Rock Dog: renace una estrella

Crítica de Milagros Amondaray - La Nación

Dicen que equipo ganador no se toca y esto es precisamente lo que sucedió con la secuela de Rock Dog, la película animada chino-estadounidense de 2016 que tenía a un solvente director como Ash Brannon, responsable junto a Chris Buck de esa grata sorpresa que fue Reyes de las olas, y a las inconfundibles voces de J.K. Simmons, Sam Elliott, Matt Dillon y Luke Wilson como el perro rockero del título. Esta segunda parte de la travesía por la industria musical de Bodi y su banda True Blue cuenta con otro realizador (Mark Baldo, Barbie: una Navidad perfecta) y otras voces, pero también con un guionista con trayectoria de sobra como Alec Sokolow, uno de los responsables nada menos que de Toy Story, por la cual cosechó una nominación al Oscar al mejor guion original. Sin embargo, con esta secuela se le quitó brillo al film cuya narrativa retoma un año después, a través de una maraña de clichés y de líneas argumentales un tanto burdas.

Esta continuación fue traducida al castellano como Renace una estrella y la elección es apropiada porque el relato explora el ascenso de Bodi a la fama y cómo su música y look van perdiendo su esencia entre tanto brillo y popularidad. Con excepción de cómo se aborda la dinámica familiar en Snow Mountain Village -que recuerda a algunos tramos de Coco-, los números musicales no tienen la fuerza suficiente para que esta innecesaria secuela, con varios gags sin gracia, pueda ser disfrutable al menos desde esa perspectiva.