Rumbo al mar

Crítica de Patricio Ferro - CineFreaks

El último viaje.

Rumbo al mar es una película en la que Santiago y Federico Bal, padre e hijo en la vida real, interpretan dos personajes con la misma relación parental que realizan un viaje en moto desde Tucumán hasta Mar del Plata. Esta dirigida por Nacho Garassino, y completan el elenco Anita Martinez, Zulma Fayad y Laura Laprida, entre otros.

Basado en un guión de Juan Faerman, Rumbo al mar es una road movie en la que Julio (Santiago Bal), es un anciano al que le diagnostican poco tiempo de vida debido a una enfermedad terminal, y decide ir a Mar del Plata en moto con su hijo Marcos (Federico Bal). Pero a lo largo del viaje vamos descubriendo que esta aventura es en realidad una excusa para recomponer el vínculo entre ellos y solucionar algunos asuntos pendientes.

Un aspecto importante que vale la pena destacar de esta película es que los lazos que vinculan a su dúo protagónico son reales, y eso le aporta la química necesaria para que esta relación funcione en pantalla. Y esta mezcla entre ficción y realidad sumada a un relato intimista, genera una empatía inmediata con el espectador que experimenta emociones genuinas, con una puesta en escena neorrealista, similar a la que le dio resultados satisfactorios a Carlos Sorin con Historias mínimas.

Pero también hay dos aspectos que le juegan en contra y el primero de ellos es la falta de desarrollo de los personajes que tienen un pequeño papel. Porque su falta de oficio actoral no es aprovechada como corresponde, sino que ralentizan la acción dramática, como se puede apreciar en el monólogo del mozo de una cadena de pizzerías. Y el segundo aspecto es la música, en la que si bien es acertado su minimalismo, su cambio de estilo en algunos giros dramáticos genera una redundancia que le termina restando a los mismos el impacto necesario.

En conclusión, Rumbo al mar es una película que homenajea a Santiago Bal, un actor con una larga trayectoria teatral y televisiva en nuestro país. Y si bien su idea es buena y la puesta en escena es la adecuada, desaprovecha mucho de su potencial, y se convierte en un relato intimista del montón de esos que abundan en los festivales de cine independiente.