Sangre blanca

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Segundo largometraje de Bárbara Sarasola Day, "Sangre Blanca", explora los vínculos filiales en medio de una situación extrema. ¿Qué es lo que hace a una historia original? De dos premisas ya transitadas varias veces por el cine, el talento puede lograr originalidad al unirlas. Los dramas fronterizos no son ninguna novedad.
Gente tratando de pasar contrabando de drogas en medio de los controles entre dos países, a veces, cargándolo sobre su propio cuerpo. Pensemos en "Expreso de medianoche", "Traffic", o "María llena era de gracia". Menos novedoso son aún las películas sobre relaciones de hijos con padres ausentes.
En su segundo largometraje Sangre Blanca, Bárbara Sarasola Day, hace “chocar” ambos frentes, y el resultado es un argumento sencillo, y lo suficientemente original como para captar inmediatamente. Martina (Eva de Dominici) llega con un hombre, a un hostel en la frontera con Paraguay. Se nota la premura en ambos.
Ya en la habitación, el hombre comienza a sentirse mal, pero no pueden ir al médico. Los dolores se agravan, y fallece. Una de las cápsulas de cocaína que llevaba en su interior se desintegró, provocándole la muerte.
Martina debe encargarse del cuerpo, pero antes, debe expulsar sus propias cápsulas. A los hombres a quienes debía entregar “la mercancía”, obviamente, no les interesan las razones; le dan un plazo para que ella entregue todas las cápsulas, las del hombre también, y se deshaga del cuerpo. Ante la desesperación por no tener a quién recurrir, Martina se ve obligada a llamar al hombre que menos quería ¿o no?
Su padre, que ni siquiera se hace cargo de su existencia. Necesita un auxilio, el que sea, que la vengan a ayudar que ayuden con el cuerpo, que le den más tiempo de vida. Cuando su padre se niega, ella decide extorsionarlo con contarle todo a su familia; así, a él (Alejandro Awada) no le queda más remedio que asistir. El gran acierto de Sarasola Day será balancear de modo equilibrio tanto el thriller narco, como el drama íntimo familiar.
"Sangre Blanca" es un film sobre la relación de una hija, queriendo reconectar con un padre que la niega sistemáticamente. Obviamente es fruto de una unión extramatrimonial ¿una prostituta?
Él ya tiene una vida hecha, con una esposa y otros hijos, con los que lleva una imagen intachable; lo que menos quiere es conectar con esa mancha en su currículum. Tal como sucedía en "Deshora", a Sarasola Day le interesa revisionar los vínculos sucios. Crear un limbo en el que nada es demasiado claro, donde la desesperación, la necesidad, y el amor se confunden.
Como tal, prevaleciendo los vínculos, estos no se expresan tanto en palabras. "Sangre Blanca" es un film de gestos y situaciones, entre los dos protagonistas, no hay la mejor de las relaciones como para hablan largo y distendido. Los dos quieren terminar con esto cuanto antes. Sin embargo, peso a tener grandes silencios, su directora maneja un timing de tensión exacto, que hace que el film nunca sea aburrido, pesado, ni menos moroso. Desde el primer instante capta nuestra atención y no nos larga.
Sobre este último punto es fundamental el contexto.
Esa espada de Damocles permanente que pesa sobre Martina, esa imposibilidad de sacarse al muerto de encima (literalmente), y la desesperación por saber que deberá vaciar un cadáver. Todo eso, apunta el condimento de policial necesario para que la acción en el film sea continua. Alejandro Awada es ideal para este tipo de papeles, seco, de emociones internas, medio querible, medio despreciable, escondedor.
Tenemos otra gran actuación suya. Eva de Dominici vuelve a sorprender. Es grato ver como una actriz que podría quedarse en la comodidad del culebrón dado su natural canon de belleza, elige el cine para arriesgarse en roles diferentes, fuertes.
Martina le escapa al cliché. No es la típica mujer humilde marginal, es adicta pero tampoco se subraya ese dato sobremanera. Es una mujer que, en otras condiciones, llamaría la atención, no por su peligrosidad, sino por su presencia. Dominici la compone desesperada, siempre al borde del llanto y quebrada; no era fácil hacerla creíble, y ella lo logra. También era fundamental la química entre ambos.
No es la química normal entre un padre y una hija. Hay factores especiales. Influye que él no quiere saber nada, que ella quisiera reconectar y romper la muralla de ese hombre; y sobre todo, afecta el contexto. Ellos se rechazan y se atraen.
Bárbara Sarasola Day maneja esta vinculación con precisión, logrando el punto más importante de la propuesta.
Esa zona fronteriza tampoco es presentada bajo el típico cliché, se ve y se siente real. Sucia, sudorosa, polvorienta, marginal pero con seres de diferente clase. No estigmatizada.
"Sangre Blanca" no necesita ser una película enorme. Es una propuesta de atmósfera, con los diálogos justos pero mucho ritmo de tensión, una historia ya conocida pero con los ingredientes correctos para capturar la atención, y dos protagonistas en sus mejores formas. El resultado es una película que convence.