguir un voto favorable del organismo en la caprichosa venganza de George Bush Junior contra el dictador iraquí Saddam Hussein por un atentado contra su padre en una visita oficial a Kuwait en 1993.

La película basada en hechos reales reconstruye a partir del libro de investigación de Marcia y Thomas Mitchell, The Spy Who Tried to Stop a War: Katharine Gun and the Secret Plot to Sanction the Iraq Invasion, publicado en 2008, los pormenores de la filtración del documento relativo al espionaje ilegal por parte de la National Security Agency (NSA) de Estados Unidos para presionar a varios países para que cambien su posición respecto de la declaración de guerra de Estados Unidos y Gran Bretaña hacia Irak y el posterior proceso judicial contra Katherine Gun por no cumplir con el acta concerniente a los secretos de estado británicos, documento que data de 1911 y fue modificado por Margaret Thatcher en 1989 a raíz de la filtración de información sobre su decisión de hundir el Crucero ARA General Belgrano durante el conflicto de las Islas Malvinas entre Argentina y el Reino Unido.

Gregory y Sara Bernstein escribieron el guión junto al propio Gavin Hood en una historia que cubre desde la filtración del memorándum por parte de Katherine Gun hasta las discusiones periodísticas sobre su autenticidad y la importancia de publicarlo en un momento clave del debate acerca de la validez de la guerra contra Irak, llegando incluso al simulacro de juicio que demuestra la poca y nula importancia de las leyes ante los caprichos de los gobernantes en cualquier lugar del globo.

El film reconstruye con gran meticulosidad los pormenores de la investigación periodística, los errores del periódico inglés The Observer en la publicación del memorándum y las motivaciones éticas de Katherine Gun para revelar el secreto de estado que exponía al gobierno laborista de Tony Blair al juicio político sin ninguna agenda oculta ni nada para ganar, y sí mucho para perder. También se deja en claro la ilegalidad de la invasión a Irak según las leyes británicas y la persecución que sufrió el esposo de Gun, un inmigrante kurdo que estuvo a punto de ser deportado ilegalmente, en una clara demostración de hasta dónde el Estado puede llegar con su violencia institucional.

Las actuaciones son excelentes y se destaca Keira Knightley en un papel difícil demostrando un gran compromiso con el personaje y con la historia. Ralph Fiennes, Matthew Goode, Matt Smith y Rhys Ifans también son parte de un gran elenco, resaltando la breve pero maravillosa actuación del primero como abogado de Katherine Gun.

Secretos de Estado deja en claro que a pesar del masivo movimiento antibélico el gobierno de Tony Blair, los organismos de inteligencia y los medios masivos trabajaron conjuntamente para desinformar, engañar y manipular a la opinión pública en favor de una guerra sin ningún fundamento real, desatando finalmente el caos que buscaban en Irak bajo el pretexto de que el régimen de Saddam Hussein fabricaba armas de destrucción masiva que solo existían en la imaginación de los perpetradores de este acto de barbarie internacional. También es importante la cuestión legal respecto de la posibilidad de un subalterno de cuestionar las decisiones de sus superiores y de denunciarlos y exponerlos ante la opinión pública cuando éstos quieren manipularla o realizar una actividad que ponga en peligro vidas humanas. El rol de la prensa es puesto en entredicho a su vez por su relación siempre heterogénea con los distintos gobiernos de turno.

El proceso contra Katherine Gun demostró asimismo la falta de perspicacia de todos aquellos que trabajaron en su contra, ya que en lugar de crear un ejemplo para que esto no ocurra de nuevo generaron exactamente el efecto contrario, como lo demuestran cabalmente las filtraciones masivas producidas en los últimos años.

Sin menospreciar ni menoscabar la relevancia del movimiento antibélico, más bien lo contrario, el film de Gavin Hood hace hincapié en la importancia de desafiar las resoluciones gubernamentales cuando los distintos gobiernos imponen ciertamente actos ilegales e inmorales como los que pergeñaban los ignominiosos George Bush Junior y Tony Blair, líderes en su momento de dos países que buscaban desestabilizar Medio Oriente para el beneficio económico de las empresas de su país.