Sangre y amor en París

Crítica de Ricardo Ottone - Subjetiva

Hablar no sirve

Oh-la-la Paris, sus calles vieron persecuciones y tiroteos protagonizados por celebres locales como Delon, Belmondo o los Repodridos y fueron visitadas por personajes ilustres como James Bond o, más acá, Jason Bourne, con fines igualmente explosivos. Ahora son el escenario de esta reciente buddy movie (la pareja despareja, recuerden) de acción. Jonathan Rhys Meyers con bigotito hace del asistente del embajador norteamericano en Paris, aspirante a agente secreto, con ansia de aventura pero sin entrenamiento y con la correcta pero aburrida costumbre de ajustarse a las reglas. Su primera misión real en campo tendrá que hacerla con un John Travolta pelado y con barba candado, cínico, violento, ególatra, escandaloso y con la incorrecta pero más rendidora tendencia a llevarse todo por delante, sea gente o sean las reglas que, ya se sabe, son un estorbo. Como es de esperarse, la relación empieza como el demonio y, como es de esperarse también, ambos se volverán socios y amigos, maestro y alumno, donde Travolta convertirá a su inexperto compañero a su mundo maleducado, prepotente y feliz.

El insufrible personaje de Travolta (que se supone debería terminar cayéndonos simpático con el tiempo) se pasa de canchero mientras insulta y desprecia a todo el que se le cruza o dispara a mansalva sin que se le inmute la cara de banana con una facilidad que hace de cada enfrentamiento un tramite. Precisamente esa facilidad con que el personaje resuelve todo, peleando como de taquito, bajando muñecos que no le presentan ninguna dificultad, como si fueran los patitos de un tiro al blanco de feria, vuelve todo muy repetitivo y tedioso.

La trama es irrelevante pero no le importa a nadie, empezando por los autores, porque está todo lo de rigor: tiros, piñas y explosiones a granel, persecuciones automovilísticas, drogas y terroristas (sexo no hay, pero todo no se puede). A quien no le moleste ver otra vez la misma película que ya vio cien veces (y muchas veces mejor) y le puede adivinar cada paso, tiene para entretenerse. En la misma línea tendrán también chistes burdos, desconfianza y desprecio por las mujeres y racismo. Todos los malos son chinos, árabes o pakistaníes y la religión musulmana lleva al fanatismo y al crimen. Quizás se trate de una incorrección estudiada pero quizás sea simplemente que los responsables del film piensan así.

Pese al titulo local y también al original (“De Paris con amor”, obvia referencia a “De Rusia con amor” de la saga Bond) no hay mucho amor. Al contrario que en la canción, acá el amor no es más fuerte, por lo menos no más que un buen tiro, que se transforma en la decisión correcta, como lo demuestra el consejo del personaje de Travolta a un compañero demasiado blando: “hablar no va a funcionar, tenés que disparar”. El desarrollo posterior le va a dar la razón, una lección de vida…