Los escritores marmóreos. La literatura abre todas las posibilidades del lenguaje para construir la percepción en tanto que comprensión corporal de la experiencia. Se Acabó la Épica es el último documental de la directora Matilde Michanie y se centra en la obra de Néstor Sánchez, un escritor de novelas experimentales y extravagantes incomprendido en su época, cuya producción de centraba en la épica intima y personal. La idea narrativa del documental es presentar las dos facetas principales, por un lado, Néstor Sánchez, el hombre con su vida, su cronología, sus pasiones y su devenir vagabundo. Por otro lado, surge la biografía literaria, con sus obras (recientemente reeditadas), la construcción de un estilo y una épica poética sumamente particular sobre la cotidianeidad. Para abordar el primero de los ejes, Michanie entrevista al hijo y al hermano de Sánchez para construir una sucesión de acontecimientos que conducen al autor de Nosotros Dos y Siberia Blues a abandonar a su familia e iniciar un viaje errático hacia Estados Unidos por una beca que nunca completa, y hacia Lima y Caracas siguiendo a los epígonos de las ideas y los métodos de trascendencia de la consciencia del maestro espiritual George Ivanovich Gurdjieff, para finalmente emprender un viaje a Europa para adentrarse en el mundo editorial de la mano de los elogios de Julio Cortázar a su incipiente obra. En función de esta fama editorial y de las traducciones al francés de su primera novela y de la extraordinaria Cómico de la Lengua, y la polémica por el carácter original de su obra, un vacío existencial que lo asediaba desde hacía tiempo se apodera de él y lo conduce cada vez más hacia un abismo que lo devora junto a su obra. La construcción de esta épica ficcional que transforma pero también trasciende la vida diaria es una ruptura con una visión tradicional de la experiencia que lo lleva a buscar una forma nueva de expresión para sus vivencias íntimas. A partir de entrevistas a su ex pareja y a varios colegas que lo sobreviven, Michanie rastrea el origen y el devenir de su necesidad trashumante, que al igual que su estilo literario se funda en una forma de relatar a partir de movimientos corporales basados en estilos y obras musicales, particularmente en la sensualidad y gracia del tango y la pasión e improvisación acompasada del jazz. La obra literaria de alguna manera destruye o consume la energía del hombre y del escritor de El Amhor, los Orsinis y la Muerte, conduciéndolo hacia la oscuridad, donde la única posibilidad de coherencia se centra en los caóticos relatos del diario de su recorrido por las inestables calles de Nueva York en los años ochenta -reunidos en La Condición Efímera- para concluir su vida literaria en los apuntes de su psicóloga, como una nota al pie o un análisis de crítica literaria. Todas sus facetas confluyen a la vez que se escinden para dejar paso al fin de su épica y su imposibilidad de narrar experiencias.
El secreto mejor guardado Néstor Sánchez es, para muchos, uno de los secretos mejor guardados de la literatura nacional. Nacido en el barrio de Villa Pueyrredón en 1935, el autor de Nosotros dos y Siberia blues vivió gran parte de su vida en París, donde su amistad con Julio Cortázar le permitió formar un tándem artístico infalible. Pero después eligió perderse en Nueva York sin que nadie sepa muy bien por qué. Allí estuvo durante varios años, mientras que los suyos lo creían muerto. Hasta que un día volvió a su barrio natal, pero sin la chispa creativa de antaño. “Vaciado de épica”, le decía a sus psiquiatras durante sus innumerables visitas al centro de salud mental. Murió en 2003 en su casa. Dirigido por Matilde Michanie (Judíos por elección, Licencia Número Uno), Se acabó la épica se propone orbitar la figura de Sánchez mediante el testimonio de sus familiares y amigos, el recorrido por aquellos lugares visitados por el escritor durante su vida y la propia obra de Sánchez, atravesada de punta a punta por un fuerte tono autobiográfico. La imposibilidad de alumbrar aquellos puntos oscuros de su vida (¿Por qué se fue? ¿Qué hizo en Nueva York?) y la decisión de Michanie de evadir las imágenes de archivo tiñen al protagonista de un tono fantasmagórico que remite al manto de misterio sobre la figura de Ada Falcón del documental Yo no sé qué me han hecho tus ojos, de Sergio Wolf y Lorena Muñoz. Sin embargo, Se acabó la épica no termina de redondearse como un gran film debido a que por momentos se empantana en la reiteración de recursos (el tren como símbolo del barrio, la cámara subjetiva como encarnación del recorrido hipotético de Sánchez) y metáforas no del todo logradas.
