Roslik y el pueblo de las caras sospechosamente rusas

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Rigor estético y narrativo sobre un caso emblemático en la historia uruguaya

Las dictaduras militares de las décadas del ‘70 y ‘80 que asolaron en Sudamérica dejaron grandes heridas que, luego de tantos años, siguen sangrando por estas tierras. Uruguay no quedó exceptuado del terrorismo de Estado en aquellas épocas. Para recordar esos momentos Julián Goyoaga Caritat filmó este documental tomando como punto de referencia a un pueblo instalado cerca del río Uruguay, curso de agua limítrofe con la Argentina. Nos referimos a San Javier, que se fundó hace 105 años por unas cuantas familias rusas, que arribaron huyendo de su país buscando un futuro mejor, de paz y tranquilidad.

Todo iba por los cauces naturales en ese poblado a través de las décadas hasta que, según dicen los habitantes del lugar, la dictadura tomó a la colonia rusa como una excusa para continuar en el poder calificándolos de comunistas y peligrosos, que sólo ellos puedían contenerlos y mantenerlos alejados del resto de la ciudadanía.

El director para narrar estos sucesos se basa en la figura del médico Vladimir Roslik, considerado como el último muerto por torturas en manos de los militares Para mantener viva su memoria está su viuda, María y su hijo Valery que era un bebé cuando mataron a su padre.

Las charlas se suceden especialmente con la mujer, explicando todo lo que pasó y lo que hace para que sigan recordándolo. También hablan vecinos y víctimas de la represión, como lo fue él..

La crónica detalla tres momentos claves, aclarando cuál es el año y para recrear esos tiempos, complementándolo con logrados dibujos animados que clarifica todo lo sucedido. Además, para la composición del film, se valen de archivos fotográficos y fílmicos en blanco y negro, videos en color, diarios, recortes, etc. acompañados por varias canciones típicas.

Más tarde toma preponderancia Valery, quien charla con gente que conoció a su padre.

El concepto de contar la vida de un pequeño pueblo uruguayo durante los años duros, a través de la muerte de un médico que no se involucró nunca con la política, está bien logrado, porque la película posee un rigor estético y narrativo contundente. Nunca se sale de libreto. Es sensible y emotiva por el tema que trata y las dos víctimas sostienen