Se acabó la épica

Crítica de Marcela Gamberini - Tiempo Argentino

La sombra del hombre que anda sobre la nieve

Escritor maldito de la literatura argentina, fue un excluido. La película, que recupera su voz, es un homenaje al gran solitario.

El proyecto literario de Néstor Sánchez estuvo atravesado por la esquizofrenia, las obsesiones y los viajes. Su preocupación por el lenguaje, por la forma, por el estilo rezuma en las páginas de su literatura. Un escritor maldito por lo inclasificable, maldito por su extrañeza, maldito por su cercanía en época al Boom de la literatura latinoamericana, ese conjunto arbitrario de escritores que dinamizaron la escritura y a la vez la insertaron en el mercado. Néstor Sánchez fue un excluido, en todos los sentidos; un vagabundo y un flâneur, ya sea en Buenos Aires, en Nueva York, en París o en Perú. El documental de Matilde Michanié Se acabó la épica retrata el paso –extraviado, ebrio, indigente– por la vida del escritor. La película abre con una sombra de un hombre caminando sobre la nieve, eso fue Néstor Sánchez una sombra que recorrió la literatura argentina de manera fantasmal, una sombra que le escapaba a la corporalidad; su cuerpo inquieto viajero, enfermo, atiborrado de alcohol y palabras, de cigarrillos y frases improvisadas, resultaron textos que como el jazz, balbucean en una marea de luces y sombras y persiguen, obsesivamente la idea de libertad total.
La primera etapa de su literatura la componen sus libros Nosotros dos (1966); Siberia Blues (1967); El amhor, los orsinis y la muerte (1969) y El cómico de la lengua (1973). Estos libros conforman una summa literaria que habla sobre todo del desconsuelo, de la imposibilidad del amor –por eso esa hache intermedia, incómoda, imprecisa–, de la orfandad en un universo que siempre le fue ajeno, de la condición efímera y mezquina del hombre, de la brevedad de la vida. Una literatura que se inscribe en el orden de lo filosófico, una escritura profunda que juega con los mecanismos de la lengua, ahuecándola, haciendo explotar sus sentidos, reconstruyéndolos, dándoles nuevas formas, resignificándolos. Novelas que se alejan de lo narrativo y se acercan a la poesía, marcando cierto vértigo del estilo, dándoles a sus escritos un tono musical y hasta cinematográfico. Después de El cómico de la lengua deja de escribir durante más de diez años, hasta que en 1988 aparece La condición efímera, que es la confirmación de su proyecto literario, escribir una antiliteratura que pueda arrasar con cánones, con clasificaciones, con sentidos instituidos. La revolución es siempre estética y por supuesto ética para este escritor marginal y marginado. Su literatura se compone de textos que tienen letras, caracteres y signos; una literatura más cercana a las pesadillas, en definitiva, una escritura efímera y a la vez eterna.
Se acabó la épica es un documental clásico en su forma, con entrevistas a sus amigos, a su mujer, a su hijo, a sus colegas; con voces en off –incluso él mismo– que leen parte de sus textos que se anclan en imágenes de ciudades, de espacios que Sánchez recorrió. Su amistad con Cortázar, quien fue un poco su carta de presentación en las editoriales, la presencia de su hijo que cuenta de qué manera se entera que su padre era escritor, las postales que le manda a lo largo del tiempo en el que está fuera del país, el relato de su mujer contando los avatares de Sánchez cuando adhiere a la escuela de Gurdieff. Todas las entrevistas develan la psicosis en la que estaba inmerso y a la vez la lucidez que lo enaltecía. Sobre el comienzo una mujer dice que solían encontrarlo en estado de indigencia en Nueva York o en París, deambulando, perdido. Cuando por decisión propia regresa a Buenos Aires ingresa en un hospital e inicia un tratamiento psiquiátrico. El comienzo del documental es el final de la vida del escritor. La película muestra sus muchas facetas –¿o personalidades?– es un novelista, un eximio bailarín de tango, un traductor, un poeta, un seductor, un indigente, un tanguero. Un tipo que sufre de delirio ambulatorio y camina, recorre, deambula buscando algo, misterioso, incomprensible. El núcleo del documental se detiene en esta idea de lo misterioso. Hay algo, un núcleo duro y productivo que es irrecuperable, nadie sabía nada sobre el escritor, incluso llegan a darlo por muerto en algún momento. Los pasillos despersonalizados de los hospitales, las calles irreconocibles, las huellas de los zapatos, las imágenes de los trenes, de los colectivos muestran este deambular y esta incomodidad de estar en el mundo. Sánchez, a pesar de la búsqueda, nunca encontró su espacio, ese que le da a uno pertenencia e identidad. Las imágenes de los bares, del hipódromo, el susurro del viento sobre las copas de los árboles de París, las oscuras tanguerías son los lugares y las sensaciones que pintan a Sánchez.
Al liberarse del peso de la herencia, de la tradición, de la historia, Sánchez eligió sus modos erráticos de pertenencia a un universo convulsionado. Un visionario, un adelantado a su época, un tipo que supo ver que la literatura del Boom latinoamericano era más una estrategia de mercado que buena literatura. Cercano a Severo Sarduy o a Osvaldo Lamborghini –marcados ambos por la marginalidad del sistema literario de los sesenta y los setenta– comparte cierto balbuceo de la lengua, cierta incomodidad que da cuenta en una lengua errante, misteriosa. Un tipo que supo rescatar el valor de la palabra por eso fragmentos de sus textos, de su voz narrativa, pueblan el documental, cuyo principal valor reside en recuperar su voz, sus textos, su vida.
En Se acabó la épica, el tema es tan atrayente que se impone sobre la forma convencional que adopta. El lugar de la enunciación es compartido por los entrevistados tratando de recuperar la figura de Sánchez y el montaje musical de las imágenes de trenes, colectivos, aviones, acompañan el recorrido caótico del escritor. En el final como en el principio, marcando la circularidad de la propia vida del escritor que nace y muere en la misma ciudad, en el mismo barrio, los pies helados y el sucio sol, reproducen una caminata, con la lectura del Diario de Manhattan de fondo. La fragmentación del documental obedece a la fragmentación de la vida de Sánchez, los retazos de su vida en familia, de sus mujeres, de su experiencia espiritual y sufriente en la escuela de Gurdjieff, de su vida en EE UU casi como un homeless. Una vida que en algún momento se queda sin épica que es a la vez una ética, en ese momento Néstor Sánchez decide no escribir más. Cuando esa épica se acaba, se acaba la literatura y con ella se adelgaza la vida. Una vida que se arma como un rompecabezas, como su escritura misma con fragmentos, con piezas que igualmente nunca arman un todo. Ese todo, esa vida, esa escritura es y será un misterio repleto de alcohol, tango, palabras y cigarrillos.