Rearmando la historia Tan sólo con ver las bellas imágenes que Matilde Michanie filmó para el documental Se acabó la épica (2014) podremos no sólo acercarnos a la poesía y prosa de un escritor de los considerados “malditos” y que con el correr de los años ha visto como el mito puede superar a la persona, sino que también asistiremos al intento de realizar cine documental desde otro lugar. De hecho, la historia de Néstor Sánchez, el escritor en cuestión del film, fue de tal complejidad que se necesitó un “rearmado” cronológico por diversos lugares del mundo para poder reconstruir o rearmar su vida y así poder comprender más sobre su obra y su figura. La directora plantea una sucesión de imágenes de las diferentes ciudades en las que Sánchez habitó y recorre con su cámara recovecos que, desde su posición, quizás el autor hubiese pisado o al menos es lo que se sugiere. Se acabó la épica plantea por un lado a la entrevista como lugar de posibilidad de reconstrucción de algunos hechos que, desde la anécdota, reflejen de alguna manera al escritor, pero también con las escenas de las ciudades y barrios hay una búsqueda estilística y personal de un vuelo que no sólo en lo estático aporte datos. El barrio que vio nacer a Néstor Sánchez, Villa Pueyrredón, es utilizado como puntapié para narrar, con sus casas bajas y calles de poco movimiento, pero con el ferrocarril como epicentro de la conectividad con otros espacios y luego el cosmopolitismo que tuvo el autor. En su casa natal el hijo de Sánchez recuerda cómo él se enteró que su padre, ya en Francia, era escritor, y en el detalle que en la actualidad detrás de los vidrios de un modular se acumulan ediciones, hay también una metáfora de qué hacemos como sociedad con los escritores (los archivamos). Y por eso la necesidad y urgencia de películas como ésta. De Néstor Sánchez se ha escrito y hablado mucho, por eso Se acabó la épica busca en los testimonios y hasta en sus propias palabras (leídas en off sobre imágenes) el camino para poder hablar de él sin caer en el lugar común o frecuente de principalmente su última etapa, cuando justamente lo dice el título del film se le acabó la posibilidad de escribir. De ese período y únicamente en la entrevista con una de sus psiquiatras, se recuerdan algunas “maniobras” que Sánchez hacía para evitar caer en loqueros o preso cuando por algún motivo “perdía” su rumbo, y Michanie prefiere, con buen tino, profundizar en la voz de aquellos que lo acompañaron durante su boom y cuando el reconocimiento, de la mano principalmente de Julio Cortázar le llegaron. Se acabó la épica es un film simple y a la vez introspectivo que intenta desnudar una parte del trabajo de escritor que se escapa al cliché del autor sentado frente a una hoja en blanco. El artista es una persona en tránsito que necesita de su entorno, en este caso hasta las ciudades, para poder seguir creando y pensando historias que sean consumidas por el público. Néstor Sánchez creo una manera particular de escribir y la directora trata de homenajear esto con un film que permite generar en el espectador las ganas de poder luego de verlo, y si aún no lo ha hecho, buscar alguno de sus libros para seguir profundizando en él.
Rastros de lo efímero Como esa sombra que se escabulle en la vereda o en la nieve, el misterio del escritor argentino Néstor Sánchez; el mito a través de su obra y figura con forma de pregunta más que de certeza traza las coordenadas de Se acabó la épica, documental de la realizadora e investigadora Matilde Michanie (ver entrevista), quien busca con su cámara y a partir de una serie de entrevistas reconstruir las huellas o rastros que a lo largo del tiempo dejaron tanto las palabras como los viajes de Sánchez, desde la iluminada París hasta una habitación derruida en Villa Pueyrredón, barrio donde nació y en el que murió en 2003. La relación de Néstor Sánchez con la vida y la existencia en su faz banal, algo que el propio escritor se encargó de definir como demasiado corta, lo posiciona desde una actitud ética y podría decirse metafísica para indagar sobre lo que realmente importa y descartar todo aquello que no es útil. Síntesis perfecta del sentido que sólo encuentra un significado de trascendencia siempre que se pueda escribir. Esa consigna o filosofía particular de vida lo condujo a un deambular constante, de acumulación de experiencias extremas como bohemio o simplemente hombre sin lugar para finalmente encontrar algunas respuestas en las enseñanzas de la escuela del Cuarto Camino o en las palabras de George Ivanovich Gurdjieff, guía y maestro espiritual. La realizadora Matilde Michanie apela a la fragmentación para llegar a Néstor Sánchez, da espacio a un conjunto de voces que interactuaron con él como sus amigos de la literatura, su esposa o su hijo, quien acumula recuerdos, postales y novelas de su padre más que experiencias de vida palpables. El aporte que llega desde los testimonios de la psiquiatra del escritor, apadrinado en su primera novela, Nosotros dos, nada menos que por el mismísimo Julio Cortázar y las anécdotas que resaltan un espíritu libre pero a la vez confrontativo con todo tipo de convencionalismo o norma resumen un aspecto central de una personalidad muy compleja, aspecto que el documental no logra completar afortunadamente. El coqueteo permanente con la muerte o un pesimismo sobre la realidad que crece con el correr de los años ponen en manifiesto una mente lúcida que parece haber estado en el lugar justo y en el momento justo, que gracias a la magia de este documental de búsqueda más que de observación se hace presente desde la ausencia; desde los rastros que son la única expresión de un viaje de sombras.
