Romper el huevo

Crítica de Beatriz Molinari - La Voz del Interior

Una película a la medida de Hugo Varela

Manso Vital es un hombre que parece lo primero y de lo segundo demuestra poco. Son apenas apariencias que el personaje de Hugo Varela construye en Romper el huevo, la película de Roberto Maiocco. La anécdota es dramática y sencilla. Un viudo que hace 12 años inició los trámites de adopción junto a su esposa, recibe al chico justo cuando le han dado un diagnóstico de salud alarmante.

La tragicomedia al comienzo tiene ritmo y modismos que recuerdan al festivo Kusturica, por los recursos para plantear una situación delicada desde el humor negro. El espectador primero tiene que hacerse a la idea que Romper el huevo cuenta la historia de Manso Vital y Pollo a través de los personajes que saltan varios metros por encima de lo cotidiano, sin abandonar el barrio y los ambientes costumbristas. Hay un espíritu dominante de extrañeza en cada escena. Desde la casa de Manso, detenida en el tiempo, contradicción del hombre que se gana el pan arreglando relojes.

Manso además ha entablado una relación con la burocracia del Ministerio de adopción que remite a los cuentos de Franz Kafka. Por las circunstancias que se le ocurren de muerte inminente, quiere devolver al chico pero en la Oficina de Devoluciones no le dan cabida. Paulatinamente y a la fuerza, una vida salva a la otra. El absurdo va ganando espacio y el guión ofrece el máximo de lucidez al contar, con gestos delirantes, las carencias tanto personales como del sistema.

La casa de Manso es antigua y eterna, a la vez, con detalles que aluden a una rutina de hombre solo y pobre. Pero no hay quejas. El tema de la adopción, que el director ha reconocido inspirador, se desarrolla en distintas capas de sentido. El desvalimiento es mutuo. Pollo (Conrado Valenzuela, el mismo de Andrés no quiere dormir la siesta) pone en evidencia hasta dónde el adulto es capaz de hacerse cargo del deseo y de una empresa tan fabulosa como es la crianza de un niño. El humor marca la clave de la película. Las charlas de Manso con el mozo (estupendo Tony Lestingi) a pura gestualidad de clown; el cuidado amoroso de la vecina (cálida y natural Agatha Fresco); escenas como la de la funeraria; el médico (Mario Moscoso) sin consultorio; el paso desgarbado de Vital y la música van envolviendo el tema doloroso hasta plantearlo con un dramatismo reflexivo, por momentos cruel.

Romper el huevo es una película poco convencional, con muy buenos comediantes. El director se mete con el tema de la adopción desde la sensibilidad y el absurdo funciona como un espacio de libertad que pone incómodos a los personajes y al público.