Rojo

Crítica de Leandro Porcelli - Cuatro Bastardos

Rojo: La violencia antes de la tormenta.
Haciendo ruido en el circuito internacional de festivales llega un drama de época repleto de suspenso y las tensiones de una Argentina al borde de la dictadura.
Lo nuevo del director Benjamín Naishtat (El Movimiento) llega hacia el final de un año ocupado y con varios puntos altos para el cine nacional. Afortunadamente lo hace con el envión de los premios que logró en el Festival de San Sebastian: el de Mejor Actor, Mejor Director y de Mejor Cinematografía para Pedro Sotero (Aquarius, Gabriel y la Montaña). Pero más allá de los galardones, lo que envuelve a Rojo es el ruido de la crítica, nacional e internacional, que no parece cansarse de alabarla. La pregunta que definitivamente corre por la cabeza antes de verla, es si se trata de una “peli para críticos”, o de algo más.
Son los últimos momentos antes de que explote la Argentina. En 1975, la vida perfecta del abogado del pueblo (Dario Grandinetti) entrará en decadencia cuando un exabrupto y la tardanza de su esposa (Andrea Frigerio) van a ocasionar un cadáver, un secreto y la llegada del mejor detective privado de Chile (Alfredo Castro).
En la superficie, es importante destacar la tarea de una producción y un trabajo de arte impecables, acompañados por una labor de sonido y fotografía que verdaderamente hacen a la película. Con técnicas y recursos tan retro como la estética del film en general, el trabajo de Sotero como director de fotografía se destaca solo. Mientras que los actores y personajes, desde Grandinetti hasta los más secundarios, se encargan de poblar de forma eficiente una película repleta de tensiones bajo la manga.
Con todo eso ya podría alcanzar, después de todo la excelente labor estética hace de lo que podríamos llamar (hablando mal y pronto) “un Walter White a la inversa” algo que definitivamente vale la pena ver. Pero es un proyecto que invita las lecturas de una audiencia dispuesta a ensuciarse las manos. La vida del personaje de Grandinetti se desarrolla con algún que otro evento destacado, pero siempre se mantiene a un paso estable e inevitable. No se trata de un relato regido por la narrativa, con conflictos o resoluciones, sino más bien realizando para que el público se encargue de encontrar su propio interés.
Aunque parezca un film realizado para un público como la crítica de cine, desde el vamos Rojo se encarga de dejarle claro a la audiencia más general que no existe solo para el snobismo. Arranca sin perder tiempo con una de esas escenas que definitivamente entran en el léxico de cine argentino moderno, y lo que sigue a esa discusión en el restaurante va a mantener a cualquiera intrigado e interesado en lo que está aconteciendo en este pequeño pueblo al igual que en el país en general.
Un trabajo que verdaderamente demuestra ser producto del pulso firme de un cineasta con una visión y personalidad destacable. Comparándola de forma odiosa con producciones recientes, se encarga de entregar una experiencia más cercana a Zama de Lucrecía Martel, pero adaptándola a una audiencia dispuesta a entregarse solo al pochoclo bien entendido de El Ángel. Una verdadera suerte que se trate de una producción nacional, pero al mismo tiempo es una película “inescapablemente” Argentina.