Un exiliado del mundo y de la vida El documental de Michanie cuenta la vida de este gran novelista maldito (a pesar de haber sido apadrinado por Cortázar) de modo deliberadamente desordenado, copiando el estilo literario de Sánchez y construyendo un laberinto que lo refleja. “Cuando bajó del avión traía un bolsito con un piyama y los documentos.” Tratándose de alguien que venía de pasar varios lustros en el extranjero, el dato es por lo menos desconcertante. Salvo que viniera de pasar una década despojado de todo, como Néstor Sánchez. De la propia fama, en primer término. En los ’60, Néstor Sánchez había representado una aparición fulgurante para la literatura de vanguardia en Argentina. Apadrinado por el mismísimo Cortázar, su obra sirvió de iniciación para otros escritores, como es el caso del catalán Enrique Vila-Matas. A Sánchez lo publicaron Sudamericana en Argentina, Seix Barral en España y nada menos que Gallimard en Francia. Pero hay un punto en su vida en que algo se quiebra. O son varios los puntos de quiebre. A esa vida y obra se asoma Se acabó la épica, como quien intuye que se trata de materias insondables. De allí el subtítulo: “Apuntes sobre la vida y la obra de Néstor Sánchez”.Presentando las cosas tal como lo haría una biografía tradicional, debería decirse que Sánchez nació en Villa Pueyrredón en 1935 y falleció en el mismo barrio 68 años más tarde. Porteño de manual en su juventud, fue bailarín de tango (¡a dúo con Juan Carlos Copes!), jugador de billar, burrero y, cómo no, cafisho. Pisando los 30 escribe un primer libro del que reniega y un segundo que se vuelve clave entre iniciados: Nosotros dos, editado por Sudamericana en 1966, por consejo de Cortázar. La misma editorial publica sus “novelas poemáticas” Siberia Blues (1967) y El amhor, los orsinis y la muerte (1969). Ante tanta repercusión, Sánchez se va. Viaja a Perú y Venezuela, vinculándose con seguidores del místico armenio George Gurdjieff, cuyas enseñanzas practicaría hasta el día de su muerte.En Barcelona publica su última novela (Cómico de la lengua, 1973, reeditada post mortem, como casi todas las demás), se gana la vida con traducciones y otros rebusques, lo traduce Gallimard en París, pierde a una niña de meses, su compañera lo deja por excesos alcohólicos. Lo encuentran en coma en el Boulevard Saint Germain, lo expulsan por indocumentado y en Barcelona termina de pelearse con los amigos que le quedaban. Cortázar incluido. Siguiendo a Gurdjieff, se propone despojarse de todo. Literalmente. Abandona la escritura, pasa en Nueva York ocho inviernos en patas y en la calle. Escucha voces que lo instan a caminar. Desaparece del mundo hasta tal punto que en Buenos Aires lo creen muerto y le organizan un homenaje.A mediados de los ’80 pide a su madre un pasaje urgente. De regreso en Buenos Aires publica La condición efímera (1988), al tiempo que comienza a atenderse en el Centro de Salud Mental Nº 3. “No puedo escribir más porque se me acabó la épica”, anuncia a su terapeuta, refiriendo a que su escritura siempre fue producto de lo que le ocurría. “La ética me indica que debería suicidarme; no lo voy a hacer”, remata en el Ameghino. En 2003 lo encuentran muerto de un infarto en su cama. Todo esto, el documental de Matilde Michanie (realizadora de Licencia Nº 1, sobre la Tigresa Acuña, y de Judíos por elección, sobre conversos a esa religión) lo cuenta de modo deliberadamente desordenado, copiando el estilo literario de Sánchez y construyendo un laberinto que lo refleja.Sin embargo, nada más lejos de la vanguardia estética que Se acabó la épica. Más allá de su forma rapsódica –que deja huecos sin rellenar y en ocasiones se permite disociar imagen y sonido–, la línea cronológica que trazan las voces de amigos y parientes (su hermano, su ex mujer, su hijo, su psicoanalista, su traductor al francés) no disiente de la de un documental tradicional. La secuencia introductoria incurre en el vicio más remanido: el de las cabezas parlantes. Por suerte, en el resto del metraje las cabezas se espacian, se recurre poco y nada al archivo y los pasajes de la vida de Sánchez se ilustran con imágenes de los rincones en los que tuvieron lugar. La falta de testimonios específicamente literarios se subsana con fragmentos en off, de los cuales los más viscerales (y terminales) son los del Diario de Manhattan, incluido en La condición efímera.En esos diarios, mientras anda sobre el hielo el ex escritor de culto abjura de Estados Unidos, su vida y su cultura, con ferocidad digna de Louis Ferdinand Céline, a quien alguna vez tradujo. “Cada instante perdido estaría perdido para siempre”, escribe, en un aparte íntimo, dos décadas antes de morir. 7-SE ACABO LA EPICA Argentina, 2014.Dirección y guión: Matilde Michanie.Fotografía: P. Zubizarreta, A. Marquardt, C. Stella, M. Glez, A. Arce Maldonado.Música: Horacio M. Diéguez.Montaje: Andrés Tambornino.Duración: 70 minutos.Estreno exclusivo en Cine Gaumont.
