Aliadas en la soledad Las vidas de Rita y Li han transcurrido por vías paralelas. Rita (Julieta Ortega) tuvo una juventud difícil en Paraguay, una vida de madre sola, falta de oportunidades. Li (Miki Kawashima) tuvo una infancia feliz en China, se abrió camino en un país nuevo y perdió a su marido. Pero se encuentran en Santa Fe, en una lavandería, extrañas y extranjeras las dos, solas y ajenas. Francisco D’Intino elige contar una historia pequeña, íntima, del vínculo entre dos mujeres en una situación de desprotección y aislamiento. La soledad, la identidad, la incomunicación y la fragilidad de la vida inmigrante en la Argentina son el telón de fondo del desarrollo del relato. En la primera parte de la película, la mirada se detiene en los detalles que forman la relación de esas mujeres: pequeños gestos, complicidades. Así, la extrema rigidez oriental de la interpretación de Kawashima contrasta con la candidez el personaje de Ortega, que apuesta a trabajar un acento paraguayo al que al principio cuesta acostumbrarse. Dependerá de cada espectador encontrar verosimilitud allí. Aun así, la actriz despliega sutileza y economía gestual para encarnar a Rita. Al dúo se integran otros personajes. Los vecinos otorgan aire y vitalidad a la narración de la vida en común: Antonio Birabent, Toto López, Juan Manuel Tenuta y Azucena Carmona, precisa como una señora de barrio. Por su parte, la acción en la trama está en manos del personaje de Juan Palomino, el policía que es dueño de la lavandería y la usa como ventana de negocios turbios, cuya intervención acelera el desenlace de la película y activa los cambios, que se precipitan en los últimos minutos del filme. En este mundo femenino, burbuja que construyen Rita y Li, primero laboral y de a poco de amistad, los hombres que más influyen en sus vidas son los que no están, que inciden por su ausencia, su amenaza o su abandono. La cámara de D’Intino opta por planos generales para registrar los pequeños cambios en una rutina realista, que se repite sin estridencias narrativas. La musicalización está al pie para subrayar (a veces demasiado) los momentos contemplativos o emotivos de los personajes, así como la evolución de su relación. Rita y Li buscan algo, algo más que sobrevivir, y esa idea es esperanzadora, como la película.
Rita (Julieta Ortega) y Li (Miki Kawashima) es la historia de dos mujeres en circunstancias adversas y de cómo éstas van influyendo en la vida de ambas para formar una relación fuerte. Las dos son inmigrantes ilegales (o con problemas de documentación) y viven en la ciudad de Santa Fe. Mientras que Rita es paraguaya y está en Argentina para poder conseguir la residencia, trabajar y eventualmente volver con su hija (o traerla), Li es china y trabaja en una lavandería esperando poder salir adelante luego de haber perdido a su marido asesinado en uno de los tantos saqueos de la crisis de 2001. Rita comienza a trabajar allí gracias a Ferreira (Juan Palomino), un policía que no se gana el pan sólo con su sueldo (si se entiende el eufemismo). Para asegurar la "continuidad laboral" de ambas (en realidad las necesita porque el local es una excusa para hacer sus transas en la parte trasera), el oficial toma en su poder los documentos las dos mujeres con el pretexto de tramitar la ciudadanía, en definitiva, Rita y Li se ven algo "acorraladas" por la circunstancia. La película de Francisco D'Intino está clara e inconfundiblemente focalizada en la relación que Rita y Li van construyendo a fuerza de ir derribando de a poco la barrera cultural que las separa en favor de satisfacer la mutua necesidad de conectarse dada la circunstancia en la que se encuentran. Pueden ser de países, idiomas y costumbres distintas; pero ambas son mujeres, están sufriendo y sueñan con salir adelante. De hecho el negocio se llama "La Esperanza", un poco por ellas y otro por autorefencia (la anterior película del director lleva el mismo nombre). El guión del mismo Francisco D'Intino y Héctor Grillo es tan sencillo como profundo pero aunque no parezca, a veces estos factores influyen mucho en el resultado final según las decisiones que se toman, independientemente del presupuesto con que se cuenta. Hay un mínimo de dos personajes en esta película cuya presencia aporta poco y distrae: Don Antonio (Juan Manuel Tenuta) es el hombre que le alquila una habitación a Rita; pero no es tan buenito como parece. Antonio Birabent es un vecino, padre de una bebé, que lleva la ropa a lavar y mantiene algunos diálogos intrascendentes con las chicas. Rita y Li iban a conocerse de todas maneras por eso la presencia de ambos no hace otra cosa que apurar una acción ya predestinada desde el comienzo, resultando en consecuencia, un tanto forzada. Lo mismo sucede con el final, como si hubieran estado apurados para terminar el rodaje. Son importantes y conscientes los trabajos de Ortega y Kawashima. El hecho de que por momentos se les escape no tiene que ver con falta de herramientas sino con cómo están dirigidas. De todas maneras, esto no le quita valores a un filme sobre el nacimiento de la amistad a partir del choque de culturas. Tanto Un Cuento Chino como Rita y Li (salvando las distancias) podrían ser las pioneras en poner una mirada sobre el enorme cambio cultural que se produce hoy en Argentina merced a la vasta cantidad de personas que llegan buscando nuevos aires en un país cuya política de inmigración es casi desconocida. Es un buen comienzo para un tema cada vez mas influyente.
