Se levanta el viento

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

En lo más alto del cielo

Con una veintena de títulos en su haber, algunas de ellas obras maestras de la animación tradicional como El viaje de Chihiro (2001), la despedida del maestro Hayao Miyazaki con Se levanta el viento elije el realismo por encima de la fantasía, pero sin abandonar la poética característica de este inigualable dibujante japonés que apela a la historia real del ingeniero aeronáutico Jirô Horikoshi para reflexionar sobre el arte y la vida cuando la pasión y la vocación se interponen ante la rutina de los años.

Resulta notable cómo el creador de La Princesa Mononoke (1997) abarca un contexto histórico muy importante para Japón –la infancia de Jirô en 1916, pasando por sus colaboraciones como ingeniero para Mitsubishi en 1927 y su relación amorosa en la década del 30-, que marca además la transición entre lo tradicional y el paulatino abandono de esas costumbres culturales para abrirse al mundo y al modernismo, elementos que entran en tensión y crisis tras la segunda guerra mundial. El avance de la tecnología aplicada a la guerra también forma parte del conflicto del protagonista, quien de niño mantiene el sueño de volar a partir de sus creaciones, al verse afectado de los ojos, aspecto que lo priva de un futuro como piloto. Son los sueños, aquellos que marcan el camino para Jirô durante su preparación y estudios para encontrarle soluciones aerodinámicas a los aviones japoneses, los cuales finalmente hicieron estragos en la guerra e incluso bajo la estrategia de los kamikazes en Pearl Harbor.

Cuando el joven entusiasta ingeniero aeronáutico se deja llevar por su imaginación en los sueños, el film de Miyazaki vuela desde lo poético junto con él, para luego aterrizar relajado en el drama épico que sobresale de la pantalla y ocupa el centro de la historia de Jirô Horikoshi, colmada de detalles visuales que hacen de esta película una pieza única de animación tradicional, que rehúye por convicción y amor a la tecnología y a la digitalización para entregar por ejemplo el movimiento de las olas; las nubes y hasta del pelo de la hermosa joven Naoko Satomi, en quien deposita la mirada Jirô y el mismísimo Miyazaki, para dotar de romanticismo su relato crepuscular.

En Se levanta el viento aparece oculto el dibujante pero más que eso el artista en la figura de Jirô, cuando la vida le demuestra que el arte no alcanza para soportar el dolor de las pérdidas, contundente despedida del maestro que seguirá conmoviendo cada vez que nos crucemos con esos mundos de fantasía y mitos reelaborados para no sentirnos tan solos.