Melancólico y nihilista. Néstor Sánchez, escritor y personaje, viajero transhumante y seguidor de la prédica espiritual de George Gurdjieff, alabado por las palabras y el reconocimiento que a su obra le tuvo Julio Cortázar, crítico del boom latinoamericano de literatura y oriundo de Villa Pueyrredón, barrio en donde moriría a los 68 años en 2003. El autor de Siberia Blues, Nosotros dos y El amhor, los Orsinis y la muerte merecía un documental y por allí anduvo Matilde Michanie, también responsable de Judíos por elección (2011) y Licencia número uno (2008) sobre la "Tigresa" Acuña. La directora se vale de un acotado número de testimonios y de parlamentos extensos para desovillar la vida de Sánchez. Esas elecciones formales provocan que el relato fluya con interés pero, además, que las palabras expresadas en relación al escritor adquieran una gran contundencia. En ese sentido, Se acabó la épica elige sumar sólo lo necesario para comprender a un personaje, escapándose de la frase efímera y del anecdotario de café y sin riesgos. Se explora, por lo tanto, en la dualidad pública y privada de Sánchez, en su larga estadía en Estados Unidos, en su mirada nada complaciente y suicida sobre el mundo, en la búsqueda de un significado a la vida. Sin escaparse de algunas convenciones clásicas en esta clase de documentales, Se acabó la épica también rastrea la pasión de Sánchez por el tango y el jazz, el aspecto melancólico del primero y el carácter improvisado del segundo. Un buen documental, que no sólo refleja una vida particular sino también una manera de observar al mundo a través de una pluma nihilista y melancólica en dosis similares.
Derrotero de un autor. Recupera la mística de Néstor Sánchez, un escritor olvidado cuyo retrato acompaña a sus libros. “No tengo nada que ver con ustedes, que son todos unos capitalistas”, les gritó Néstor Sánchez a sus amigos y editores en Barcelona, España. Y no lo vieron más. El testimonio del escritor español Emilio Sánchez Ortiz pinta el desenlace temprano del autor argentino, cuya literatura espejó su vida. El respeto sin concesiones a semejante evidencia es el gran mérito de Se acabó la épica, el documental de Matilde Michanie que recupera del olvido, en sintonía con varias publicaciones recientes, al autor de Nosotros dos, el misterioso Néstor Sánchez que vivió entre 1935 y 2003. Amigo de Julio Cortázar, fue escritor, traductor, místico y vagabundo. Ese derrotero es el que sigue la documentalista por el mundo geográfico, pero sobre todo por el angustioso mundo interior del autor. Empezando acá, en la Argentina, con su hijo Claudio, su hermano Carlos, su analista en los últimos días, un traductor de Gallimard y la venezolana Teresa Wangeman, última compañera. Entonces Buenos Aires, Caracas, Barcelona, París y Nueva York, donde deambuló hasta quedar exhausto, de donde lo rescató una carta fría enviada a su hijo, que lo buscó por años, y que hoy lo llama maestro y padre. “El abrazo sirve para arrugarse la ropa”, le escribió entonces Néstor, que hace rato usaba distanciarse de todo el mundo. Deambulaba Néstor, escuchaba voces, bebía copiosamente, y se buscaba siempre. Primero, quizá en su escritura; más tarde, en estos periplos de consciente precariedad. Bailaba el tango y amaba el jazz, y profesaba el Cuarto Camino, la doctrina esotérica de su guía espiritual, George Gurdjieff. Pero cerró los caminos a su literatura, y cuando dejó de escribir, se esfumó. Ocurrió en los setenta, en la mitad de su vida. Lo que siguió fue desgarro, abandono. El documental de Mechanie lo transmite. Claro que es una historia para determinado público, como su escritura. Están los mojones biográficos, su barrio, familia, la incógnita de su hijita muerta en España apenas cumplido el año, sus libros, los que escribió y los que no; su libertad para cuestionarlo todo, empezando por él mismo. Si fue o no un autor del boom, si fue o no un gran escritor, es otra historia. Zafa del juicio Mechanie, hace suyo el relato, el misterio y la poesía que reclamaba este documental.
El escritor oculto A los dieciocho años se dio cuenta de que la vida era humo y la muerte una tragedia irreparable”, dice Carlos, hermano del desaparecido escritor Néstor Sánchez, un argentino notable de las letras, colega y amigo de Julio Cortázar, su padrino artístico, a cuya memoria se le dedica este bello documental. Carlos hace un buen racconto de su vida: gran bailarín de tango, incansable buceador del alma, un viaje a Perú lo acerca a la doctrina del Cuarto Camino, de Gurdjieff, a una mujer y a una interminable búsqueda por Europa y los Estados Unidos. Las memorias de Carlos, del hijo de Néstor Sánchez y de su esposa venezolana devuelven una intimidad, una fragilidad que contrasta con el vívido retrato del hombre alto y robusto, inquieto y a la búsqueda de insertarse en el mercado parisino, que dibuja su traductor de la editorial Gallimard. El alcohol, los caballos, la improvisación del jazz, su fuerte carácter, las estrategias literarias, el alma convulsionada; en boca de varios testimonios, esos son colores que perfilan al ausente personaje, el escritor a contrapelo del boom latinoamericano. Pero lo llamativo de este documental es la atinada polifonía de voces e imágenes, bellas fotografías por derecho propio (variados ángulos de la Torre Eiffel, el río Hudson, hallazgos a la vera del camino, sombras de pisadas) con que Matilde Michanie perfila al autor de Cómico de la lengua sin resignar su propia voz artística.
