Rumbo al mar

Crítica de Alejandro Lingenti - La Nación

Después de enterarse por un diagnóstico clínico de que apenas le queda un mes de vida, Julio decide emprender con su hijo un viaje en moto desde Tucumán hacia Mar del Plata. El objetivo, más que escuchar de cerca el ruido de las olas, es vivir una última experiencia que los una, llevar adelante juntos un recorrido cargado de recuerdos y sazonado con un humor ligero, necesario para quitarle peso y solemnidad a ese momento crucial.

Aun cuando tropieza con algunos lugares comunes, la película contagia todo el tiempo la calidez del vínculo entre Federico y Santiago Bal, fallecido antes de su estreno.

Los protagonistas interpretan personajes delineados previamente en un guion, claro. Pero hay mucho de la verdadera relación familiar que tiñe a la ficción de un tono melancólico y crepuscular.