Dos mujeres extranjeras que tras problemas migratorios, encuentran la liberación y la amistad juntas y de la mano. “Rita y Li” es una película que intenta dar cuenta del transfondo social, económico y cultural real en nuestro país que viven muchos inmigrantes que ingresaron de manera ilegal y se encuentran trabajando de igual manera, sometidos a condiciones deplorables y estafados con promesas que jamás serán cumplidas. Pero “Rita y Li” no logra mostrarnos esa realidad, queda desdibujada en un relato que termina siendo gracioso e incluso poco serio, donde todo es color de rosa. Tan fantasioso como poco creíble. Rita (Julieta Ortega) es una joven paraguaya que deja a su hija de 6 años en su país de origen a cargo de su madre, mientras busca un mejor lugar para vivir y trabajar en la provincia de Santa Fe —lugar donde se lleva a cabo la historia—. Mientras que Li (Miki Kawashima) es una mujer china que ingresó ilegalmente al país con su marido, con quien tenía un supermercado hasta la crisis del año 2001, cuando éste fue saqueado por la gente en busca de comida. Li, ahora está a cargo de un lavadero puesto por un policía corrupto (Juan Palomino) quien le dio ayuda cuando perdió todo. Un día llega Rita a trabajar con ella, y a pesar de las brechas culturales van construyendo una amistad. Realmente no hay nada destacable en esta película, el guión no puede sostener lo que promete y va cayendo en picada sin poder lograr convencer al espectador de lo que está viendo. El mundo de las inmigrantes ilegales no es tan “light” como lo muestran, Ferreira (el papel del policía que les da trabajo mientras promete que les va a solucionar sus problemas migratorios) no termina siendo más que un aprovechador de la situación. Nunca a llegar a ser un mal tipo, no es el villano de la película porque a pesar de querer mostrar dureza termina aceptando que Rita viva con Li, cuando supuestamente iba a ser un problema — y esto es solo un ejemplo —. El papel de Juan Manuel Tenuta termina desdibujado y sin sentido; y la salida de Rita con el cafetero Quique Dumont es tan artificial que nadie puede creerse lo que está pasando ahí. De las producciones argentinas, “Rita y Li” se ha convertido en lo más flojo que he visto en estos últimos tiempos. Desconozco el trabajo anterior de su director Francisco D´Intino, pero ésta no ha sido su mejor carta de presentación. Es una película más que pronto quedará en el olvido.
Una amistad que crece entre dos emigrantes más allá de diferencias y de lenguajes Los encuentros casuales pueden llevar a la calidez menos esperada. Esto es, precisamente, lo que le ocurre a Rita cuando llega desde su Paraguay natal, dejando atrás a una hija pequeña fruto de un romance fugaz. Aquí conoce a Li, emigrada de China y otrora propietaria de un minimercado saqueado en los tristes sucesos de 2001, durante los cuales perdió a su marido y su trabajo. Ambas, sin documentos, comienzan sus cotidianas labores en un lavadero vigiladas muy de cerca por el dueño del local, un policía corrupto, y lentamente comienzan a construir una sólida amistad a pesar de las dificultades idiomáticas y de las brechas culturales. El director Francisco D'Intino, autor además del guión, intentó retratar las figuras de ambas mujeres a través de un prisma simple y emotivo, y logró una historia que habla de la necesidad de hallar en quien está solo en un lugar desconocido a alguien dispuesto a tender la mano amiga. Sin pretensiones altisonantes, la trama va siguiendo el derrotero de Rita y de Li en esas relaciones que buscan la necesidad de ampararse mutuamente hasta tratar de lograr que sus sueños y sus esperanzas se vean cumplidos. Julieta Ortega y Miki Kawashima, que hace aquí sus primeras armas en la pantalla grande, supieron dar veracidad a sus respectivos personajes, rodeadas por un elenco que cumplió satisfactoriamente con sus breves apariciones. El realizador halló, también, un equilibrado equipo técnico que supo sostener este relato que habla de amor y de comprensión. Y habla, también, de cómo dos mujeres de tan distintos lugares del mundo se unen para poder salir airosas de las dificultades cotidianas que les impiden cumplir sus respectivos y simples sueños de hallar un mundo mejor.