El misterio como motor La figura del escritor Néstor Sánchez está marcada por el misterio, por lo inasible, por lo oculto: el autor de El amhor, los orsinis y la muerte es alguien difícil de abordar tanto desde su obra como desde su personalidad, pero ese vacío es usado por Se acabó la épica, documental que aborda su vida e impacto cultural, como trampolín para iniciar una búsqueda particular, tanto de la identidad del escritor como de su propia narrativa. En verdad, más que documental, Se acabó la épica es una especie de adaptación de la totalidad de la obra de Sánchez a la pantalla grande, poniéndola a dialogar con el lenguaje cinematográfico, en una operación arriesgada, algo fallida pero también indudablemente interesante. Es que el film se permite contar con ciertos convencionalismos, como entrevistas a familiares, amigos y allegados, pero su apuesta principal pasa por recorrer los espacios urbanos que transitó el escritor -como Nueva York, París y el barrio de Villa Pueyrredón donde nació y falleció-, incorporando a su vez diversos pasajes de la literatura de Sánchez. De esta manera, se va convirtiendo en una crónica de lo imposible, de un intento de dilucidar los aspectos identitarios de un hombre que siempre rehuyó las definiciones tajantes. La película acepta esto y a la vez lo niega, busca en todo momento una respuesta a un interrogante que no desea ser respondido. Por momentos, Se acabó la épica se muerde la cola y se la traga el misterio, por lo que le cuesta encontrar un centro narrativo que le permita avanzar con la fluidez requerida, evidenciando que el mundo literario que se retrata no termina de cuajar con las herramientas cinematográficas. Pero a pesar de todo, cuenta con un mérito bastante fuerte, que es su vocación por dialogar con el espectador, de la misma manera que lo hacía Sánchez en sus escritos: en todo el metraje hay un intento por incorporar al público al enigma que se está afrontando, sin conformarse con las respuestas fáciles y permitiendo que una atmósfera melancólica, algo desesperanzada pero también vital invada las imágenes. De esta forma, Se acabó la épica es una película particular y reconocible, aún en sus defectos, construida a partir de la fascinación de lo ininteligible.
Todas las facetas del prestigioso Néstor Sánchez. ¿Quién fue Néstor Sánchez? Los libreros viejos hablan de un escritor prestigioso que experimentaba con las palabras, y cuyos títulos suelen reimprimirse, es decir que aún tiene lectores. "Nosotros dos", "Siberia Blues", "Cómicos de la lengua" (no de la legua) son los más mencionados. Hablan también de un jugador de billar, tanguero amante del jazz, caminador infatigable, seguidor de una escuela mística muy exigente, creativo y autodestructivo, viajero perdido que largos años después volvió a su casa natal, y allí murió. La documentalista Matilde Michanié ("Licencia número Uno", "A vuelo de pajarito"), suele hacer intensos retratos de seres que abandonaron todo para someterse a las rigurosas reglas de otras culturas, como "Judíos por elección", o fueron abandonados, o se dejaron abandonar, por la sociedad, como "Los descampados", sobre dos buenos linyeras que vivían en un baldío frente a lo que hoy es el Hospital Garrahan. Pocos autores como ella, entonces, para rastrear las extrañas facetas de Sánchez. Así se suceden, como capítulos, el testimonio de la doctora del Ameghino que lo atendió en los últimos años, los lindos recuerdos de infancia de un hijo que después debió crecer sin padre, hasta que, en sus propias palabras, se encontró "con un muro y detrás de ese muro la posibilidad de un maestro", y luego los relatos del hermano, de una de sus mujeres, y de dos hombres de letras que lo bancaron en Paris: Alberto Bensoussan, traductor de Gallimard, y el madrileño Emilio Sánchez Ortiz, que pese a todo mantiene el buen humor. El último capítulo se enhebra a través de las páginas del "Diario de Manhattan (la condición efímera)", que es también su libro más suelto y acaso más amargo. Mientras escuchamos esas voces, la cámara descubre los rincones de diversas ciudades por donde anduvo el escritor, a veces confrontando la belleza del lugar con los conflictos que allí ocurrieron, a veces ilustrando lo que hay más allá de las palabras. Por ejemplo, la sombra de quien camina agitado por la nieve escarchada, un paisaje de brumas cuando alguien recuerda el envío de postales, el centro parisino de los seguidores del excéntrico Gurdjieff, con sus extraños bailes y sus pautas agotadoras, el natural enlace de un avión de American con el colectivo 110. Película breve, inquietante, aleccionadora, tal vez. Vale la pena.
Néstor Sánchez (1935-2003) fue un escritor sumamente controversial. En la época prolífica para la prosa y poesía latinoamericana, él logra no sólo de hacerse un nombre por sus méritos literarios, (incluso volverse un protegido de Cortázar), sino que logra ser reconocido como un espíritu transgresor, (a veces mal llamado marginal) en los ámbitos académicos más importantes, por la profundidad y agudeza de su pluma y su visión. Llega "Se acabó la épica" (una de sus frases de cabecera favorita), documental centrado en su figura que nos permite un interesante acercamiento a su obra traído por Matilde Michanie (en su 4to documental luego de "Judíos por elección"). El recorrido que se propone, ofrece un pasaje por algunos terriorios que albergaron a Sánchez en una etapa complicada de su vida (estuvo en Estados Unidos entre 1978 y 1986 en condición precaria y casi nómade), entrevistas con la terapeuta que lo trató durante mucho tiempo, testimonio de amigos y escritores. Lo llamativo de Michanie es que logra mostrar algunas facetas llamativas del escritor, siendo que no contaba con mucho material a priori (con poco archivo fílmico) y en cierta manera era un gran desafío acercarse a alguien de las letras que además, no es muy popular en nuestro tiempo. Bien estructurada, clara y con pasajes de la obra de Sánchez, "Se acabó la épica" se vuelve un patchwork que muestra distintas aristas de un revolucionario de su medio. Y las expone de manera poética y cuidada. Esto ayuda al espectador a conectarse con el hombre detrás de la pluma, el montaje de la propuesta es atrayente (hay que convenir que el autor es de los que hay que conocer) y las palabras del escritor, únicas. Un redescubrimiento de su obra se impone, una vez que el espectador curioso se adentró en este recorrido. En ese sentido, el trabajo cumple. Abre los sentidos y corre el telón para que abordemos a Néstor Sánchez con otra mirada. La que se merece, por la calidad de su obra literaria.
