Salvajes

Crítica de Fernando López - La Nación

Drogas, violencia y prejuicios

Oliver Stone deja temporariamente de revisar con ánimo crítico la historia reciente de su país, los personajes políticos que la han protagonizado, las guerras, el mundo de las finanzas o el del deporte, para meterse en territorio de la pulp fiction y dedicar largos 130 minutos a desarrollar una feroz guerra entre traficantes de droga que se disputan el dominio del mercado en la zona de la frontera mexicano-norteamericana. Es decir que este Stone está lejos del de J.F.K., Pelotón o Wall Street y cerca del de U-Turn, camino sin retorno o Asesinos por naturaleza , lo que significa que sobrarán exageración, trazos gruesos, clichés, trampas, escenas de fuerte impacto y violencia de toda especie. Todo alternado, por cierto, con ocasionales tramos en los que el veterano realizador hará algún alarde de sus recursos formales.

Nadie esperará, tratándose de Stone, que haya espacio para las sutilezas. Tampoco para la ironía. Y eso se confirma ya en el comienzo del film, cuando tras un ominoso video sobre perversos enmascarados y aterrados rehenes, una bella rubia se ocupa de anticipar algunos datos de la historia que vendrá ("una de esas en que todas las cosas se descontrolan") no sin advertir que el hecho de que ella esté contándola no significa que vaya a estar viva cuando concluya.

LA HIPOTENUSA

La chica se hace llamar O y es la hipotenusa del curioso y feliz triángulo amoroso que conforma con dos jóvenes, amigos inseparables, que se han enriquecido en la moderna industria de la marihuana. Por eso los tres viven en un paraíso californiano bronceándose al sol, tomando copas, drogándose, compartiendo sexo y diversión, y vigilando el continuo perfeccionamiento de su producto.

Bien distinto es el panorama entre sus rivales de un cartel mexicano que presiona cada vez más para apoderarse de la floreciente pequeña empresa, hasta que las continuas negativas de los emprendedores del Norte los llevan a adoptar métodos más drásticos, secuestro y tortura incluidos. Y el blanco es O. Ya se sabe que sus muchachos, que incluso derivan ganancias para actividades humanitarias en el Africa, harán lo imposible por recuperarla. Tienen con qué.

Son largos minutos de la guerra más encarnizada en la que, por supuesto, los salvajes del título -los latinos- harán honor al calificativo, con Benicio del Toro y Salma Hayek a la cabeza. Todos los estereotipos valen para Stone, aunque a esa mirada prejuiciosa y discriminadora (que quizás intenta equilibrar con las bajezas del agente de la DEA animado por Travolta), todavía agrega otro error imperdonable con un giro final que equivale -como suele decirse- a dispararse un tiro en el pie.