Rodencia y el diente de la Princesa

Crítica de Fernando López - La Nación

La magia no está en los objetos, está en los corazones." Es una de las sencillas enseñanzas que se recogen de la colorida fábula que esta coproducción peruano-argentina ofrece al público infantil buscando dotar de matices andinos al clásico material del que suelen alimentarse los tradicionales cuentos para chicos y, por ende, buena parte del cine animado. Otra, que también parecen haber asimilado provechosamente los responsables del film, es que el secreto del éxito en cualquier actividad depende de la confianza en los propios dones y en la determinación de persistir en el esfuerzo y no desistir en la búsqueda de perfeccionamiento.

Así lo hace por ejemplo el pobre Edam, el ratoncito que más allá de sus limitadas dotes naturales está empeñado en convertirse en mago y que afortunadamente cuenta con el apoyo de su amiga Brie, que no cesa de alentarlo por más que sus trucos fallen. Ya tendrán oportunidad de ponerse a prueba ellos dos y su grupo de amiguitos -por ejemplo los argentinos Muzzarella y Provolone, siempre menos preocupados por cumplir con sus obligaciones que atentos a las horas extras que llevan trabajadas, o los otros dos "soldados" locos por el queso: el gordinflón Gruyere y el no tan glotón Roquefort- cuando haya que salir a defender el reino de Rodencia de las malvadas ratas. Hay que impedir que las usurpadoras se apoderen del diente de la princesa, dueño de incalculables poderes. Héroes de una parte, malvados de otra, habrá batallas, combates cuerpo a cuerpo, hechizos. Y estarán los que a la fuerza oponen astucia e inteligencia. Que son, por supuesto, los que ganan.

Entre los triunfadores también hay que anotar a los responsables de esta elaborada realización, que pone en evidencia cuántos progresos han premiado la frecuente práctica del lenguaje de animación. No sólo es muy destacable el tratamiento de los colores y el diseño de los personajes, sino la concepción de los fondos, que evocan al altiplano tanto en los ambientes como en el vestuario, con especial destaque para el chullo, ese gorro con orejeras tejido de lana de vicuña, llama o alpaca tan típico de los habitantes de la región andina.