Se levanta el viento

Crítica de Aníbal Perotti - Cinemarama

Poética del movimiento

La anunciada despedida es la conquista de un sueño: líneas curvas y personajes entrañables, la utopía de una era industrial armoniosa, el viento como símbolo de libertad. La película más personal del gran Hayao Miyazaki está basada en la vida de Jiro Horikoshi, el ingeniero aeronáutico que ideó los famosos aviones caza Mitsubishi A6M Zero que utilizó Japón en la II Guerra Mundial. El cineasta abraza el sueño de su joven alter ego con fidelidad y precisión, mostrando en detalle realidades tan prosaicas como la vida en una empresa, la especificidad de los problemas técnicos que se presentan para los empleados o las visitas profesionales que realizan a sus homólogos alemanes. La erudición y la pasión de Miyazaki por la aventura científica nos sumergen con deleite y excitación en las cuestiones físicas de los aparatos, en las articulaciones y fuselajes aerodinámicos, en los problemas de movilidad en el aire. La representación del taller donde trabaja Jiro remite a la mesa de la producción de dibujos animados con sus decenas de jóvenes lápiz en mano concentrados en sus tableros.El anclaje histórico, a la vez presente y ligeramente periférico, aparece de vez en cuando para empañar el sueño de nuestro héroe con las grandes catástrofes de su tiempo: la crisis financiera, la falta de recursos, la militarización de Japón y su deslizamiento tangible hacia la catástrofe.

La película carga con el desastre tecnológico, ecológico y moral provocando el accidente de Fukushima. Las figuras proféticas del río contaminado convertido en monstruo en El viaje de Chihiro, la rebelión de los espíritus del bosque frente a los avances industriales en La Princesa Mononoke, o la tormenta que sumerge a la aldea de Ponyo, saltan a la realidad con una la violencia que aún continúa propagándose. La pesadilla está presente con el terrible terremoto de Kanto potenciado por un impresionante trabajo sobre el sonido con los chirridos monstruosos de la tierra. A diferencia de sus últimas películas, ahora el argumento es tangible y lo onírico está aislado del mundo real por la figura tutelar del diseñador de aviones italiano Giovanni Caproni. La intensidad y el lirismo propios del cine de Miyazaki afloran de un modo sorprendente en las escenas más realistas.

La película decanta hacia el melodrama con una trágica y emotiva historia de amor. Luego de fracasos sucesivos, el protagonista se va de vacaciones a una estación termal donde se enamora de Nahoko, una mujer condenada que viene a aliviar sus pulmones. Jiro le fabrica aviones de papel, se pasea con ella por el campo y es entonces cuando la esencia del arte de Miyazaki aflora en todo su esplendor. El cineasta atrapa la infinita variedad de los caprichos del viento, sus caricias y contorsiones, el vértigo de la caída libre y todas las vibraciones invisibles que elevan la materia al ritmo de los corazones. La tipología de estos movimientos es una suerte de colección poética de infinita sensibilidad: un paraguas que se vuela, la lluvia que cae, el ritmo de la ropa al aire libre, las sacudidas del follaje que se desmorona bajo los golpes de una tormenta o los delicados pliegues que se forman en la superficie del agua por el efecto de una brisa. La anunciada despedida es la conquista de un sueño: el viento se eleva, debemos intentar vivir.