Sangre del pacífico

Crítica de Rodolfo Bella - La Capital

“Sangre del Pacífico” tiene la cualidad de los sueños. El director Boy Olmi juega con el carácter aleatorio de algunas escenas de su ópera prima que gira en torno a una chica peruana que llega a Buenos Aires para trabajar como mucama y un director de cine que quiere rodar una película sobre las guerras de independencia. Y además le hace lugar en el guión, también responsabilidad de Olmi, a la naturaleza caprichosa de lo onírico.
   Desde los primeros minutos queda claro hacia dónde apunta el relato de esas dos historias contrastantes. Charito, en una cabaña en medio de la selva, se despide de su hijo. El cineasta, en un suntuoso ambiente de Buenos Aires, intenta comenzar a escribir el guión de su, quizás, último filme. Pero lo único que cae de su lapicera es sangre. Es que la película es también la historia de varias conquistas: la de la dignidad de los personajes femeninos centrales y la de las batallas contra el pasado y el presente del protagonista masculino.
   Olmi eligió un camino difícil para narrar su historia y escribió un guión que intenta desafiar al espectador. El actor y director mueve sus piezas con precisión, pero las contextualiza con escenas extrañas a un relato lineal, que además lo obligó a un exigente proceso de montaje y a la utilización de diversos recursos técnicos.
   Así, los sueños, que irrumpen no como una explicación de la realidad sino como un complemento de los personajes, aparecen en blanco y negro, o las imágenes se superponen para mostrar el desgarro del desarraigo, o los abruptos cambios de escenario donde la nostalgia puede transformar una cama en una canoa.
   Detrás de lo formal —que incluye una muy lograda factura técnica y un cuidado diseño de arte— y la elección de las locaciones, se trasluce un complejo proceso intelectual, aunque la multiplicidad de temas que Olmi encara no siempre suman al relato. Algunas digresiones por momentos lo atomizan y le quitan impulso a un filme construido en base a la potencia de una idea arriesgada como lo es hablar de la forma en que lo onírico y el pasado pueden determinar el presente.