Roa

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Indagación en la mente de un magnicida

Esta es una película fuertemente colombiana. Donde, de pronto, aparecen Arturo Goetz haciendo de quiromántico alemán y Alberto Fernández de Rosa brindando trabajo a la gente honrada. Es que se hizo en coproducción con Patagonik Film Group, que además aportó a Iván Wyszogrod, excelente compositor, Bill Nieto, director de fotografía, Carrillo Penovi, editor, Martín Grignaschi, sonidista, Alejandro Cacetta y Juan Pablo Galli, coproductores, Gustavo Arnaudin, encargado de postproducción, y otros conocedores. No es por alardear, pero el buen acabado que tiene "Roa" es gracias a esta gente de la Argentina.

Nobleza obliga, corresponde destacar con igual empeño el admirable trabajo de la colombiana Diana Trujillo, directora de arte que recreó para nuestros ojos la Bogotá de 1948, perfecta en todos los detalles de época, salvo uno donde la familia del personaje protagónico entra a la sala de cine con vaso y balde de pochoclo. Pero seguramente eso no es culpa suya sino de alguien que quiso quedar bien con las cadenas de exhibición. A propósito, en Colombia la película se estrenó el pasado 9 de abril, aniversario del asesinato del dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán, lo que provocó un sangriento caos recordado como El Bogotazo, donde murieron más de 500 personas y se incendiaron más de 140 edificios. Juan Roa fue, según dicen, el asesino de Gaitán.

Se trata, entonces, de una película que indaga en la mente de un magnicida. Descuida el contexto, lo que es una pena, pero ofrece una hipótesis: el acusado no habría tenido espíritu criminal. Simple ambicioso de pocas luces, títere de quién sabe qué complotadores (porque nunca se supo qué mano hubo detrás), torpe resentido por la circunstancial desatención de su ídolo, ese día él también fue una víctima.

Así al menos lo pinta Andrés Báiz, director caleño que de este modo cierra una trilogía de criminales bogotanos. Sus obras anteriores fueron "Satanás", sobre el caso real de un veterano de guerra que mató a su madre y luego hizo desastre en un restaurant, y "La cara oculta", donde el desastre lo causaron la vida conyugal, los celos y el afán de venganza.

Acá el relato es algo convencional, pero tiene interés, tensión, buena factura, ilustra algo sobre la naturaleza humana (incluso la soberbia de los líderes populares y el aborrecimiento de sus parientes haraganes), y, ya lo dijimos, goza de un buen aporte argentino. Protagonistas, muy en papel, Mauricio Puentes, Santiago Rodríguez, Catalina Sandino. Puede objetarse que hayan elegido una mujer tan linda para esposa de un infeliz tan feo, pero así ocurre muchas veces en la vida real.

PD.: hay una buena historia ambientada en pleno Bogotazo, "Confesiones a Laura", de Jaime Osorio, 1990, donde un tipo no puede volver a su casa y pasa la noche con la vecina, pese a los gritos de la esposa que quiere controlarlo desde la ventana. El final es un canto a la vida (y a la vecina).