Romper el huevo

Crítica de Pablo Raimondi - Clarín

Hora de adoptar

Hugo Varela, en clave de comedia y drama.

Que reconfortante es descubrir cuando a un humorista teatral se lo lleva hacia la pantalla grande y redescubre una veta actoral.

Hugo Varela, quien hizo cameos en Los extraterrestres (1983) y Las lobas tres años después, hoy encarna a Manso Vital, un relojero, quien (vaya paradoja por su apellido) recibe una noticia letal: padece leucemia linfática crónica.

La inminente muerte late en Romper el huevo: la construcción de una corona, una radio donde se escucha el discurso de despedida de los restos de una mujer, el diálogo imaginario de Manso con su difunta esposa Inés. Pero una promesa de vida dominará el filme: la adopción de un niño.

Este filme, de Roberto Maiocco, viaja desde la oscuridad hacia la luz, donde puede convivir un suicidio fallido dentro de una fábula disparatada. La película navega dentro de un relato sólido, con una ambientación teatral y cierto costumbrismo y caricaturización en la elaboración de sus personajes.

La fantástica aparición de Pollo (Conrado Valenzuela), un chico que servirá de foco de esperanza para Manso y sus ganas de adoptar, reconstruirá su cansada existencia. Le dará fuerzas para mostrarle al pequeño esa ciudad que desconoce, como si viniese desde otra galaxia. En la escena del bar o la casa velatoria, Romper el huevo reflejará su cara surrealista. Y también repetirá ese recurso.

A Hugo Varela se lo verá mutar desde la curvatura de su ser, con la mirada al piso (como si ya se viese bajo tierra), hacia una nueva vida. “Tantas veces he arreglado el tiempo de los demás, ahora no puedo arreglar el mío”, o “Ahí donde hay un problema siempre vas a ver un policía o dos” (mientras los uniformados se pierden en su teléfono celular), ejemplifican el registro de un filme que enseña a no bajar los brazos. Porque siempre habrá una chance para ser feliz.