Sangre blanca

Crítica de Tomás Ruiz - EL LADO G

Una historia que prometía mucho por su oscuridad, termina cayendo abruptamente por la falta de un guión estable y conciso.

No caben dudas de que el cien argentino viene cambiando desde un tiempo a esta parte. Historias maduras, directores que intentan mostrar un sello distintivo en las obras y actrices y actores que han elevado la vara por sus interpretaciones de primer nivel. El Ángel, La Quietud y Acusada, son los casos más recientes de esto y este buen momento se vio reflejado en la taquilla nacional, colocando a estos films por sobre otros extranjeros y de mayor renombre. Pero para este momento de alza del cine argentino, no todos pueden ser éxitos, no todos pueden transmitir el mensaje que se quiere en una primera instancia y ahí es donde entra Sangre Blanca, la nueva película dramática dirigida por Bárbara Sarasola-Day y protagonizada por Alejandro Awada y Eva De Dominici.

Sangre Blanca, cuenta la historia de Martina (Eva De Dominici), una joven que, junto a su pareja Manuel, hacen de mulas para pasar un cargamento de cocaína dentro de ellos, a través de la frontera entre Argentina y Bolivia. Los problemas comenzarán cuando Manuel se descompense por ingerir estas cápsulas y Martina deberá recurrir a su padre (Alejandro Awada) en busca de ayuda, no solo para ver qué hacen con Manuel, sino también para librarse de la presión de sus jefes mafiosos que le pisan los talones a Martina exigiendo el total del cargamento solicitado.

En 2014 la directora debutó en un largometraje llamado Deshora, un filme que le valió la nominación a Mejor Opera Prima en el festival Cóndor de Plata de ese año, su primer gran trabajo llamó la atención del público y la prensa, convirtiéndose en una de las revelaciones de aquel momento. Lamentablemente para ella, esta segunda película no puede asemejarse a su debut. En un película carente de sentimiento y emoción, la historia se ve sometida en un guión absurdo, irreal y exagerado en partes iguales. Esta buenísimo que se quieran hacer historias más fuertes, que sean oscuras y maduras, pero el guión tiene que poder sostener eso que se busca y la verdad que acá hace agua por todos lados. La edición de sonido también se nota forzada, desviando el foco de atención y muchas veces logra tener mayor participación que los diálogos. Hablando de los diálogos, la inverosimilitud que se maneja es absurda, todas las charlas que tienen los personajes carecen de “alma”, se ven sumamente estructurados y, sobretodo, forzados. La fotografía si se destaca, buscando lograr una puesta en escena que transmite más que los propios actores.

Las actuaciones en general cumplen, pero a diferencia de Lali Espósito en Acusada, Eva De Dominci no cumple para nada con las expectativas. La sobre-actuación podría definir a la perfección su tarea, pero también debe haberse visto afectada por un guión que parece no darle la libertad necesaria para que ella misma se sienta cómoda con el papel. Awada en cambio, esto le juega a favor, porque su papel debe ser frío, debe estar lejos del sentimiento, tiene que ser un tipo metódico y con intenciones claras, que no son las que su hija pretende. El resto del elenco casi que no tiene participación, ni siquiera en el momento de “máxima” tensión del desenlace, uno de los peores errores que podrían suceder.

Una historia que prometía mucho por su oscuridad, termina cayendo abruptamente por la falta de un guión estable y conciso. La pequeña mancha de esta “nueva era” del cine nacional, lamentablemente tiene nombre y ese es Sangre Blanca.