Rita y Li

Crítica de Migue Fernández - Cinescondite

Rita y Li abre con su cámara posada sobre un negocio que exhibe en su vidriera una cantidad improbable de baldes de pintura de una misma marca. El impacto de esta imagen, que sea o no de un auspiciante parece un chivo televisivo, rápidamente se disipa con la aparición de una Julieta Ortega de impostado acento paraguayo que busca trabajo en la lavandería que maneja su dueña oriental. El cómo dos personas con un fuerte bagaje emocional logran sobrellevar su vida en un entorno ajeno es el buen punto de partida del director Francisco D'Intino. Sin embargo, su ligero enfoque sobre las barreras culturales y lingüísticas en orden de hacer una comedia liviana con tintes dramáticos, da como resultado una lavada versión femenina de Un cuento chino.

De igual forma que ocurría con el film de Borensztein, este visita un importante número de lugares comunes con especial enfoque sobre gruesos estereotipos (la china quiere un wok, la paraguaya come chipá) con el fin de resaltar esta añoranza de la patria abandonada. De la misma forma que el personaje de Ricardo Darín, Li sufre las secuelas de un acontecimiento de la historia argentina que la marca a fuego. La diferencia fundamental es que aquí la comedia no es cómica, pero además a las situaciones de pretendido impacto emocional les sobra intención pero les falta contenido.

Rita y Li sufre del mismo problema que Familia para Armar, realizaciones demasiado tradicionales que juegan a un humor familiero que quizás se ve bien en papel, pero a la hora de las actuaciones pierden por mucho. Las actrices fuerzan sus interpretaciones, les falla el timing y se quedan en chistes infantiles de poca gracia. Antonio Birabent por otro lado tiene el rol irrelevante de un escritor padre de un chico pequeño cuya esposa se ausenta frecuentemente y que, cuando parece asomar algún acercamiento a Rita que justifique su presencia, desaparece sin más. Son las intervenciones de otros como Juan Manuel Tenuta, Juan Palomino, en un papel que hace de memoria, o Enrique Dumont, como el querible cafetero que quiere ganarse a Rita, los que terminan oxigenando un poco una historia que se asfixia pronto.