Un revelador documental de Matilde Michanie sobre la vida y la obra del escritor Néstor Sánchez, bendecido por Julio Cortázar, incansable buscador de un sentido de la vida, donde sus experiencias vitales y sus escritos se funden en una permanente inquietud. El autor de “Cómico de la legua”, “Siberia blues” mostrado con inteligencia, talento en toda su locura y misterio.
Un artista maldito bajo una mirada convencional. Néstor Sánchez es uno de los grandes escritores de culto, uno de los secretos mejor guardados de la literatura argentina. Si bien varias de sus novelas fueron lanzadas por editoriales grandes como Sudamericana o Seix Barral, llegó a ser publicado en Francia por Gallimard y elogiado con pasión por Julio Cortázar, el autor de Nosotros dos (1966), Siberia blues (1967), El amhor, los orsinis y la muerte (1969) y Cómico de la lengua (1973) dejó de escribir demasiado pronto, se distanció de sus seres queridos y desapareció del mapa. Durante mucho tiempo, todos creyeron que había muerto, pero vivió como linyera en Nueva York, San Francisco y Los Ángeles. Falleció recién en 2003, a los 68 años, en su barrio de Villa Pueyrredón. Michanié, directora de documentales como Judíos por elección y Licencia número uno, reconstruye la intensa y durísima existencia de Sánchez a partir de conmovedores testimonios de su hijo Claudio, su analista Ruth Taiano, el traductor francés Albert Bensoussan, el escritor Emilio Sánchez Ortiz o su hermano Carlos. Amante del jazz (cuya apuesta por la improvisación inundó su obra), bailarín de tango junto con Juan Carlos Copes, verdadero trotamundos (vivió también en Caracas, Roma, Barcelona y París), este artista influido por la Generación Beat, los surrealistas, la literatura experimental de James Joyce y heredero de la bohemia del Di Tella se convirtió con el tiempo en figura ineludible del contracanon y cuestionador acérrimo del boom latinoamericano que encandiló a Europa. Con el tiempo, Sánchez se fue peleando con sus amigos y distanciando del mundo real. Ligado a la Escuela del Cuarto Camino de Gurdjieff y a las enseñanzas de Carlos Castaneda, entró en una zona mística y esotérica que fue minando su sanidad y su creatividad literaria. Michanié -como hicieron con mayor vuelo Sergio Wolf y Lorena Muñoz en Yo no sé qué me han hecho tus ojos con la figura de la cantante Ada Falcón- intenta desentrañar el misterio Sánchez. El documental es, por momentos, demasiado obvio y convencional para una figura de las dimensiones de este artista maldito, pero aun con sus limitaciones no deja de ser una investigación valiosa sobre un personaje fascinante.
SILUETA ÉPICA El motivo se repite tanto en su vida privada como en la propia obra: lo errante, aquello que no termina de resolverse y se convierte en misterio; como la silueta de unas piernas que vagan, recorren distintos países, se mezclan en el tumulto o quedan expuestas en la quietud de la inmensidad. Porque en ese sinsentido está la esencia: allí se acaba la épica y la única opción es el suicidio; las palabras se escapan y, entonces, sólo quedan balbuceos… En verdad, ¿cuándo comienza la épica? ¿Qué rasgos debe reunir una obra o un hecho para catalogarse como épico? Si uno no está dispuesto a suicidarse, ¿cómo se recupera ese valor? Mejor aún, ¿cómo uno se reivindica a sí mismo? Se acabó la épica, el documental de la argentina Matilde Michanié (Judíos por elección, Licencia nº1), transita por estos senderos pero no como una búsqueda de respuestas sino, por el contrario, a través de nuevas reflexiones y preguntas. Es probable que este método se relacione con el eje principal de la película: los análisis giran en torno a la vida y obra del escritor argentino Néstor Sánchez, una figura nacional que quedó olvidada tanto por su novedad literaria como por su forma de vida. En efecto, los rasgos característicos de la obra de Sánchez tienen que ver con el vagabundeo, el vértigo, con la importancia del no saber, con el agotamiento para llegar a la creación, con búsquedas que poco pueden explicarse sino que se centran en la experiencia en sí misma. Por tal motivo, quizás se torne arduo entender que el escritor vivía como un mendigo o que sus allegados lo creían muerto por la falta de comunicación. De allí la importancia de la épica y la concepción del suicidio como único acto heroico para recobrarla. Los testimonios presentados en el documental no dialogan entre sí, sino que pueden concebirse como bloques autónomos que permiten desarrollar un todo mayor. La independencia se complementa con la falta de linealidad en los relatos y con la voz en off (a veces grabaciones del propio autor, otras de Hernán Lucero) que, en ciertas ocasiones, recita fragmentos de sus libros. La directora no indica con subtítulos los nombres de quienes hablan o su relación con Sánchez. Esta información, a veces, se puede rastrear a partir de sus declaraciones. Otros dos elementos recurrentes durante el documental y que ayudan a conformar el espectro Sánchez son su amor por el jazz y la idea de maestro. En el primer caso, esa libertad total que le ofrece la música (también se menciona el tango y su habilidad de bailarín). En el segundo caso, el reconocimiento tanto de sus pares, como por ejemplo, Julio Cortázar, como de su propio hijo, quien indica: “me encontré con un muro y detrás de él, la posibilidad de un maestro”. Esta admiración también provocará, por decisión propia, la distancia del autor con quienes lo rodean o consigo mismo. Entonces, el torbellino Sánchez se alejará de todo por un largo tiempo, incluso de aquello que era su propia esencia: la escritura. Ese no saber que se volvió ausencia y llevó a la silueta de las piernas a recorrer espacios cada vez más reducidos hasta desaparecer en su propia casa. Pero esta vez de verdad. Por Brenda Caletti redaccion@cineramaplus.com.ar
