RoboCop

Crítica de Ezequiel Boetti - Otros Cines

Regreso con gloria

Es bastante fácil darle duro y parejo a la Robocop de 1987: que es fascista, que endiosa a las fuerzas policiales, que se vanagloria en la idea de un Estado abusivamente controlador. Lo cierto es que el hombre robotizado es, junto con ese asesino de cualquier adolescente dispuesto a desviarse del camino del Bien que era Jason Voorhees, un reflejo fidedigno del barómetro político y social de la era reaganiana, construido sin jamás perder el humor y la autoconciencia de lo exhibido en pantalla. Basta recordar las publicidades apócrifas de juguetes y programas televisivos para comprobarlo.

Para esto último debe tenerse en cuenta que detrás del asunto estaba Paul Verhoeven, un realizador que con los años cosecharía un CV pródigo en películas tan políticamente polémicas como satíricas en su núcleo duro. Por eso es que los temores ante la elección de José Padilha para llevar adelante la remake eran lógicos. Al fin y al cabo, el brasileño alcanzó el reconocimiento internacional con la para muchos apologética Tropa de Elite, antecedente seguramente tenido en cuenta por los productores y que servía la mesa para una película que malinterpretara la original quedándose solamente con su pátina policial. Pero, para sorpresas de varios, Robocop '14 es una muy buena película con un mérito del que pocas pueden vanagloriarse -entre ellas, su sucesora- que es el de aprehender el zeitgeist de la sociedad que la concibe. Es, entonces, una actualización antes que una remake o reboot.

Ambientada en un futuro no muy lejano pero nunca del todo precisado (la sinopsis oficial habla de 2029), el film comienza con un noticiero situando las coordenadas del relato: Estados Unidos está en Teherán salvaguardando, cuándo no, los intereses del "mundo libre" y la tecnología robótica es, a diferencia de la versión del '87, una realidad, con los ED-209, los mismos que antes apenas estaban en vías de desarrollo, aniquilando toda potencial amenaza. "¿Por qué no podemos usar esto en Estados Unidos?", se pregunta el periodista ultra fascista encarnado por un Samuel Jackson impagable ante la creciente criminalidad. La respuesta es la vigencia de una ley que impide la puesta en servicio de robots en las fuerzas policiales. Esto más allá del poderosísimo lobby ejercido por Omnicorp, en particular por su CEO Raymond Sellars (Michael Keaton), quien está seguro que las máquinas no son aceptadas por la sociedad por la imposibilidad de empatizar con ellas. La solución pasa, según él, por humanizar a los robots. O, aún mejor, hacer un robot sobre la base de un humano.

Que todo esto ocurra en la primera media hora del film se debe a que el foco inicial aquí apunta directamente al mundo empresarial/corporativo/medicinal antes que al policiaco. Tanto que recién en este momento entra en juego Alex Murphy (Joel Kinnaman). Policía de vocación inoxidable y devoto padre y esposo (la familia tiene un rol preponderante), es herido ya no por un grupo de ladrones sino por un coche bomba en la puerta de su casa como consecuencia de asomar demasiado la nariz en el negocio de la droga de Detroit.

El ochenta por ciento de su cuerpo quemado, miembros amputados y la certeza de una recuperación poco venturosa lo configuran como el conejillo de indias ideal para el proyecto, siempre y cuando su esposa (la bonita Abbie Cornish, de Sucker Punch) dé el visto bueno. Porque otra diferencia radical entre ambos films –y uno de los aspectos más interesantes de éste- será la presencia de debates morales en torno a la concepción de la criatura metalizada: si en la versión de Verhoeven se apostaba directamente por hacer de la ella una auténtica máquina sin capacidad para recordar su vida previa, aquí Murphy es consciente de su condición y de su pasado. En ese sentido, una de las escenas más memorables es aquélla en la que le muestran qué quedó de su cuerpo "original". Esa conciencia terminará afectando el quehacer cotidiano del oficio, obligando a la gente de Omnicorp (en particular al médico encarnado por el siempre eficaz Gary Oldman) a reducirle progresivamente su nivel de humanidad para no perder eficacia.

Fábula hipertecnologizada con referencias visuales futuristas post-Minority Report, y con un protagonista portador de una agilidad digna de cualquier superhéroe de Marvel, Robocop no es una película aún mejor porque al final desacelera su ritmo cediendo terreno a la historia de venganza de Murphy y la lucha de la esposa por no poder totalmente a su hombre, reduciendo la potencia crítica y reflexiva de una película que hasta ese momento había amalgamado entretenimiento y reflexión como pocas superproducciones en los últimos años. Esto no quita que el resultado esté por sobre cualquier expectativa agorera. José Padilha, para sorpresa de muchos, no sólo estuvo a la altura de las circunstancias, sino también por encima.