Scream

Crítica de Horacio Bernades - Página 12

"Scream 5": una fórmula que ya gastó sus trucos.

Las reacciones de muchos de los presentes en la función de prensa de esta nueva Scream (la quinta, una década posterior a la anterior) hacen pensar que la saga creada por Kevin Williamson y dirigida hasta ahora por Wes Craven mutó hasta convertirse en Scary Movie. La primera Scream, de 1996, había logrado reírse y parafrasear el género conocido como slashers movies en su conjunto (películas de cuchilleros locos, en criollo), sin dejar de ser una efectiva, sorpresiva slasher movie. La risa del espectador (y de los personajes) quedaba frizada de golpe por un cuchillazo artero, generando en la audiencia una sensación de incomodidad, de brutalidad, de perversidad incluso. “¿De esta sangre a chorros me estaba riendo yo?” Una inteligente progresión narrativa hacía que las autorreferencias del comienzo dieran cada vez más lugar a la locura asesina, con lo cual lo que había empezado por ser una joda sobre las películas de terror terminaba siendo una película de terror bastante espeluznante.

Pero ahí es donde la franquicia y el material se agarraron a las patadas. La franquicia quería imponer seguir la serie todo lo que la serie dé, pero el jueguito entre el género y la autorreferencia ya había quedado agotado en la primera Scream, no había más cartas para jugar. Sólo repetir el truco con dos cuatro y un cinco en la mano. Es lo que con mayor (las tres primeras) o menor fortuna (la cuarta) hicieron Craven & Williamson, y que a cada entrega iba mostrando cada vez más sus cuatros y sus cincos. Había una opción para no repetirse: correrse un poco de la mecánica cuchillazos + metalingüística + quién o quiénes son los asesinos enmascarados (algo así como Martes 13 + Roland Barthes + Agatha Christie), para dotar a la saga de otras fuentes de atracción. Personajes interesantes, por ejemplo. Hubo dos o tres en las primeras Scream. Básicamente los perversos asesinos juveniles de las primeras (que mataban por pura diversión, o para mostrarse más inteligentes) y el atolondrado y enamoradizo sheriff Riley de David Arquette, versión más comédica del Dale Cooper de Twin Peaks.

Pero los productores, guionistas y realizadores decidieron que escribir personajes era demasiado trabajo, y que lo que “garpaba” era la combinación Ghostfaces rotativos + jodas sobre el género (también sobre la propia saga de Scream, faltaba más) y progresivamente la serie se fue agotando en ese dark alley. Ahora, Sidney Prescott (Neve Campbell) y Gale Weathers (Courteney Cox, que en una próxima secuela podría hacer de Ghostface sin necesidad de máscara) vuelven al pueblo donde-todo-ocurrió, por la única razón de haber sido convocadas por los guionistas, que ya no son sino James Vanderbilt (coguionista de Zodíaco) y Guy Busey. Cuestión de mantener algún sello identificatorio, aunque más no sea en un par de rostros. Vuelve también el sheriff Riley, que se despide (su desaparición es el crimen simbólico más abominable y contraproducente de las cinco entregas), y el resto son los veinteañeros anónimos e intercambiables de toda película de terror contemporáneo, que pueden pasar de una saga a otra sin que uno siquiera se entere.

Como da lo mismo quién mate a quién, cómo y en qué situación, quedan los chistes, que a esta altura son obvios, fáciles y previsibles. A los fans, por lo visto, les basta y sobra con eso. Por qué no fusionarla entonces con Scary Movie y repartir mita y mita, o ponerla como sketch de Saturday Night Live. Y listo.