Un cuento chino, pero sin gracia Intenta contar la vida de dos inmigrantes en la Argentina. Y todo es tedio. Rita es una inmigrante paraguaya que acaba de llegar a Buenos Aires y busca trabajo en una lavandería. Allí conoce a Li, una mujer china que trabaja ahí desde hace un tiempo. Tras una breve entrevista con el dueño del local (Juan Palomino), Rita (Julieta Ortega, con un acento paraguayo que se “centroamericaniza” por momentos) empieza a trabajar y se muda a l cuarto de la casa de un señor viudo y en apariencia amable (Juan Manuel Tenuta).Esta historia sencilla, demasiado sencilla (casualmente con varios puntos en común con Un cuento chino , pero ni siquiera una pizca de su gracia), jamás se aleja del lugar común y de los apuntes más obvios. Rita y Li se van haciendo amigas mientras descubren que su jefe no es tan santo como parece, que el viejito se pasa de rosca cuando se toma unas copas de más, y que hay un par de clientes (Enrique Dumont y Antonio Birabent) que le van echando el ojo a la chica. Por su parte, Li tiene su propio trauma y un sueño: ponerse un restaurante propio.Mientras Rita y Li viven y sueñan juntas, va pasando esta película de Francisco D’Intino que no tiene demasiado para ofrecer, más que un cuentito casi ñoño -casi una obrita escolar- sobre estas dos inmigrantes y un grupo de vecinos (el jefe con lazos criminales, la vieja chusma, el cliente gay, el padre soltero, el muchacho enamoradizo) que las rodean. No hay nada especialmente malo en el filme, pero nada tampoco que amerite su visión. Ni desde la historia ni de la puesta en escena ni de las actuaciones.Rita y Li parece una película de otra época, con cierta corrección política como única diferencia identificable. Y nada más.
Sencilla, emotiva y con buenas actrices Cabe aclarar desde el comienzo: el rodaje de esta película es anterior al de «Un cuento chino». Y el presupuesto es menor, lo que demoró su estreno. Otras diferencias saltan a la vista: rodada en Santa Fe, ésta es una historia sencilla, contada en un tono tranquilo, provinciano (lo que no impide algunos tiroteos), sobre el nacimiento de la amistad entre dos empleadas de una lavandería de barrio, la obligada complicidad de ambas frente al patrón, que las trata con tono protector pero anda en negocios turbios, y, también, las ilusiones compartidas entre ambas mujeres. Las dos son de afuera. Una es paraguaya, jovencita, madre soltera que vino a probar suerte, y la otra es china, sufrida, cortante, solitaria. Cuando descubre que una clienta conoce el drama que ha vivido años atrás, se siente perturbada, como invadida por la opinión pública. Le asombra que alguien la conozca más allá del mostrador de la lavandería. El país es peligroso para ellas. Pero también está lleno de gente buena. Al menos, eso es lo que ellas van a percibir, y el director les va a regalar, así como les (y nos) regala un final gratificante. La historia es sencilla, cordial, con suave acompañamiento de piano, momentos que rozan limpiamente la emoción, y dos actrices que da gusto apreciar: Julieta Ortega, en su regreso a la pantalla grande (de donde faltaba hace ya largo tiempo), y Miki Kawashima, que debuta en cine con una exacta interpretación, tras haber pasado sus años jóvenes en otra disciplina. Ella se formó en la danza japonesa, integró la compañía de Maurice Béjart, investigó por países del Lejano Oriente, difundió bailes orientales, y desde 1990 también es bailarina profesional de tango. Sorprende ahora como actriz. Juan Palomino, Juan Manuel Tenuta, Azucena Carmona y Enrique Dumont completan el reparto. Música, Marcelo Piazza. Realizador, el cordobés Francisco DIntino, hombre que ya hizo otros relatos sensibles de gente común, pero que logra aquí su mejor obra hasta la fecha.