La sombra del hombre que anda sobre la nieve Escritor maldito de la literatura argentina, fue un excluido. La película, que recupera su voz, es un homenaje al gran solitario. El proyecto literario de Néstor Sánchez estuvo atravesado por la esquizofrenia, las obsesiones y los viajes. Su preocupación por el lenguaje, por la forma, por el estilo rezuma en las páginas de su literatura. Un escritor maldito por lo inclasificable, maldito por su extrañeza, maldito por su cercanía en época al Boom de la literatura latinoamericana, ese conjunto arbitrario de escritores que dinamizaron la escritura y a la vez la insertaron en el mercado. Néstor Sánchez fue un excluido, en todos los sentidos; un vagabundo y un flâneur, ya sea en Buenos Aires, en Nueva York, en París o en Perú. El documental de Matilde Michanié Se acabó la épica retrata el paso –extraviado, ebrio, indigente– por la vida del escritor. La película abre con una sombra de un hombre caminando sobre la nieve, eso fue Néstor Sánchez una sombra que recorrió la literatura argentina de manera fantasmal, una sombra que le escapaba a la corporalidad; su cuerpo inquieto viajero, enfermo, atiborrado de alcohol y palabras, de cigarrillos y frases improvisadas, resultaron textos que como el jazz, balbucean en una marea de luces y sombras y persiguen, obsesivamente la idea de libertad total. La primera etapa de su literatura la componen sus libros Nosotros dos (1966); Siberia Blues (1967); El amhor, los orsinis y la muerte (1969) y El cómico de la lengua (1973). Estos libros conforman una summa literaria que habla sobre todo del desconsuelo, de la imposibilidad del amor –por eso esa hache intermedia, incómoda, imprecisa–, de la orfandad en un universo que siempre le fue ajeno, de la condición efímera y mezquina del hombre, de la brevedad de la vida. Una literatura que se inscribe en el orden de lo filosófico, una escritura profunda que juega con los mecanismos de la lengua, ahuecándola, haciendo explotar sus sentidos, reconstruyéndolos, dándoles nuevas formas, resignificándolos. Novelas que se alejan de lo narrativo y se acercan a la poesía, marcando cierto vértigo del estilo, dándoles a sus escritos un tono musical y hasta cinematográfico. Después de El cómico de la lengua deja de escribir durante más de diez años, hasta que en 1988 aparece La condición efímera, que es la confirmación de su proyecto literario, escribir una antiliteratura que pueda arrasar con cánones, con clasificaciones, con sentidos instituidos. La revolución es siempre estética y por supuesto ética para este escritor marginal y marginado. Su literatura se compone de textos que tienen letras, caracteres y signos; una literatura más cercana a las pesadillas, en definitiva, una escritura efímera y a la vez eterna. Se acabó la épica es un documental clásico en su forma, con entrevistas a sus amigos, a su mujer, a su hijo, a sus colegas; con voces en off –incluso él mismo– que leen parte de sus textos que se anclan en imágenes de ciudades, de espacios que Sánchez recorrió. Su amistad con Cortázar, quien fue un poco su carta de presentación en las editoriales, la presencia de su hijo que cuenta de qué manera se entera que su padre era escritor, las postales que le manda a lo largo del tiempo en el que está fuera del país, el relato de su mujer contando los avatares de Sánchez cuando adhiere a la escuela de Gurdieff. Todas las entrevistas develan la psicosis en la que estaba inmerso y a la vez la lucidez que lo enaltecía. Sobre el comienzo una mujer dice que solían encontrarlo en estado de indigencia en Nueva York o en París, deambulando, perdido. Cuando por decisión propia regresa a Buenos Aires ingresa en un hospital e inicia un tratamiento psiquiátrico. El comienzo del documental es el final de la vida del escritor. La película muestra sus muchas facetas –¿o personalidades?