Rogue One: Una historia de Star Wars

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

Antiguos héroes olvidados

“Jodorowsky’s Dune”, de Frank Pavich, dejó bien en claro los aportes que el fallido proyecto del historietista, escritor y cineasta chileno de adaptar la novela de Frank Herbert hizo a la industria del cine (introducir a Moebius y H.R. Giger al diseño para cine, la visión del robot al estilo Terminator, etc.). Una de esas cosas es la de crear una historia en la que desde un pequeño planeta desértico se sacuda a la galaxia toda. Y es también muy bíblico poner un personaje que revolucione todo desde un desierto en los márgenes (Slavoj Zizek dijo que la historia de Anakin Skywalker y su devenir en Darth Vader es el cristianismo visto desde el paganismo panteísta: el Mesías viene a dividir, y por eso deviene villano).
Como sea, George Lucas mostró en 1977 un universo inocente de space opera (ese género de la ciencia ficción con un pie en la fantasía épica), donde la tecnología convive con los agrestes paisajes de planetas vacíos y olvidados, donde el ingenio se aplica a hacer funcionar un sable de luz para ser utilizado por monjes guerreros. Sí, en los episodios I a III se hizo foco en el populoso Coruscant (capital histórica de la República) y en el elegante Naboo, pero todo comenzaba otra vez (pero antes) con un huérfano en un desierto. Y en la nueva etapa post Lucas, liderada por J.J. Abrams, parece que no van a faltar huérfanos y desiertos.
“Rogue One: Una historia de Star Wars” podrá tener sus propias inocencias, pero viene a llenar una de “Episodio IV: Una nueva esperanza” (la “Star Wars” original, para los viejos). ¿Cómo era eso de que un piloto habilidoso podía hacer volar toda la Estrella de la Muerte de un solo tiro? Todo gracias a unos planos que la rebelde Leia Organa, senadora por Alderaan (pronta a quedarse sin circunscripción gracias a la fatídica esfera) tenía que hacer llegar a la Alianza Rebelde.
Quebrados
Esta nueva película no tiene créditos en fuga ni marchas triunfales en su comienzo. No es un “episodio” siquiera. Y eso ya nos dice algo de todos sus personajes: no los conocemos, no tienen halo de leyenda, son protagonistas de una pequeña historia en el contexto de la guerra entre los rebeldes y el imperio. Apenas los conocemos los vemos rotos, quebrados, pasta de un sacrificio redentor en pos de un futuro mejor para futuras generaciones (“para todos la luz, para todos todo; para nosotros la alegre rebeldía, para nosotros nada”, decía el subcomandante Marcos).
De entrada se nos mete en el destino de Galen Erso y su familia, compuesta por su esposa Lyra y su hija Jyn. Galen es un científico imperial que desertó y se fue de granjero a un mundo árido, hasta que su ex jefe, Orson Krennic, trata de forzarlo a retomar su trabajo en la Estrella de la Muerte, que está estancada, de tal suerte que Lyra muere, él es secuestrado y Jyn termina rescatada por Saw Gerrera, un rebelde cercano a la familia que la criará.
Años después, Jyn es una forajida y presidiaria, rescatada por la Alianza por un motivo: Galen ha mandado un piloto a Saw con una información valiosa, y ella es la única que puede ganarse la confianza del renegado, hoy en disidencia con la conducción rebelde. Por eso la mandan a Jetha, una luna con un viejo templo de los tiempo de los Jedi (de donde el Imperio roba los cristales Kyber, base de los lightsabers, para la nueva arma planetaria), junto al capitán Cassian Andor de la Inteligencia rebelde y K-2SO, un androide imperial reprogramado que tiene problemas para callarse.
Pero no es el más fallado. Jyn lleva años lejos de “la causa” de Saw y sus padres, yendo por la propia. Cassian vivió toda su vida por esa causa, y en su nombre cometió asesinatos y “cosas terribles”. “Hay diferentes tipos de prisiones. Usted parece llevar la suya consigo”, le dirá el ex Guardián de los Whills Chirrut ×mwe, un prototípico monje ciego armado con un palo (“Zatoichi”, dijo alguno por ahí, aunque ese no era monje), firme creyente en la Fuerza y antiguo responsable del templo, amigo de Baze Malbus, otro ex Guardián ahora descreído después de haberlo perdido todo (con más aspecto de mercenario que de otra cosa). Si los juntamos con el piloto desertor, Bodhi Rook, tenemos un óptimo equipo de antihéroes.
Espías y soldados
