Riddick

Crítica de Migue Fernández - Cinescondite

Vin Diesel es un hombre afortunado. Ha hecho las películas que quiso y, a diferencia de lo que pasa con muchas figuras, la vida le ha dado una segunda oportunidad en la industria. Una vez más, a los 46 años, se encuentra en un punto álgido de su carrera, a más de una década de haber dejado pasar el tren que para muchos solo pasa una vez. Hacia el 2001, el actor había encabezado tres films que a su estreno reflejaron potencial de continuidad, The Fast and the Furious, xXx y Pitch Black. La razón por la que 2 Fast 2 Furious incorporó a Tyrese Gibson o por la que xXx: State of Union fue liderada por Ice Cube es porque el hombre detrás de Dominic Toretto eligió protagonizar The Chronicles of Riddick, un notable fracaso de taquilla que no vio nadie. Esta introducción no es casual, porque para entender a Riddick es necesario entender a Diesel y lo que ha pasado. Es obligatorio saber que se fue en picada durante 5 años –un mimo al alma debió haber sido ponerse a las órdenes de Sidney Lumet en uno de sus últimos trabajos, ¿pero cuántos pueden decir que han visto Find me Guilty?- hasta que Fast & Furious, esa suerte de reboot a cargo de Justin Lin, lo recuperó y devolvió al estrellato. El actor es uno de los más agradecidos de Hollywood, un hombre cercano a su gran base de fanáticos, un hombre de familia que quiere a los suyos y que elige hacer lo que le gusta. Y el ama a Richard B. Riddick.

Pitch Black fue una buena película. Lo pensé la primera vez que la vi por Cinecanal cuando esta llegó al cable. No creí en la posibilidad de una secuela, después de todo se trataba de una producción pequeña, pero sí que había un gran personaje central, un antihéroe de aquellos, que podía dar mucho más que hablar. Los productores de The Chronicles of Riddick no entendieron lo que funcionaba con la primera parte hasta que los números del rotundo nocaut en las boleterías empezaron a llegar. La primera tenía un presupuesto bajo que duplicó y logró calar en cierto sector de la audiencia, que la tomó como un film de culto. La segunda siguió ese mismo derrotero, pero como costó el triple que la original, las cuentas no cerraron. Eventualmente su salida en el formato hogareño le dio la tracción que necesitaba y las pérdidas no fueron tan cuantiosas como se supuso, pero el daño estaba hecho. Pero pesar de haberse aguantado el descenso por años y tener que esperar para volver a jugar en primera, Diesel nunca se olvidó del mercenario intergaláctico y menos aún de quienes lo bancaron.

Para él y ellos es esta nueva entrada en la saga, aunque no solo está dedicada a los seguidores, ya que no hace mucha falta haber visto la segunda parte para poder entenderla. Riddick es una bienvenida vuelta a Pitch Black, en todo sentido. En principio desde lo presupuestario, con un significativo recorte de los gastos de una secuela que se extralimitó al considerar el alcance de la saga, lo que llevó a acotar a esta producción hacia un terreno más conocido y manejable. Escasa cantidad de personajes, mínimas referencias a la mitología furyana y un planeta desolado repleto de peligros, son las claves de este retorno a los orígenes, sencillo, crudo, sin las pretensiones de grandeza de la segunda. No apta para todo público, cargada de violencia, insultos y sangre, es la película que el antihéroe necesita. El sol vuelve a calcinar la tierra, la lluvia anticipa la carnicería y los eventos de Pitch Black regresan para el deleite del público y para atormentar a Riddick.

Un intento fallido fue lo que David Twohy necesitó para hacer la verdadera secuela a la original. No aporta nada necesariamente nuevo a la mezcla -la calificación para adultos es un plus, sí- y se apoya de forma completa en ella. Cuenta con esos diálogos algo torpes que quizás suenan incluso peor en boca de Vin Diesel, pero este tiene la actitud y la espalda suficientes como para sacarlos adelante. Hasta incluye uno de los mejores momentos de la franquicia, fácilmente identificable, cuando este forma una pequeña amistad con una suerte de chacal extraterrestre. El tener fuerzas renovadas en la taquilla de la mano de las secuelas a la potencialmente interminable saga Rápido y Furioso, el haberse vuelto una figura de acción reconocible una vez más -algo que es una rareza para actores menores de 50 años, como Jason Statham- y su próximo ingreso al Universo Cinematográfico de Marvel son consecuencia de su trabajo constante y dedicación a su público. Riddick es el ejemplo de un hombre que no olvidó quién es, y habló del mercenario tanto como del actor que lo interpreta.