Río Mekong

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Dentro de la ola de documentales presentados en la cartelera durante este año, sobre el cierre del 2018, se presenta “RIO MEKONG” de Laura Ortego y Leonel D’Agostino, que había sido oportunamente presentado como un Work in Progress en el Festival de Mar del Plata del año 2016.
Este documental rescata la historia de Vanit Ritchanaporn quien a los 16 años escapó de la Guerra Civil en Laos –con posterioridad a la guerra de Vietnam-, cruzando a nado el Rio Mekong, que justamente da título a este trabajo. La dictadura militar en nuestro país, a fines de la década del ´70 mediante un programa que estaba enmarcado en una convocatoria de las Naciones Unidades, acoge a un grupo de laosianos, pero sin un plan específico.
El gobierno militar de aquel momento lo hace más como para mejorar su imagen frente al mundo (acogieron a 293 familias laosianas como intento de contrarrestar las denuncias de violación de derechos humanos que pesaban en aquel momento sobre los principales titulares de Estado) que por tener realmente un verdadero plan que los contuviese como inmigrantes.
Es así, que una vez llegados a nuestro país, quedan desperdigados en diferentes puntos y librados a su suerte, sumándose esto a la compleja situación que viven de por sí como inmigrantes, con idioma, costumbre, rituales y hasta comidas absolutamente diferentes. Hoy Vanit, el protagonista del documental de Ortego y D´Agostino, vive en Chascomús y preside una de las comunidades laosianas más grandes de la provincia de Buenos Aires, después de una importante lucha por mantener firme su identidad y no olvidar sus raíces.
Tal como ya había sucedido en trabajos como “El Futuro Perfecto” de Nele Wohlatz o en el reciente “50 Chuseok” de Tamara Garateguy, el centro del documental es la construcción de una identidad propia, el sentido de pertenencia.
Si bien lo popular y masivo de la inmigración en nuestro país y ese denominado “crisol de razas” hace que, en principio, el proceso inmigratorio parezca sencillo y socialmente aceptado, el centro de estas historias tiene como común denominador, una profunda sensación de tristeza y aborda lo complejo del desarraigo y la sensación de imposibilidad –en algún punto- de asumirse en algún territorio.
Pareciera ser que una parte de los protagonistas de los mencionados trabajos, quedase para siempre atada a su país de origen, una parte del alma ha quedado allí, por más que el tiempo pase. Recientemente también se ha visto otro documental con una temática similar “Paraná-Mekong” de Ignacio Luccisano que relata las vivencias de otro grupo de inmigrantes laosianos, en este caso, en la provincia de Santa Fe.
Por la proximidad cronológica y por la similitud –casi exactitud- temática, es imposible no establecer un paralelo entre ambos, difícil no comparar, aún sin quererlo, ambos documentales.
En el caso de “RIO MEKONG” toma cierta distancia de los protagonistas y no conocemos como era más marcado en el caso de la familia protagonista de “Paraná-Mekong” algunas anécdotas familiares que nos permitan bucear más en los relatos y las historias de inmigración familiar o de algunas vivencias que, aunque sencillas, pintan de cuerpo entero las situaciones por las que tuvieron que atravesar en los primeros momentos de estadía en nuestro país.
“RIO MEKONG” elige, por momentos, una mirada más desapegada de su personaje central y describe su cotidiano y su historia, construyéndola a partir de sus recuerdos, de sus actividades de hoy en día y de sueños que quedaron en el camino (como las tierras que el Gobierno le prometió para realizar cultivos y que nunca se ha cumplido). Así es como entonces se va armando un rompecabezas con las imágenes actuales, las de archivo y algunos testimonios.
Sobre el final, un viaje a su territorio natal, a la geografía de su niñez, nos muestra esa eterna contradicción de la inmigración y el desarraigo, el no- territorio y sentirse tironeado por dos geografías al mismo tiempo.