Rompecorazones

Crítica de Fernando López - La Nación

Amor, risas y algo de delirio en los sofisticados escenarios de la Costa Azul

He aquí una pyme que da muy buenos dividendos y, al parecer, no tiene competencia. Ofrece un servicio único: interviene allí donde las parejas de enamorados acusan fallas de origen y lo hace (sólo por contrato y a pedido de familiares, amigos o allegados de la damnificada que para evitar su previsible infelicidad futura son capaces de gastar unos cuantos miles de euros). Sí, la tarifa es alta, pero el servicio es profesional y viene con garantía. Lo brinda Alex Lippi, un tipo atractivo y simpático dueño de todas las armas, recursos e ideas para acercarse a su presa, emplear sus dotes seductoras y en pocos días enamorarla e inducirla a convertir al novio indeseable en ex. Hecho lo cual sabrá encontrar la excusa para un adiós romántico que la deje a ella libre y a él lo despegue del compromiso.

Alex tiene su propio equipo: su hermana y su cuñado, productores todoterreno capaces de representar cualquier papel y proporcionarle todo lo que sea necesario, incluso el arsenal high tech de un agente secreto, para representar la farsa. Es un timador, claro, pero tiene sus principios éticos: sólo acepta hacerse cargo del servicio si la novia es desdichada.

Esta vez al James Bond de los rompeparejas le ha caído un caso difícil. Un poderoso hombre de negocios quiere impedir el casamiento de su hija con un joven banquero inglés, pero la boda es inminente: sólo quedan cinco días para cumplir la misión. Para colmo, el novio es un buen tipo, generoso y sincero, y la chica parece de verdad enamorada. Lo peor es que Alex no tiene más remedio que traicionar sus principios porque necesita los 50.000 euros de la paga: andan por ahí unos matones de pocas pulgas que quieren cobrarle, sin más demora, una gruesa deuda.

Habrá que ingeniárselas: Alex lo hace. Y es lo mismo que han hecho el grupo de libretistas encabezado por Laurent Zeitoun, responsable de la idea original, y en especial el realizador debutante Pascal Chaumeil, que a fuerza de privilegiar la espontaneidad de sus actores ha conseguido dotar al relato de un brío y una frescura próximas a las clásicas comedias del cine norteamericano (de hecho, ha confesado su debilidad por Frank Capra y por Lo que sucedió aquella noche ).

Chaumeil se mueve en la comedia con la autoridad de un especialista y acierta tanto en la vertiginosa variedad de situaciones que se suceden con sostenido ritmo a partir de un prólogo graciosamente ilustrativo de los métodos de seducción que le han dado al protagonista fama de infalible como en el atinado balance entre humor, delirio, fantasía, acción y el encanto de la comedia romántica. Los sofisticados escenarios de la Costa Azul ayudan, pero mucho más lo hacen el dinamismo y la ductilidad de Romain Duris, su buena química con Vanessa Paradis y el toque de delirio que aportan Julie Ferrier y François Damiens. Una comedia para disfrutar.