Román

Crítica de Santiago Balestra - Alta Peli

Desde hace por lo menos diez años, el cine nacional se las ha ingeniado para superar increíbles obstáculos y ofrecer un nivel técnico e interpretativo de gran calidad. No obstante, todavía nos falta aprender la lección más grande: que todo esto es muy bonito, pero sin un buen texto escrito nada de eso valdrá la pena. El policial Román es un ejemplo contundente de lo lejos, muy lejos, que estamos de llegar a aquella meta.

Serpico Fisicoculturista

Román es un policía de calle sin aspiraciones de una jerarquía mayor y con un alto sentido de la justicia. Su vida es tranquila: se ejercita todos los días, pesca cuando posee tiempo libre y tiene una relación ocasional con la esposa del líder de un templo. Las cosas cambiarán cuando su amigo esté por perder su casa a manos de dicho líder, y su compañero esté involucrado en negocios turbios por orden del comisario.

Los problemas de guión que aquejan a Román son varios: un conflicto dramático que arranca recién a la mitad, chato desarrollo de personajes, diálogos completamente carentes de subtexto al igual que excesivamente informativos y, desde luego, repetidas incoherencias.

Es un cortometraje con escenas de relleno (casi siempre ilustrando la masa muscular del protagonista) para llegar a tener duración de largo, donde todas las estrategias del protagonista hacia el antagonista son endebles y viceversa, por lo que el conflicto está, pero con un manejo prácticamente nulo de la tensión.

En el apartado interpretativo, aparecen verdaderos profesionales como Arnaldo André, Horacio Roca, Carlos Portaluppi y Nazareno Casero, que hacen lo que pueden con un material que no les da matices para trabajar, siendo Casero el que mejor parado sale de esta cuestión. El subtexto es una de las principales herramientas del actor para hacer bien su trabajo: los esfuerzos denodados del elenco por sacar adelante personajes que no lo tienen, terminan por exponer de forma contundente las falencias del guion.

Sin embargo, sus labores resultan dignas si la comparamos con la del actor protagonista: a Gabriel Peralta se lo nota acartonado en sus movimientos, mientras que sus lineas de dialogo parecen recitadas de memoria, casi sin sentimiento. No hay físico, por bien trabajado que sea (y por énfasis que se le dé) que pueda tapar eso.

El aspecto visual está bien, encabezado por un prolijo trabajo de fotografía, rico en sombras y contrastes, y una dirección artística donde destaca el balance entre la calidez y la frialdad. Pero cuando el guion y algunas actuaciones no funcionan, los más altos valores de producción no alcanzan para salvar las debilidades narrativas.

Conclusión

Cualquier virtud que pudiera tener Román es echada por tierra de la mano de un guion fallido y un protagonista al que no podemos creerle más allá de su físico. Ya sea como propuesta de género o denuncia sobre la corrupción que carcome a nuestra sociedad, la propuesta no llega a conmover y mucho menos entretener, todo por su falta de profundidad.