Samarra

Crítica de Martín Stefanelli - ¡Esto es un bingo!

La suma de las partes

A unos minutos del comienzo de Redacted, un soldado norteamericano que es grabado por un compañero dice mirando a cámara una frase que por trillada no es menos cierta, dice que en la guerra la primera baja es la verdad. Lo sabemos quizá desde la Segunda Guerra, pero nos fuimos haciendo más conscientes de eso a medida que la producción y distribución de imágenes fueron creciendo exponencialmente. Desde hace bastante tiempo la pelea hay que darla tanto en el campo de batalla como en los medios. Ya para la Guerra del Golfo el control que se ejercía sobre la información y la forma en que circulaba la convertían, después de mucho tiempo, en el primer conflicto sin cadáveres ni horror. A principio de los noventa, CNN fue el gran acaparador del relato de esa guerra. El canal de noticias unificaba a los espectadores frente a una sola pantalla con un material editado en conjunto con las fuerzas militares.

Unos años más tarde, la aparición de Internet y la posibilidad de acceder a los dispositivos digitales de captura y emisión de imágenes quiso presentarse como la fase democratizadora de los medios. Lo que obtuvimos de eso no fueron más que fragmentos dispersos de realidad que escapan a cualquier sentido que vaya por encima de lo puramente concreto que asoma en cada uno de ellos. Por eso De Palma, en un contexto como este, no reniega de la edición que se hacía en CNN sino que a esa edición (llamarla montaje sería un total anacronismo) le impone y contrapone la suya. No hay otra manera de entrar en el campo de batalla de la información que interfiriendo en el proceso de su divulgación. Es en la sala de edición donde se construyen las verdades en pugna porque ahí es donde las cosas cobran sentido. Redacted no lucha por el ya acorralado concepto de objetividad sino por reunir las pantallas desperdigadas con la intención de sostener su propio relato de la guerra.

Está claro que De Palma no trabaja con videos sino con pantallas: de cine, de televisión, monitores. Para contar lo que le sucede a un grupo de soldados norteamericanos en Irak antes, durante y después de llevar a cabo la violación de una chica de catorce años y el asesinato de toda su familia, se hace de elementos ficcionales que imitan los códigos de diversos medios: un documental francés, los videos personales de un soldado, un canal de noticias iraquí, videos subidos a Internet, cámaras de seguridad y teleconferencias. En ninguno de los casos las imágenes se transforman para ser trasladadas al cine, no pierden su textura de origen, y cuando la película nos muestra, por ejemplo, un video de Youtube, no sólo vemos eso sino el resto del sitio web, de la misma manera que cuando la cámara sigue a una reportera el logotipo del canal se recuesta en una de las esquinas. Reunificar pantallas no es otra cosa que reunificar espectadores. En este caso se trata de poner frente al cine a los que mirábamos fragmentos en soledad.

Con todo eso Redacted construye una narración que no es más verdadera que la cobertura que pueda hacer un canal de noticias. No importa que los soldados sean tres o cuatro tipologías del norteamericano que se muestran grotescos frente a la cámara, o mejor dicho, importa porque ese clásico gesto depalmiano (sepan disculpar la adjetivación) de la exacerbación sirve para mostrar el carácter ficcional de cualquier material editado. No hay en esta película la mínima intención de decir la verdad. Lo que hay, más bien, al desterrar las imágenes de su hábitat, son las ganas de poner en debate el estado de situación de los nuevos medios y su relación con los que ya no se pueden llamar espectadores. Y sobre todo, hay una enorme voluntad de hacer rugir una voz que no se escuchaba. Dos cosas que hacen de Redacted la mejor película sobre la invasión de Irak.