Emotivo relato sobre la inmigración Una historia de amistad y solidaridad, es la que propone el director y guionista Francisco D"Intino, en este filme que detalla las dificultades cotidianas que se ven obligadas a enfrentar dos mujeres solas. Ellas son Rita y Li, la primera es una inmigrante paraguaya, que dejó a su hija de seis años y a su familia en su país natal y viajó a tentar suerte a la Argentina. La otra es de origen chino y tiene varios años de radicación y un pasado trágico, que remite al momento en que ella y su marido tenían un supermercado y durante la crisis de 2001, unos delincuentes les robaron el negocio y terminaron matando al hombre. CAJAS MISTERIOSAS Li que queda sola, es ayudada por un policía, dueño de un lavadero, que le da trabajo en ese negocio, a la vez que, igual que a la joven paraguaya, les retiene sus papeles, prometiéndoles que se encargará de conseguirles los documentos necesarios para que pueden moverse con libertad en la ciudad. Si bien las mujeres perciben que algo no está bien en la historia del dueño del lavadero, que esconde varias cajas misteriosas en el fondo del local, más tarde todo se esclarecerá y terminarán viviendo una situación dolorosa, que modificará sus vidas. Filmada en la provincia de Santa Fe, la película describe muy bien la relación con los vecinos, la amistad que va creciendo entre ambas mujeres y la dedicación a ese negocio, que consideran como propio. EMOCIONES SUTILES D"Intino se permite ahondar en emociones sutiles, que llegan al espectador, a través de silencios, de miradas, en los personajes, de relatarse una a la otra sus pequeñas historias de vida. Si bien el director no profundiza en situaciones como la inseguridad, la corrupción, la explotación a la inmigración, sobrevuela esos temas y lo hace con líneas simples y precisas, a la vez que le impone al relato un final, si se quiere poético, pero no demasiado inverosimil. Sin pretender ser una historia social, el filme transmite una poética de fraternidad, en la que se destacan con magníficos logros interpretativos, Julieta Ortega y Miki Kawashima. Junto a ellas, en buenas actuaciones, se ubican Antonio Birabent, Juan Manuel Tenuta y Juan Palomino.
Dos chicas audaces La construcción de un vínculo a partir de un conflicto como la inmigración ilegal es la propuesta del realizador cordobés Francisco D´Intino en Rita y Li (2010). Una historia ínfima en la que todo el peso dramático recae sobre los personajes interpretados con solvencia por Julieta Ortega y Miki Kawashima. La historia se desarrolla en un lugar impreciso del interior del país. Podría ser cualquier ciudad, pero queda claro que no es Buenos Aires. Allí llega Rita (Julieta Ortega ), inmigrante paraguaya indocumentada que busca trabajo en la lavandería a cargo de Li (Miki Kawashima), una mujer china a la que el destino le jugó una mala pasada. Esa unión casual desembocará en una relación construida a partir de la soledad en la que se encuentran, y que a pesar de la diferencia cultural echará raíces haciéndolas salir adelante de lo que se avizoraba como un futuro negro. El punto de vista de la historia está en esas dos mujeres. Así, todo lo que sucede será desde lo que a ella les pasa y cómo lo ven. Por eso pueden resultar confusas las historias paralelas en las que se ven involucradas o su falta de resolución, pero esto se debe a que la narración está estructurada desde la visión de los hechos que ellas puedan tener. Lo importante en Rita y Li es el vínculo establecido, el resto solo será un artificio para que ese lazo se intensifique o se rompa definitivamente. Dado el protagonismo que adquieren ambos personajes y que todo el peso del relato caerá sobre ellas, es digno de destacar las actuaciones de Julieta Ortega, a la que si uno no conociera no dudaría de que es una paraguaya más, y de Miki Kawashima, de origen japonés pero china en la historia. Ambas mujeres lograrán hacer conmover al espectador gracias a esa naturalidad que logran transmitir cuando sus personajes traspasan la pantalla. Rita y Li son como Thelma y Louise (1993), dos chicas audaces que se las rebuscan para salir adelante y tener ese final feliz al que sus heroínas antecesoras no pudieron acceder. Una historia que lo conmoverá y lo hará ver el futuro con otros ojos, los de Rita y Li.
