Sangre blanca

Crítica de Lucas Moreno - La Voz del Interior

A los diez minutos de película uno entiende cuál será la desgracia de Sangre blanca: nada tiene que contar más allá de una anécdota sórdida con narcotraficantes. Pretender que de esta anécdota se desate un psicodrama entre padre e hija lo hace aún más evidente. Su directora, Bárbara Sarasola-Day, tampoco logra darle textura al tiempo muerto, batallando entre el lirismo de una espera y la intensidad del thriller.

Eva De Dominici y Rakhal Herrero cruzan la frontera de Bolivia a Argentina con cápsulas de cocaína en el estómago. Ya de entrada resulta exigente conectar el cuerpo hiperestilizado de Eva De Dominici con la figura de una mula; verla transpirada con su musculosa blanca y el pelo atado la aproxima más a Tomb Rider. Pero aún hecha esta concesión, inclusive luego de testimoniar la ingesta de laxante y la excreción de las cápsulas, poco cierran sus motivaciones, su pasado, su conducta errática. Un velo de misterio psicológico que en lugar de sugestionar, desconecta. Algo extraño en Sarasola-Day si pensamos en su ópera prima, Deshora (2013), que trabajaba con prolijidad la dimensión íntima de los personajes.

En esta operación narco algo sale mal, así que Eva De Dominici llama a su padre, Alejandro Awada, para que la ayude a abrir un cadáver y sacar más cápsulas de cocaína. El padre nunca se hizo cargo de su hija y esto le impondrá al relato un tono terapéutico absurdo. Reclamos, perdones, comprensiones, etcétera, todo recitado en un cuarto de hotel siguiendo los procedimientos del teatro filmado.

Por suerte la cámara sale al exterior y regala planos muy buenos del norte argentino. Filmar la precariedad y el desorden arquitectónico de estas ciudades no suele ser fácil, pero el ojo de la directora de fotografía, Soledad Rodríguez, logra acoplar paisaje, habitantes y edificios con juegos lumínicos por demás interesantes. El sudor, la erosión de las paredes, el polvo, el sofocamiento, serán estados transferibles para el espectador. No podrá decirse lo mismo de la narrativa, indecisamente sórdida y tibiamente dramática.