Rush - Pasión y gloria

Crítica de Matías Orta - A Sala Llena

Coches espectaculares, carácter, velocidad. El mundo del automovilismo es demasiado fascinante como para que el cine pase mucho tiempo ignorándolo. Este subgénero tuvo su apogeo a fines de los ’60 y principios de los ’70, de la mano de obras como las ambiciosas y realistas Gran Prix, de John Frankenheimer, y 24 Horas de Le Mans, protagonizada por Steve McQueen. Luego hubo exponentes interesantes, como Días de Trueno (en varios aspectos, mejor que Top Gun, ya que también contaba con el tándem Tom Cruise-Tony Scott) y la fallida aunque entretenida Alta Velocidad, con Silvester Stallone. Rush: Pasión y Gloria recupera el espíritu de aquellas gloriosas películas de antaño centradas en pilotos icónicos que trascendieron el microcosmos de las carreras de autos.

Fórmula 1, década del 70. Por un lado, James Hunt (Chris Hemsworth), un playboy arrogante, mujeriego, atractivo, que se destaca tanto en las pistas como en la cama. En la vereda de enfrente, Niki Lauda (Daniel Brühl), gélido, cerebral, perfil bajo; un genio de la mecánica que logra mejorar el rendimiento de vehículos de por sí espectaculares, y un ganador nato. Dos maneras muy distintas de competir y de vivir, que se detestan tanto como se complementan. En el medio de este duelo, amores, peleas, egos y tragedias personales...