Ricky

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

Una verdadera montaña rusa de emociones

El amor de las parejas puede llegar de las formas más inesperadas, y a su vez los hijos de quienes se unen hacen más fuerte ese lazo emocional. Cuando Katie, una mujer común que trabaja en una fábrica, conoce a Paco, también empleado allí, ese milagro mágico sucede, ya que ambos se enamoran. No tardará la pareja en formar un hogar al que sólo le falta para completarlo con felicidad el hijo tan deseado. Y éste llegará en una personita muy particular: lentamente de su espalda le van naciendo alas, y estas se van ampliando hasta que el bebe comienza a volar.

La sorpresa de Katie y de Paco es mayúscula, ya que nunca imaginaron que el hijo de ambos pudiese andar por los aires, hacer piruetas por la casa, ser perseguido en un supermercado por planear sobre las mercaderías y buscar la libertad a través de ese modo tan particular. El pequeño se transformará así en un problema para sus padres que, de pronto, se ven asediados por los periodistas, curioseados por sus vecinos y admirados por el resto de su familia.

Así, entre una mezcla constante entre realismo y fantasía, sumados a algunos momentos de ironía, el director François Ozon muestra el desequilibrio que puede producir en una familia la llegada de un nuevo hijo, y fundamentalmente cuando éste es tan especial.

El realizador transita aquí por una montaña rusa de géneros y si por momentos el entramado cae en algunos trazos edulcorados, no por ello la historia carece de simpatía, apoyada por los inesperados giros que el realizador (sin duda uno de los más originales de la cinematografía francesa) que otorga a este cuento imbuido de ternura y de emoción.