Se levanta el viento

Crítica de Martín Torres - Fuera de campo

Una de las características definitorias de la obra del maestro del cine de animación japonés, Hayao Miyasaki, es que en sus películas el elemento fantástico parece no tener límites. Curiosamente la premisa de su anunciado último film desafía este concepto. En esta oportunidad la sinopsis promete la historia de Jiro Horikoshi, desarrollador de los famosos aviones de batalla de la segunda guerra mundial (los Zeros). Teniendo entre manos una biopic y el curriculum con la fimografía de Miyasaki, resulta cuanto menos interesante ver cómo abordará su historia. A pesar de contar con un guión basada en una historia real, el director ganador del Oscar por El viaje de Chihiro se las arregla para ofrecer un recorrido repleto de aventuras, romanticismo y ensueño como ningún otro realizador lo ha hecho jamás.

No es la primera vez en la que vemos al maestro de la animación tradicional obsesionado con la conquista del cielo. Pero esta fascinación por la aerodinámica se viste por primera vez de realismo. Despojada de complejos y prejuicios la narración progresa linealmente alternando entre secuencias sobre la cruda realidad nipona en el período de entre guerras y los sueños del protagonista que nos trasladan a un mundo fantástico que logrará impregnarse en las retinas del espectador. La animación tradicional consigue alcanzar con mayor fuerza que nunca cotas de belleza que demuestran la vigencia de una técnica que parece ir ahogándose de a poco en un mar de CGI y animación computarizada.

Se levanta el viento es una despedida apasionada que condensa lo mejor de la obra de un realizador único e irrepetible como lo es el maestro Hayao Miyasaki. El mensaje que nos deja su última obra es de lo más hermoso y poético que un realizador se ha atrevido a contar con efectividad semejante. Las imágenes con influencias pictóricas impresionistas que recuerdan a Manet o Sorolla están salpicadas por un trazo tierno y gentil que hacen de la pantalla el mejor lienzo que un artista de su calibre puede pretender. Tristemente ya no podremos disfrutar de su humanismo en películas que elevaron lo sensorial a un plano onírico repleto de nostalgia. Pero por fortuna su extenso legado filmico ha dejado una marca en los anales del séptimo arte.