Ricki & The Flash: Entre la fama y la familia

Crítica de Guillermo Monti - La Gaceta

¿Qué sería del cine sin Meryl Streep?

La vida de Ricki Rendazzo va de la caja del supermercado que atiende al pub en el que toca rock and roll cada noche con su banda. Una llamada la devuelve a su familia de la que se alejó largo tiempo atrás para perseguir su sueño artístico. El reencuentro no será nada sencillo.

Lo mejor de “Ricki and the Flash” transcurre sobre el escenario. Meryl Streep aprendió a tocar la guitarra en cuatro meses y es una frontwoman a la que le sobra actitud rockera. Canta magníficamente, ya sean covers de Tom Petty, de Lady Gaga o de U2, químicamente conectada con la Gibson del australiano Rick Springfield (a quien vimos hace un puñado de semanas en la segunda temporada de “True Detective”). Los Flash emiten un AOR (adult orientated rock) sólido y contagioso y hasta ofrecen una perlita: al tecladista Bernie Worrell lo filmó Jonathan Demme hace siglos, cuando registró la gira “Stop making sense” de los Talking Heads.

Pero “Ricki and The Flash” no es una película estrictamente musical, por más que -seguramente- a Demme le hubiera encantado registrarla con la forma de un interminable show. Cuando traspasa la puerta del pub Ricki deja de ser la estrella de rock con la que alguna vez soñó y retorna a la grisácea rutina del súper. Allí donde cualquie cliente gasta de un saque lo que a ella le cuesta ganar en una semana.

Ricki puso medio Estados Unidos de distancia con su familia. Hay un ex marido (Kevin Kline) y tres hijos con los que se reencontrará en las peores circunstancias: a la nena, Julie, la abandonó el marido y por eso estuvo a punto de suicidarse.

Esas idas y vueltas familiares de Ricki son un flan melodramático al que Meryl Streep le pone el apetito con entereza. Al guión de Diablo Cody (ganadora del Oscar gracias a “Juno”) le sobran lugares comunes y una sensación de previsibilidad que no defrauda.

A Jonathan Demme el oficio le brota con naturalidad. No es el de “El silencio de los inocentes” ni el de “Filadelfia”. Ni siquiera el de “Casada con la mafia”. Pero en esta mano le tocó el as de basto y entonces salva la película con holgura. Increíble fuerza de la naturaleza, a los 65 Meryl Streep sigue en plenitud.