Revolución. El cruce de Los Andes

Crítica de Martín Fraire - País 24

Algo habrán hecho

No llama la atención que en un momento revisionista como pretende ser este Bicentenario argentino, llegue a las salas una nueva película que narre la cruzada liderada por el general San Martín a través de la Cordillera de Los Andes, cuyo fin encuentra en la sangrienta Batalla de Chacabuco de 1817.

Revolución - El cruce de Los Andes bien podría ser considerada el cierre de la “trilogía” que conforman Che, un hombre solo de Tristán Bauer y Belgrano, de Juan José Campanella, en donde el punto de vista no pasa por la idealización de la figura de prócer, sino al contrario, por la humanización de hombres “marcados por la historia” tal y como dirá el propio San Martín, encarnado por un correcto Rodrigo de la Serna en el film.

Dirigida por el debutante Leandro Ipiña, la película cuenta con un importante apoyo de la Televisión Pública y el gobierno oficial. En este sentido, sorprende que la figura sanmartiniana inserta en el seno popular nacional (recordar El gen argentino, programa televisivo que definía al prócer como modelo social) se deje de lado, para resaltar los problemas y las dudas que cargaba.

A no confundirse; la estampa de héroe sigue pululando por buena parte de la película, pero también existe una desestructuración de su imagen intocable. San Martín gritará, sufrirá, insultará y hasta vacilará respecto a su propia capacidad bélica. A cambio, se lo mostrará como un gran estratega y un valiente hombre entregado al cuerpo de infantería a su cargo.

A diferencia de El santo de la espada (tal vez la única mancha en la gran carrera del enorme director argentino Leopoldo Torre Nilson), la figura de Remedios de Escalada estará prácticamente ausente, por lo que la historia pondrá énfasis en la relación que el general tenga con Manuel de Corvalán, un joven de 16 años devenido en su secretario personal.

Si bien Revolución… cuenta con algunos altibajos en su historia (pasajes ampulosos, diálogos poco convincentes y actuaciones desparejas) el acabado técnico de la película termina ofreciendo un más que digno trabajo.

Filmada mayoritariamente en San Juan, la fotografía de Javier Juliá y la dirección de arte de Sergio Rud fortalecen con creces los puntos más débiles de su guión, incluyendo las escenas de combate que se desarrollan con una sorprendente agudeza narrativa.

Vale la pena aclararlo. Si bien Revolución… no será una película fundamental en la filmografía nacional, sí permitirá una mirada menos convencional del prócer. Si sumamos también que puede ser potencialmente una excusa para que las generaciones más jóvenes busquen una relectura sobre la historia de nuestro país, entonces ya estamos hablando de un film cuyo contenido es bastante más valioso. Eso también es algo a su favor.