Romper el huevo

Crítica de Emiliano Basile - EscribiendoCine

El absurdo de lo cotidiano

La adopción es un tema complicado en Argentina. Absurdo, para el director Roberto Maiocco que hace foco en las inexplicables trabas burocráticas que se presentan a la hora de darle una familia a un niño. En Romper el huevo (2012) expone de manera frontal la decadencia del sistema de adopciones en la argentina, y con él, una visión pesimista –e igualmente atractiva- de la sociedad.

Manso Vital (Hugo Varela en su debut en un protagónico cinematográfico) espera hace doce años que la institución encargada de las adopciones le conceda un niño. Su esposa ya murió y sólo le queda cumplirle el deseo de un hijo. El tiempo pasa y su anhelo se desvanece. Cuando se entera que padece una enfermedad terminal, y sólo le queda esperar la muerte, aparece el ansiado niño. Ahora será más un problema que una solución.

La película tiene dos grandes logros: una es la mirada irónica, sarcástica del director, mediante la cual encara con humor un tema delicado y trágico a la vez; y la otra es la actuación de Hugo Varela, que da con el físico perfecto para el rol. Un tipo abandonado a su merced (no por nada se llama Manso Vital), que quiere sonreír pero que el destino no se lo permite. Encorvado, con el pelo apenas prolijo amarrado en la cola de caballo, el actor cómico contiene sus gestos característicos para hacer de su rostro la negación de cualquier tipo de expresión.

Maiocco a su vez asume su relato con un pesimismo absurdo, matizado con un color grisáceo, envuelve la trama ya no en la desesperación sino en su instancia posterior: la aceptación de la condena. Y esta tragedia de lo cotidiano, aparece en la gama de colores pero también en el relato y las actitudes de desgano del protagonista. Siempre desde el humor absurdo, no para provocar una carcajada sino para sonreír con culpa de la desgracia ajena.

Si Romper el huevo falla en algún lugar, lo hace en la falta de ritmo narrativo. Al tratarse de una comedia, es vital la fluidez del relato para asegurarse que los chistes, por ejemplo, obtengan el efecto deseado. No sucede constantemente en la película y decae el interés de aquello que estamos viendo.

Así y todo, lo mejor es la visión desesperanzada del director que, mediante algunos grandes momentos (el personaje de Varela le enseña a su hijo cómo –no- funciona la sociedad, o cuando debe elegir quienes lleven el cajón en su propio funeral) plantea una mirada única y trágicamente divertida para sobrellevar mejor lo cotidiano.