– es un novelista, un eximio bailarín de tango, un traductor, un poeta, un seductor, un indigente, un tanguero. Un tipo que sufre de delirio ambulatorio y camina, recorre, deambula buscando algo, misterioso, incomprensible. El núcleo del documental se detiene en esta idea de lo misterioso. Hay algo, un núcleo duro y productivo que es irrecuperable, nadie sabía nada sobre el escritor, incluso llegan a darlo por muerto en algún momento. Los pasillos despersonalizados de los hospitales, las calles irreconocibles, las huellas de los zapatos, las imágenes de los trenes, de los colectivos muestran este deambular y esta incomodidad de estar en el mundo. Sánchez, a pesar de la búsqueda, nunca encontró su espacio, ese que le da a uno pertenencia e identidad. Las imágenes de los bares, del hipódromo, el susurro del viento sobre las copas de los árboles de París, las oscuras tanguerías son los lugares y las sensaciones que pintan a Sánchez. Al liberarse del peso de la herencia, de la tradición, de la historia, Sánchez eligió sus modos erráticos de pertenencia a un universo convulsionado. Un visionario, un adelantado a su época, un tipo que supo ver que la literatura del Boom latinoamericano era más una estrategia de mercado que buena literatura. Cercano a Severo Sarduy o a Osvaldo Lamborghini –marcados ambos por la marginalidad del sistema literario de los sesenta y los setenta– comparte cierto balbuceo de la lengua, cierta incomodidad que da cuenta en una lengua errante, misteriosa. Un tipo que supo rescatar el valor de la palabra por eso fragmentos de sus textos, de su voz narrativa, pueblan el documental, cuyo principal valor reside en recuperar su voz, sus textos, su vida. En Se acabó la épica, el tema es tan atrayente que se impone sobre la forma convencional que adopta. El lugar de la enunciación es compartido por los entrevistados tratando de recuperar la figura de Sánchez y el montaje musical de las imágenes de trenes, colectivos, aviones, acompañan el recorrido caótico del escritor. En el final como en el principio, marcando la circularidad de la propia vida del escritor que nace y muere en la misma ciudad, en el mismo barrio, los pies helados y el sucio sol, reproducen una caminata, con la lectura del Diario de Manhattan de fondo. La fragmentación del documental obedece a la fragmentación de la vida de Sánchez, los retazos de su vida en familia, de sus mujeres, de su experiencia espiritual y sufriente en la escuela de Gurdjieff, de su vida en EE UU casi como un homeless. Una vida que en algún momento se queda sin épica que es a la vez una ética, en ese momento Néstor Sánchez decide no escribir más. Cuando esa épica se acaba, se acaba la literatura y con ella se adelgaza la vida. Una vida que se arma como un rompecabezas, como su escritura misma con fragmentos, con piezas que igualmente nunca arman un todo. Ese todo, esa vida, esa escritura es y será un misterio repleto de alcohol, tango, palabras y cigarrillos.
“Se acabó la épica is a documentary that recovers and depicts some fragments from the life of Néstor Sánchez, as well as his literary beginnings, his journeys across Europe, his life in the US and his return to Argentina. These fragments come forward through testimonies of people who were related to his personal life and to his writings,” says documentary-maker Matilde Michanie (Judíos por elección) about her new film released yesterday. Often praised by no less than famed writer Julio Cortázar, and yet little known to general readers (and not so general too), Néstor Sánchez was born in 1935 in the neighborhood of Villa Pueyrredón in Buenos Aires and died in 2003 at the age of 68. His literature was characterized by experimental techniques, a nervous and introspective gaze on the many layers of the city where he was born, a strongly poetic and musical edge (jazz was a great influence), and a sense of ongoing discovery. Through his literature, he would pose profound existential queries, which were also part of his everyday life. For him, his personal life and his literature were indivisible, an essential whole to be examined time and again. Even with the pain caused by his psychiatric disorders, Néstor Sánchez kept writing more than anyone would have anticipated. So it’s no good news that Se acabó la épica runs into a corner at this point: its subject matter is far more interesting than its film form. Which is to say that the film is inconsequential, at best. It’s not a total mess, but sometimes it gets so flat that time seems to stand still. Of all choices, Michanie goes for some that are quite unimaginative and overused. She resorts to largely, anecdotic, and little revelatory testimonies to the camera provided by his ex wife, his son, his psychoanalysts, friends and colleagues. More often that not, said testimonies are just informative, as though you were listening to someone reading a run- of-the-mill biography. There’s also a voiceover meant to be Sánchez’s, reciting snippets from his oeuvre in a rehearsed and artificial manner. And there are several merely illustrative images of the places the writer visited in his life, which add almost nothing to the overall portrayal. As regards aesthetics, Se acabó la épica bears pretty much the same flaws found in Michanie’s previous film, Judíos por elección. That is to say, it’s scarcely cinematic: the cinematography is unexpressive, the editing fails to create an engaging rhythm (though, to be fair, the root of the problem lies in the narrative), and the music is played in a very, very formulaic manner. Perhaps the sole asset lies in unveiling many unknown slices of life and bringing to the present the figure of an almost unknown, yet gifted writer.