Salvajes

Crítica de Laura Osti - El Litoral

Casi, casi un videoclip

Es cierto que el cine es amplio y generoso. Admite historias de todo tipo. En el cine casi todo es posible y parece que no hay prenda que no le siente. O dicho de otra manera, en el cine siempre hay público dispuesto. O más bien, con un par de ideas básicas podés hacer desde una película taquillera clase B hasta un peliculón que rompa todos los parámetros estéticos convencionales y siempre habrá alguien que la quiera ver.

Por eso se pueden apreciar muchas veces buenas ideas maltratadas en formatos mediocres y desprolijos, o, en el otro extremo, exquisiteces formales para hablar más o menos de lo mismo que habla la vecina en una tarde aburrida sin nada nuevo que contar.

Quiero decir, “Salvajes”, la última película de Oliver Stone, toma un tema candente que ocupa mucho tiempo en los medios de comunicación últimamente: el narcotráfico y sus manifestaciones violentas. Inspirado seguramente en las imágenes truculentas de muertos decapitados en las regiones calientes de México, el director estadounidense se puso la cámara al hombro y quiso mostrar cómo ve él las cosas. Más bien, se lo hace decir a una joven, porque el relato en primera persona está puesto en boca de O (de Ofelia), la muchacha protagonista de esta historia (Blake Lively).

O es una chica muy joven, muy rubia y muy linda, que creció en un hogar en el que la madre cambiaba de marido como de vestuario y no tenía mucho tiempo para dedicarle a su adorable pequeña. O es una joven rica que creció sin afecto. Ese sentimiento lo encontró al lado de dos muchachos, Chon (Taylor Kitsch), un ex combatiente de la guerra de Irak, y Ben (Aaron Taylor-Johnson), un pacifista budista experto en botánica, especialmente en plantas de marihuana.

Estos muchachos son amigos y socios en el próspero negocio del cultivo de las mejores plantas de marihuana en California. Han conseguido un producto de altísima calidad que distribuyen a través de una amplia red, lo que les permite vivir muy confortablemente junto a la bella O, en un triángulo amoroso ultrafuncional.

¿De dónde vendrán los problemas? Pues, de la competencia. Estos chicos hacen alarde de su independencia, cosa que molesta a los capos de la droga, sobre todo los vinculados al comercio de la cocaína. Entonces empiezan a acosarlos para que acepten asociarse con ellos. La invitación no acepta un no como respuesta y ahí empiezan los líos.

Captar la realidad

El tono de la película de Stone tiene más semejanza con la historieta que con la vida real, aunque no hay que subestimar su capacidad para captar la realidad, porque no hay por qué pensar que los narcotraficantes tengan un cerebro mucho más sofisticado que lo que se ve en la pantalla. Es muy probable que sus mentes funcionen así como lo muestra la aparentemente fantaseosa película de Stone. Es probable que haya cierta ironía en ese enfoque y que pese a todo, refleje el mundo de los narcos tal como es: drogas, sexo y violencia, y dinero, mucho dinero para gastarlo a manos llenas en todo lo que se te antoje.

“Salvajes” cuenta los pormenores de una guerra entre capos de la droga rivales, que se disputan el mercado. Los más violentos son los mexicanos, donde un tal Azul le hace la guerra a La Reina, y ambos terminan destruyéndose mutuamente a causa de los hipposos californianos.

¿Quién pondrá fin a la carnicería? Un corrupto agente de la DEA capaz de controlar la situación y poner a todos en caja.

“Salvajes” parece un cuento de hadas al que no se puede tomar muy en serio. Muestra una versión casi paradisíaca de la violencia narco, en un estilo demasiado parecido al que puso de moda, tiempo atrás, Quentin Tarantino.

Se lucen John Travolta, como el oportunista agente de la DEA; Salma Hayek, como La Reina, una jefa narco despiadada y cholula; y Benicio Del Toro, como Lado, su bruto brazo armado más cruel y sanguinario.