Rey Milo

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Arte que sana

Según testimonios a cámara de su madre, Milo Lockett de pequeño fue salvado de ahogarse en lo profundo de una pileta precisamente porque le dijo a su madre que quería conocer lo hondo. Tal vez esa búsqueda en lo profundo, en lo desconocido, talló a fuego su personalidad y su riesgo de apostar al fracaso para llegar al éxito. Así fue como su extraña travesía por la vida primero como verdulero, luego con una PyME textil alcanzada por los embates económicos de la crisis del 2002 terminaron por marcarle el rumbo hacia la pintura y hacia el arte desde su capacidad transformadora de la realidad.

Su producción de obras es tan vasta e inabarcable desde un sólo punto de referencia o análisis pero su estilo es único y esa marca distintiva lo ha expuesto dentro de los círculos artísticos como el pintor que más obras vendió en estos últimos años.

Rey Milo pretende abarcar al multifacético artista chaqueño observando diferentes prismas de una figura de muchos lados distintos: el Milo en su etapa de creación interna; el Milo público o más vinculado con lo institucional y el Milo solidario y comprometido con las asignaturas pendientes tanto del Chaco profundo como de las problemáticas relacionadas con los niños.

La estructura de este documental de Federico Bareiro –también encargado de la investigación- que apela a lo cronológico como eje narrativo busca abarcarlo y reconstruirlo en los testimonios de distintas voces que pueden agruparse en aquellas que representan la mirada artística o analítica de la obra de Milo y aquellas que lo describen como persona, amigo o artista popular, mientras segmentos de material de archivo complementan un retrato múltiple e inacabado aunque siempre centrado en Milo para reflejar la idea de monarca en su propia tierra.

La admiración y el respeto del director también quedan plasmados en el documental cuando se deja abierta la puerta para que el propio artista salga a jugar con su niño interior frente a cámara y quizás en esa frontalidad y desnudez de las máscaras vive oculta la verdadera esencia del motor de la creatividad y de su permanente necesidad de pintar o proyectar desde el arte acciones concretas y darle otro sentido que el material o el mercantil.