La primera parte de la historia es una especie de cinta de James Bond o de “Misión: Imposible”, yendo de planeta en planeta para conocer la debilidad secreta de la fortaleza imperial, para llegar a un clímax final, con la conformación de la tripulación Rogue One del título (“rogue” se puede traducir como el que va por libre, una unidad solitaria y desobediente), con una mezcla entre “La patrulla salvaje” y la Batalla de Yavin del “Episodio IV”. En el medio, también vemos las internas imperiales, con los choques entre Krennic y... el gobernador Tarkin. Sí: con la misma tecnología de reconstrucción digital a partir de imágenes de archivo usada en “Terminator Génesis”, y con el apoyo de la familia, lograron resucitar a sir Peter Cushing sobre el cuerpo y la voz del actor Guy Henry para que el Grand Moff Wilhuff Tarkin haga nuevamente (pero antes) de las suyas (hay otro caso de reconstrucción facial, pero no lo vamos a contar acá).
Lo que sí vamos a mencionar (ya ha trascendido) es la aparición de Darth Vader, interpretado vocalmente como siempre por el veterano James Earl Jones (varios actores se pusieron la máscara). Al principio parece simple fanservice, terciando en la disputa de los antedichos desde Mustafar (el mismo planeta donde Obi Wan Kenobi lo quemó), pero sobre el final tiene una escena especial. Para el otro lado, el regreso de Genevieve O’Reilly como la senadora Mon Mothma (coordinadora de la Alianza) y de Jimmy Smits como Bail Organa (padre adoptivo de Leia) vienen a dar unidad con los Episodios I a III, así que el redondeo es hacia atrás y hacia adelante.
Forajidos y burócratas
Ya empezamos a nombrar intérpretes, así que metámonos en el elenco. Felicity Jones (nominada al Oscar por “La teoría del todo”, y la Felicia Hardy de la última “Spider-Man”) es un buen hallazgo: una belleza terrenal, pequeñita (1,59) y con adorables paletas en la dentadura (Beau Gadsdon, que junto a su hermana Dolly hace las versiones pequeñas de Jyn, también las tiene). No tiene el raro glamour desértico de la Rey que Daisy Ridley puso en “Episodio VIII: El despertar de la Fuerza”; su fuerza está en su pasta de heroína trágica, y la potencia que le pone la actriz al personaje. Lo mismo que Diego Luna como Cassian: entre ellos está lo mejor de las actuaciones, un rubro donde siempre se le pegó a la franquicia.
Junto a ellos se luce Alan Tudyk como K-2SO: es el principal actor del mundo en captura del movimiento, así que le debemos un nuevo robot en su haber. También Donnie Yen como Chirrut, Wen Jiang como Baze y Riz Ahmed como Bodhi. Del lado opuesto, Ben Mendelsohn le da algunos buenos momentos a su Krennic, que en fondo es un burócrata mediocre sin la grandeza de un villano como Tarkin.
Forest Whitaker le da vida a Saw Gerrera, personaje que apareció en las series animadas (lo que también confirma el canon), pero su interpertación de este rebelde con espíritu de bandido rural está un poco por debajo de las expectativas: le faltan algunos matices, y habla como una versión afónica de su Idi Amin de “El último rey de Escocia”.
El celebrado Mads Mikkelsen se sale de los roles de villano para poner sus peculiares rasgos al servicio de Galen Erso, aunque no tiene tanto margen para explotarlo. Alistair Petrie se suma al elenco como el general Draven, el jefe de Cassian tan pragmático como él: la Alianza Rebelde no está hecha sólo de soñadores e idealistas. Podemos destacar aquí también los minutos de metraje de Valene Kane como Lyra Erso; después hay mucha participación coral, y cameos, por supuesto.
De antes y de ahora
Cameos que se funden con la miríada de referencias ocultas, con la combinación de batallas estelares al estilo clásico (más referencias) con los planos cortos a cámara en mano, enfatizando los momentos de actuación pura.
Combinación como la que hace Michael Giacchino en la música: el autor del nuevo score crea nuevas marchas marciales y motivos sutiles, aunque sin la predominancia de los leitmotivs de John Williams. Los cuales se hacen presentes y se funden con la nueva partitura: especialmente el “Tema de la Fuerza” (“Binary Sunset”) y el “Tema del Lado Oscuro” (la célebre “Marcha Imperial”).
Así, el equipo creativo (Gareth Edwards en la dirección, Chris Weitz y Tony Gilroy en la historia y John Knoll y Gary Whitta en el guión final) entrega una historia “realista” en este universo épico. Como en casi todas las revoluciones, quienes sólo conocen el régimen que pretenden derribar son unos expatriados del tiempo, que sólo pertenecen al momento que les tocó vivir. Quizás, si la revolución triunfa, algún día consagre un monumento a aquellos héroes olvidados que lo dieron todo por una buena causa.