Sangre en la boca

Crítica de Paula Caffaro - CineramaPlus+

SANGRE EN EBULLICIÓN

Ramón (Sbaraglia) es un boxeador consagrado a punto de retirarse, pero el destino le presenta a una joven novata misionera que pone en jaque sus planes jubilatorios. Débora (De Dominici) no sólo enciende el deseo de Ramón sino también una ráfaga de vitalidad que lo empuja a abandonar el retiro en pos de defender lo que para él significa la vida: el título sudamericano y su familia.

Sangre en la boca es un filme que pone en escena imágenes que ilustran la decadencia de un campeón, y si bien los personajes rozan el estereotipo, el concepto general logra transmitirse cuando la pantalla desborda emocionantes combates sobre el ring en las que los cuerpos dolientes vibran al ritmo de las conciencias que se debaten entre el bien y el mal.

Una familia constituida no bastará para frenar el deseo que despierta la sensual Débora quien como una sirena homérica obnubila a los hombres con su canto. Un cuerpo perfecto se combina con un pasado sufrido, pero lo más atractivo no son esas cualidades, sino su hambre de sobrevivir, su espíritu guerrero. Débora no tiene edad ni apellido hasta que en un cajón de la pensión el secreto se devela, y Ramón ahora tendrá que pensar muy bien qué hacer. Ella es muy joven pero la carne siente y el deseo late incesante.

Ubicada en los barrios bajos de Buenos Aires, la película pinta el cuadro perfecto donde se representan los personajes y los escenarios característicos: el club de barrio, el político en ascenso, el bar nocturno, el boxeador bien “macho” y la pueblerina acostumbrándose al ritmo citadino. Y es ahí, en ese tiempo y espacio de construcción verosímil donde la cama es otro espacio de lucha además del ring. Son esas dos batallas cuerpo a cuerpo en las que la sangre bulle con la misma intensidad, y la tensión entre la violencia permitida por las reglas del boxeo y la prohibida por la cultura parecen tener los límites desdibujados.

Con Leonardo Sbaraglia en un personaje de destaque, Sangre en la boca no sólo emana sed de victoria, sino también desenfreno pasional por la posesión del cuerpo del otro. Ese espacio por momentos inalcanzable que se debate entre lo permitido y lo denegado; entre el confort de la zona segura y la invitación a la aventura amorosa.

Por Paula Caffaro
@paula_caffaro