Riddick

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Renegado arcade

La tercera aventura del antihéroe, Riddick, que tan bien le sienta a Vin Diesel, Richard B. Riddick es un film con momentos simpáticos, muchos otros antipáticos, que dilapida una interesante historia en una primera mitad aceptable que pese a transitar por todo lugar común de la galaxia entretiene sin más que eso.

Lamentablemente, cuando surge la impronta del videojuego y de la estética de los fichines que gana por acumulación de alimañas digitales en cambio de peripecias heroicas todo se cae a pedazos.

En esta ocasión el ex convicto sobrevive a un intento de asesinato y queda solito en un planeta hostil; se hace amigo de un perro -o algo así- al que aprende a domesticar hasta que llega la mala compañía de cazas recompensas que cobrarían doble si es que consiguen llevarse la cabeza del hombre de anteojos saltones en una caja. De ese grupete comandado por el capitán Johns (Matt Nable), quien culpa a Riddick de la muerte de su hijo también convicto perteneciente a un pasado, se destaca el despiadado pero cobarde español Santana (Jordi Mollà); la escultural blonda Dahl (Katee Sackhoff) y en otro orden el siempre listo Karl Urban en el rol de Vaako, quien traiciona a Riddick una vez coronado rey de los necromongers.

En su primera mitad, el relato adopta el derrotero de la supervivencia en el que Riddick se deberá enfrentar a unas criaturas venenosas y hacerse inmune con un antídoto propio contra ese veneno. En ese corto pero intenso pasaje Vin Diesel aporta todo su carisma y más aún cuando entabla relación con su mascota. Pero la acción llega a partir de la dinámica de una cacería humana que explota las ventajas de conocer por parte del protagonista un terreno hostil para ejercer una guerra psicológica contra el enemigo y obligarlo a rendirse a su voluntad, aunque siempre con la amenaza latente de la traición por parte de sus captores en contraste con los códigos morales de Riddick y su personal modo de entender la lucha.

Resulta poco productivo entonces que el film abandone la idea de western intergaláctico para el que estaban dadas todas las condiciones. No obstante se optó por la facilidad de caer en la aventura gráfica que hace del cine una extensión del videojuego, fórmula que sin lugar a dudas una vez transcurrida la novedad termina desgastándose y amesetándose como esta franquicia que parece no morir en trilogía, lamentablemente.