Scream

Crítica de María Paula Rios - Admit One

Bloody Tribute.

En la era de los remakes, las secuelas y “recuelas” (concepto acuñado por la película), llega una nueva entrega de la franquicia noventosa, Scream, creada por el genio de Wes Craven. Después de varios años, toman la posta Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, que de manera ingeniosa logran compensar el carácter irónico y lo autorreferencial con el slasher más puro e impiadoso, sin perder nunca la esencia de la original.

Estamos de regreso en Woodsboro, veinticinco años después, el pequeño pueblo que se vio conmocionado por el temible asesino serial. Donde Tara (Jenna Ortega), una adolescente que se encuentra sola en casa, de repente recibe una llamada al teléfono fijo y comienza a ser acosada por un extraño que usa la misma metodología que Ghostface. Y efectivamente este aparece atacándola e hiriéndola gravemente. Situación que hace que su hermana mayor Sam (Melissa Barrera), vuelva a su pueblo natal, del que estuvo distanciada durante mucho tiempo.

Con su madre en el exterior, Sam regresa a cuidar a su hermanita junto a su novio Richie (Jack Quaid), y revela un terrible secreto sobre su conexión con los asesinatos originales. El patrón se repite. Y aparecen en escena nuevos personajes y lo retros; aquellos que involucrados por los sucesos quieren poner fin a esta nueva pesadilla. Hablamos del policía veterano, Dewey Riley (David Arquette); Sidney Prescott (Neve Campbell), LA protagonista de los terribles hechos primigenios, con un pasado traumático; y Gale Riley (Courteney Cox), la reportera involucrada en los casos de Ghostface.

Elevado a mito, a esta altura Ghostfaces hay muchos. Muchos desquiciados que quieren ocupar el traje negro para ¿ganar fama? ¿para continuar el legado de un asesino, síntoma de una sociedad enferma? Scream 5 es un homenaje. Un homenaje al cine de género y a cómo el mismo fue evolucionado a lo largo de estos años. Un homenaje al legado disruptivo de Wes Craven. Una forma de desafiar al slasher llevándolo casi al límite de la ironía, pero sin que pierda su identidad. Sin perder la fiereza, la crueldad, los litros de sangre derramados.

Scream 5 se gesta (o se erige) en su imposibilidad narrativa y en el metadiscurso. En una época donde el cliché está expuesto, utiliza al mismo para construir suspenso, para poner en duda, para marear. Cualquiera puede ser el asesino, las motivaciones son varias. Divertida, astuta y con buen ritmo, estamos ante una super merecida y bien pensada entrega final.