Rita y Li abre con su cámara posada sobre un negocio que exhibe en su vidriera una cantidad improbable de baldes de pintura de una misma marca. El impacto de esta imagen, que sea o no de un auspiciante parece un chivo televisivo, rápidamente se disipa con la aparición de una Julieta Ortega de impostado acento paraguayo que busca trabajo en la lavandería que maneja su dueña oriental. El cómo dos personas con un fuerte bagaje emocional logran sobrellevar su vida en un entorno ajeno es el buen punto de partida del director Francisco D'Intino. Sin embargo, su ligero enfoque sobre las barreras culturales y lingüísticas en orden de hacer una comedia liviana con tintes dramáticos, da como resultado una lavada versión femenina de Un cuento chino. De igual forma que ocurría con el film de Borensztein, este visita un importante número de lugares comunes con especial enfoque sobre gruesos estereotipos (la china quiere un wok, la paraguaya come chipá) con el fin de resaltar esta añoranza de la patria abandonada. De la misma forma que el personaje de Ricardo Darín, Li sufre las secuelas de un acontecimiento de la historia argentina que la marca a fuego. La diferencia fundamental es que aquí la comedia no es cómica, pero además a las situaciones de pretendido impacto emocional les sobra intención pero les falta contenido. Rita y Li sufre del mismo problema que Familia para Armar, realizaciones demasiado tradicionales que juegan a un humor familiero que quizás se ve bien en papel, pero a la hora de las actuaciones pierden por mucho. Las actrices fuerzan sus interpretaciones, les falla el timing y se quedan en chistes infantiles de poca gracia. Antonio Birabent por otro lado tiene el rol irrelevante de un escritor padre de un chico pequeño cuya esposa se ausenta frecuentemente y que, cuando parece asomar algún acercamiento a Rita que justifique su presencia, desaparece sin más. Son las intervenciones de otros como Juan Manuel Tenuta, Juan Palomino, en un papel que hace de memoria, o Enrique Dumont, como el querible cafetero que quiere ganarse a Rita, los que terminan oxigenando un poco una historia que se asfixia pronto.
A lo largo de algo más de 20 años, el cordobés Francisco D’Intino ha venido construyendo una carrera cinematográfica no muy extensa y relativamente discreta, siendo “Rita y Li” su cuarto largometraje. Esta misma semana se estrena el documental “Caicaras, los hombres que cantan”, quinto film de D’Intino. La historia es relativamente sencilla y más de una vez transitada por el cine argentino. En este caso Rita es una joven paraguaya que llega a Santa Fe en busca de trabajo. (Curiosamente en “Las acacias”, film de próximo estreno, también uno de los dos personajes centrales es una mujer paraguaya). Rita es conchabada por el dueño de una tintorería (Juan Palomino) de dudosa ética, como lo sugieren las extrañas cajas que llegan diariamente al negocio. Pero Rita no está sola ya que junto a ella trabaja una mujer oriental que al principio se muestra algo hostil y muy rígida con su nueva compañera. Li, tal el nombre del personaje, es interpretada por Miki Kawashima cuya actividad artística hasta el presente era en el terreno de la danza. Un error de casting presenta a la bailarina japonesa como una mujer china, siendo en verdad bastante diferentes físicamente las personas de ambos países. Sería similar al efecto que nos produciría ver a un mexicano, por ejemplo, interpretando a alguien de nuestro país. Por suerte tanto la debutante en cine de origen japonés como Julieta Ortega, en el rol de Rita, son el punto más fuerte de esta modesta producción, compensando la debilidad de un guión que no brilla por su originalidad. Hay buena química entre ambas mujeres y a medida que avanza la historia se va generando una cierta empatía entre ambas cuando por ejemplo Li acepta cobijar en su propia pieza a Rita, luego de ser ésta acosada por su locatario (Juan Manuel Tenuta). Algunos otros personajes completan el reparto. Por un lado no se entiende bien la inclusión de Antonio Birabent, un de los habituales clientes de la tintorería, quien se ocupa de su bebe al estar su esposa, azafata, ausente casi todo el tiempo. Más logrado es el que compone Enrique Dumont (“Rosarigasinos”) como un cafetero ambulante que visita diariamente el negocio. El personaje es simpático y su inclusión parece un homenaje al padre (Ulises), quien había sido protagonista de los tres films anteriores de D’Intino. Un final relativamente “feliz” aunque con algún episodio de sangre cierra esta discreta obra dramática que pudo haber volado algo más alto.