Ricki & The Flash: Entre la fama y la familia

Crítica de Germán Arrascaeta - La Voz del Interior

Mamá Meryl la rockea

Ricki and The Flash: entre la fama y la familia es un comedia llena de clisés aunque también con detalles para reivindicar.

Ricki and The Flash: entre la fama y la familia, la comedia que tiene a Meryl Streep como rockera disfuncional, es un festival de lugares comunes con el que el director Jonathan Demme acaso busque alivianar su pesada foja de servicios y airear sus pasiones musicales. Vale recordar que éste es el hombre por detrás de El silencio de los inocentes (que instaló la antropofagia de Hannibal) y Filadelfia (dramón sobre un abogado con Sida, discriminado en la firma para la que trabaja), pero también de documentales insoslayables para el rock como Stop making sense de Talking Heads y Neil Young: Heart of gold, sobre el gigantesco guitarrista canadiense.

Demme tiene todo el derecho a divertirse, como nosotros a observarle que se le fue la mano con los arquetipos. De todos modos, nos haría más nobles concederle que son de alto vuelo algunos encastres dramáticos, como una cena de reencuentro o la tensión erótica aún latente entre exesposos pese a que tienen todo resuelto entre sí.

Además, Ricki Rendazzo es nada menos que la eficaz Meryl Streep, que aquí convence como frontwoman de una banda de covers, The Flash, que te rema en un bar angelino un repertorio que va de Tom Petty a Lady Gaga. Meryl se mune de una Fender Telecaster y se la percibe natural.

Así como Ricki es cool en escena, aunque no famosa como sugiere la traducción del título, en la vida real es madre abandónica. No obstante, se le presenta la posibilidad de redimirse ante una llamada de su ex (Kevin Cline) procedente de Indiana, en la que le avisa que a Julie, la única hija mujer de ambos (interpretada por Mamie Gummer, hija de Streep en la vida real), la dejó su reciente esposo y está para atrás.

Es precisamente el viaje de Ricky lo que activa el relato y los clisés, aunque también algunos detalles en la construcción del personaje central por parte de Streep que vienen bien para desacralizar algunos dogmas con respecto al rock en Argentina: no todos los artistas del género son necesariamente progresistas; en el filme, Ricky es conservadora, votó a Bush y justifica esa elección aludiendo al bienestar de "nuestras tropas", al tiempo que en su espalda lleva tatuada la bandera de su país. En fin, abraza esa causa como lo hizo en vida Johnny Ramone, por ejemplo.

Aquí, lo políticamente incorrecto; en el otro extremo, puede ubicarse lo que Ricki dice al micrófono y en pleno show sobre el machismo recalcitrante de la cultura rock, utilizando a la figura de Mick Jagger como disparador. "Tiene hijos con cuatro mujeres distintas, a todos se los crío un batallón de niñeras. Ahora, siendo mujer del rock no te vayas a olvidar de un cumpleaños que te crucifican".

Sólo falta agregar que Meryl Streep es la que toca y canta, y que su versión final de My love will not let you down, de Bruce Springsteen, es realmente emocionante. Tanto como la dedicatoria en los títulos al fallecido Rick Rosas, el bajista de The Flash que fue un emblemático instrumentista de Los Ángeles y colaborador habitual de Neil Young.