Scream

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

En el cine de Hollywood, las historias se repiten una y otra vez. Y una ¿última? vez si todavía hay posibilidades de exprimirle algo más al concepto original. Muy pocas veces las secuelas, precuelas, reinicios y demás estrategias para reempaquetar el cuento ya conocido resultan interesantes como lo fue el primer intento. Y está bien: el objetivo de la mayoría de esas películas no es aportar novedad sino más de lo mismo para los que ya conocen de qué se trata y encuentran entretenimiento en la repetición. Algo de eso ocurre con esta nueva entrega de Scream, la saga de terror autorreflexivo inaugurada en 1996 a partir de una historia escrita por Kevin Williamson (guionista de Dawson’s Creek) y dirigida por Wes Craven, el exitoso creador de Pesadilla en la profundo de la noche y su inolvidable villano, Freddy Krueger.

Ya sin Craven, fallecido en 2015, ahora la historia del grupo de adolescentes del pequeño pueblo californiano de Woodsboro, tan fanáticos del cine de terror que parecen disfrutar del hecho de ser protagonistas de un cuento lleno de sangre, mutilaciones y referencias cinéfilas, vuelve a la pantalla con los mismos trucos que en sus primeras entregas. En esta quinta película, el metadiscurso utiliza la lógica de la construcción del guion como recurso narrativo en sí mismo para transparentar los trucos que utilizan los escritores del género y así desarrollar el relato y comentar sobre el estado de situación del cine de horror actual. Se ríe de él para alivianar lo pesado, para señalar las trampas de Hollywood y aun así seguir siendo parte del juego que plantea la industria.

En la primera entrega, la idea era que el asesino utilizaba todo su conocimiento sobre las reglas de las películas de terror en su favor y en contra de sus víctimas. En la continuación, eso se transformó en una reflexión sobre las secuelas, las segundas partes y la necesidad o no de que existan más allá de los intereses pecuniarios. Ahora, la vuelta de tuerca apunta a la tendencia actual de Hollywood de revivir películas exitosas y populares de otros tiempos pero no ya como nuevas versiones o reinicios sino utilizando elementos y personajes de las originales para demostrar que son parte del legado de la saga en cuestión. Es lo que sucede con la última película de los Cazafantasmas, con Halloween y hasta en Star Wars, dice uno de los personajes de esta nueva Scream, que recupera al trío de protagonistas del inicio, Neve Campbell, David Arquette y Courteney Cox, para que vuelvan a ponerse en la piel, magullada, de Sidney, Dewey y Gale.

Pensada para ser un festival de guiños para los fanáticos de la saga y en menor medida para los conocedores del cine de terror y sus modas y tendencias, la nueva historia se las arregla para volver al inicio de una manera prolija y apropiada para la época. Eso implica escenas mucho más explícitas y sangrientas, un grupo de amigos en el centro de la trama que no tiene ni el tiempo en pantalla -hay que dejar espacio para los veteranos-, ni la gracia suficiente para interesar al espectador -aunque sí para irritarlo-, y un guion que se esfuerza por demostrar que nada de lo que se dice o de lo que se ve debe tomarse demasiado en serio. Esa es la primera regla del género.