Sangre en la boca

Crítica de Rodolfo Montes - La Capital

Una pasión sobre el ring

Una de boxeadores, pasión y sexo delicioso. “Sangre en la boca”, es verdad, transita un camino algo trajinado: la historia de un boxeador llevado en la vida por una “incorrecta” pulsión autodestructiva. Parece que lo tiene casi todo, consiguió un razonable recorrido de éxitos deportivos, un amor filial y también erótico con una mujer que lo acompaña en la vida, y le dio dos hijos. Pero no va conseguir encontrarle un final digno a su carrera deportiva: una mujer 20 años más joven, bella, audaz, le hará tocar el cielo con las manos, abandonar a su familia, al tiempo que besar la lona de la derrota.

El enorme trabajo de Leonardo Sbaraglia conecta con el de Eva de Dominici para describir la pulsión perturbadora que los une. Y en eso la película vale la pena. El boxeador y la aprendiz de boxeadora entrelazan pasión y técnica del golpe, con los guantes puestos. No menos de tres cámaras van escudriñando, disfrutando, los detalles de esos dos cuerpos unidos. Que sucede antes, después, o durante el momento de los guantes, del entrenamiento. La pulsión erótica, desde ya, se emparenta a la pasión por el box, ceño fruncido, postura desafiante, la amenaza del golpe, y la técnica para esquivarlo. Algún espectador podrá preguntarse por qué tantas escenas de sexo. Nunca es mucho el sexo siempre que ayude a contar la historia, que preserve una dimensión estética concordante con toda la película.