Rodencia y el diente de la Princesa

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

Un ratón con corazón de león

Rodencia y el diente de la princesa es otra muestra del buen nivel de la animación en Latinoamérica.

Rodencia y el diente de la princesa es una película animada infantil claramente recomendable para el público de la ciudad. Pero hay una novedad más importante que esa: ¡es una coproducción entre Perú y Argentina! ¡Y en 3D!

La reflexión se orienta a decir que ya son una realidad los filmes animados latinoamericanos, preparados para conversar cara a cara con las películas de las grandes usinas. Serán descubiertas por diferentes personas en distintas circunstancias, en pequeños o grandes festivales, en salas de arte o en multicines. Pero con los antecedentes que tienen la ilustración y el cine en la Argentina –más algún ocasional viento a favor en la realidad financiera de los productores–, nadie se puede sorprender. De hecho, la actividad de este género en el país es efervescente desde hace mucho. Su reconocimiento trasciende las fronteras. Pese a ello, tener un largometraje en cartelera los mismos días que Frozen, no es cosa corriente.

Rodencia y el diente de la princesa, coproducción dirigida por David Bisbano, inicia su relato en la pequeña casa de un grupo de ratoncitos, donde un abuelo le narra a su nieto una vieja historia para mostrarle que también los seres pequeños pueden hacer grandes cosas.

Se viaja todavía más allá con la imaginación entonces, para conocer a un humilde roedorcito campesino que para satisfacer a la princesa de Rodencia, se suma a una expedición junto a dos caballeros armados del ejército, que tiene el objetivo de recuperar un objeto muy preciado por hija del rey.

Si tiene algún prejuicio contra el cine de dibujos argentino, déjelo en casa. Rodencia y el diente de la princesa es más divertida que algunas de las que publicitan en promociones infantiles. No alcanza la casi insuperable excelencia de un Monsters University o un Toy story, pero tiene un magnetismo interesante.

Asimismo, la película es visualmente muy agradable. Posee un palpable buen humor. “Yo no tengo respuestas para todo –le dice un ratón viejo a uno joven–; soy mago, no político”.

Y permite renovar un poco el aire. Basta de megaciudades y superhéroes por un rato. Aquí se respetan las reglas de las historias de aventuras, pero el protagonista es un campesino, que puede hacer magia, que está en contacto con un chamán, y que vive en un bosque, cerca de una gran pirámide. Ojo. Tampoco hay que pasarse para el lado contrario, pues no se trata de una oda a la cultura y las tradiciones incaicas.

Entre todo eso alcanza, y sobra también, para ofrecerles algo un poquito más variado a esos chicos que todavía se llevan a la boca mayormente lo que los adultos les damos.