Rio

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

Ritmo, color y alegría para descubrir el amor

Una historia que provoca identificación, adornada con ritmo, colores, y una manada de personajes imperdibles, hace de la película de animación Río una muy buena propuesta para el público atento a las novedades del cine de animación proveniente de Hollywood.

La trama es sencilla. Un papagayo azul es encontrado por un estudioso en un rincón nevado de EE.UU. (adonde fue vendido ilegalmente). Tras convencer a su ingenua dueña de la necesidad de reunir al animalillo con la única hembra viva de la especie, el trío viaja al corazón del “salvaje” Brasil y se reúne con una auténtica fauna de personajes, que incluye a humanos malvados, una cacatúa mafiosa, monos ladrones, un tucán con mucha calle, y varias especies más, que conforman la galería de simpáticos personajes secundarios. La sal de la cuestión, en definitiva, la termina poniendo la relación entre esas dos raras aves que deben enamorarse pese a que son el agua y el aceite.

El filme es dirigido por Carlos Saldanha, un brasileño que triunfa en Hollywood (dirigió previamente La era del hielo y Robots , entre otras), que pidió la oportunidad de situar una historia en su ciudad natal y que en parte recibió la luz verde –dicen– porque esa metrópoli se prepara para recibir un campeonato mundial de fútbol y unas olimpiadas y los negocios atraen a los negocios, bla, bla, blah...

Aquel verde tomó Saldanha para empezar a pintar un cuento que en varios momentos es un canto a la naturaleza y al pueblo de donde es originario.

Por ejemplo, la película abre con un número musical magnífico, y a lo largo de sus 94 minutos de duración, alcanza varios picos de inspiración: la escena de la riña entre pájaros y monos, la de la carrera en motocicleta por las callejuelas de las favelas, la del ratito romántico de las aves trepadas a un tranvía del Corcovado, la de la persecución dentro del Sambódromo, la del aterrizaje forzoso en la playa… no alcanzan los dedos de la mano para contar los aciertos de los guionistas, de los animados y de los musicalizadores (por citar a los más obvios) de este largometraje.

Río es una muestra más de los altos estándares que maneja la industria de animación norteamericana, líder en este rubro como en tantos otros, aunque con vecinos cada día más fuertes, como ese Brasil al que se le rinde un indudable reconocimiento simbólico a través de este producto.