Rompecorazones

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Entretiene un simulador afectivo

Se ignora si el director Pascal Chaumeil ha visto la serie argentina «Los simuladores», aunque sea en versión española, o si Damián Szifrón y él se han criado con las mismas comedias de tipos simpáticos desarrollando ingeniosas tramoyas y variados disfraces en ambientes elegantes, como «Dos seductores», con Marlon Brando y David Niven, donde los pícaros se turnaban en el arte de engañar damas adineradas dejándolas sin alhajas pero felices y contentas. He allí el verdadero arte de la seducción: dejar a las víctimas plenamente satisfechas.

En el cuento que ahora vemos las cosas son algo distintas, pero el espíritu, los ambientes, el lujo de autos y vestidos, y el porte de las damas es más o menos similar. Sólo que el seductor es uno solo, y, fruto de los tiempos, trabaja a destajo por cuenta de terceros, debe ser auxiliado por un pequeño equipo altamente equipado, tipo inspector Gadget, apenas tiene tiempo de disfrutar de sus éxitos, y su especialidad es altamente exigente. ¿Qué es lo suyo? Digamos, por ejemplo, una rica heredera está empeñada en casarse con determinado fulano, al padre no le gusta, contrata al seductor, éste seduce a la rica heredera, la hace cambiar de opinión, el determinado fulano se queda sin matrimonio, y la chica con otro amor, que luego desaparece y cambia de fachada apenas cobra lo acordado con el padre.

Por supuesto, pueden surgir algunos inconvenientes. Un mafioso viene con malos modos a cobrar deudas atrasadas, la anterior seducida quedó desconforme, una amiga de la heredera resulta ninfómana incontenible, el fulano a burlar es un buen tipo, la heredera es vana y engrupida pero demasiado inteligente como para envolverla, ciertos trucos previstos fallan vergonzosamente, y, para más vergüenza, entre la mujer vana y el seductor laborioso empieza a surgir un inesperado sentimiento. ¿Qué tan inesperado es ese sentimiento? ¿No hemos visto, hace una ponchada de años, caracteres y situaciones vagamente similares en las comedias de Manuel Romero con Paulina Singerman y Juan Carlos Thorry? ¿No sabemos, acaso, que todo esto terminará de la peor manera posible, es decir, en matrimonio? Pero igual nos enganchamos placenteramente, nos deleitamos con los juegos de equipo, de manos, de ropas y de platos, todo tirando a cinco estrellas en la Costa Azul, y aceptamos cordialmente la oferta de pasar el rato con esta variación moderna de antiguos cuentos. La chica Vanesa Paradis es bastante atendible, ya la hemos visto, el galancito mezcla facha con cierto dejo de fragilidad como para enternecer a las espectadoras (igual podría peinarse un poco), el reparto y las locaciones son agradables, y el director es debutante pero tiene una larga carrera como asistente de dirección en títulos como «Yo soy el señor del castillo», «Basta de pálidas» y «El quinto elemento», y como director de abundantes publicidades, series y miniseries de intriga, engaño y amor, entre ellas «Avocats & associés», que, según reseñas, también tiene alguna coincidencia con «Los simuladores». En suma, y como ya está dicho, se pasa el rato.